Violència de gènere entre adolescents.
La psicóloga Alazne Aizpitarte ha analizado, desde una perspectiva
sistémica y transcultural, las relaciones de pareja entre adolescentes
en su tesis doctoral Dating Violence from a Systemic and Cross-Cultural Approach.
El estudio, realizado en Guatemala, México, España y Holanda, revela
grandes diferencias entre unos países y otros por lo que a la
prevalencia y aceptación social de la violencia física se refiere, pero
no en el uso de la violencia psicológica. Por otra parte, muchos jóvenes
y adolescentes utilizan las nuevas tecnologías para controlar a sus parejas, según el trabajo de Aizpitarte.
“La clave de la violencia entre parejas de jóvenes es una idea
insana, errónea, de las relaciones. Se trata, en gran medida, de una
cuestión de percepción: ‘Tienes que estar solamente conmigo; eres mía;
eres mío; eres solo
para mí…’. Así ven muchos y muchas adolescentes y jóvenes la relación
de pareja, en la que consideran una ‘propiedad’ privada a su compañera o
compañero. El modelo de amor ‘romántico’ está muy interiorizado, lo que
les impide mantener una relación ‘sana’…”, señala Alazne Aizpitarte.
“Muchos adolescentes (tanto chicos como chicas) tienden, impulsados por
los celos, a controlar a su pareja y su modo de vida, y les parece
‘normal’ hacerlo”. Está muy extendido el uso de las nuevas tecnologías
(teléfonos móviles, etc.) para controlar a la pareja y, a veces, se
difunden en las redes sociales fotos o informaciones
de esta. Según Aizpitarte, “se trata de un fenómeno a tener muy en
cuenta, ya que puede acarrear graves consecuencias y ser el preludio de
comportamientos mucho más violentos en el futuro”.
Por otra parte, “en las relaciones de pareja entre adolescentes
intervienen muchos factores, además del género. La violencia suele ser
muy sutil en la mayoría de los
casos. En esta franja de edad, la principal referencia de las y los
adolescentes ya no son los padres, sino las amigas y los amigos, la
gente del entorno…, y se actúa por emulación”, señala Aizpitarte.
También subraya que dicha violencia suele ser bidireccional, es decir,
que no se trata solamente de una violencia que ejerce un sexo (los
chicos) sobre el otro: “También las chicas actúan por celos y mantienen
otras actitudes insanas”, afirma la investigadora.
Tres eran los principales objetivos del estudio: en primer lugar,
desarrollar una escala específica para evaluar la violencia en las
relaciones de pareja de jóvenes y adolescentes, tomando en cuenta las
características y las relaciones de dicha generación; en segundo lugar,
detectar los factores de riesgo que pueden incrementar el uso de la
violencia en las relaciones de pareja de las y los adolescentes, así como
elaborar un modelo para mostrar la compleja relación entre dichos
factores (familia, relaciones, nivel sociocultural…) y, por último,
analizar las diferencias culturales entre los citados tipos de
relaciones.
Aizpitarte ha realizado su estudio en dos países de América (México y
Guatemala) y en otros dos de Europa (Holanda y España), y uno de los
objetivos del trabajo era comparar los comportamientos de las y los
estudiantes universitarios de dichos países. Al tratarse de muestras
extraídas de un determinado sector social (el universitario), cabe
pensar que serán “peores” los resultados de los sectores situados por
debajo de aquel.
El método utilizado para la elaboración del estudio es sistémico y
transcultural, es decir, tiene en cuenta diversos factores (la familia,
las relaciones, el género, la cultura…) y las relaciones entre todos
ellos.
Entre las conclusiones del trabajo destaca que hay una gran
diferencia entre unos países y otros por lo que al uso de la violencia
física se refiere (México presenta una tendencia mayor que el resto), pero
no tanta en cuanto a la violencia psicológica. En los países menos
desarrollados (México) tiene mayor aceptación social la utilización de
la violencia física contra la pareja (bofetadas, agarrones fuertes…) que
en los desarrollados, pero es similar en ambos el nivel de prevalencia
de la violencia psicológica. Estas diferencias culturales son la causa
de una diferente penalización del uso de la violencia física en unos
países y en otros: en los países desarrollados (en Holanda, por
ejemplo), los agresores son castigados más severamente, y sufren un
rechazo social mucho mayor.
César Tomé López, La violencia psicológica en las relaciones de pareja no entiende de fronteras, Cuaderno de Cultura Científica, 01/12/2014
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