Plató segons Thomas Mann (i 4).
Thomas Mann |
Pero la filosofía de Platón
tiene otra cara, y ésta es la cara artística. Según esa doctrina, en efecto, el
tiempo es meramente la visión dividida y mutilada que un ente individual tiene
de las Ideas, las cuales están fuera del tiempo y por ello son eternas. “El
tiempo –dice una hermosa frase de Platón-
es la imagen móvil de la eternidad”. Y así esta doctrina pre-cristiana,
ya-cristiana, vuelve a ofrecer también, en su sabiduría ascética, un atractivo y
un encanto sensual y artístico. Pues la concepción del mundo como una
multicolor u móvil fantasmagoría de imágenes que dejan transparentar lo ideal,
lo espiritual, posee en sí algo eminentemente artístico. Esa concepción es la
que, por así decirlo, hace artista al artista: el artista es alguien a quien, ciertamente,
le es lícito sentirse ligado, de manera sensual, placentera y pecadora al mundo
de los fenómenos, al mundo de las reproducciones, porque a la vez se sabe
perteneciente al mundo de la Idea y del espíritu, en cuanto mago que hace que
el fenómeno transparente la Idea. Aquí se pode de manifiesto la tarea mediadora del artista, su papel
mágico-hermético de mediador entre el mundo superior y el mundo inferior, entre
la Idea y el fenómeno, entre el espíritu y la sensibilidad. Pues ésa es de
hecho la posición cósmica, por así decirlo, del arte. No es posible definir ni
explicar de otro modo su extraña situación en el mundo, la lúdicra dignidad de
su actuación en él. El símbolo de la luna, ese símbolo cósmico de toda
mediación, es peculiar del arte. A la humanidad antigua, primitiva, el astro
lunar le parecía, en efecto, notable y sagrado en su duplicidad, en su posición
intermedia e intermediaria entre el mundo solar y el terrenal, entre el mundo
espiritual y el material. Siendo femeninamente receptiva en relación con el
sol, pero masculinamente engendradora en relación con la tierra, la luna les
parecía a aquellos hombres el más impuro de los cuerpos celestes, pero el más
puro de los terrestres. Sin duda pertenecía aún al mundo material, pero en éste
ocupaba el puesto más alto, el más espiritual, el puesto de transición hacia lo
solar, y se mecía en la frontera de los dos reinos, separándolos y a la vez
uniéndolos, garantizando la unidad del Universo, sirviendo de intérprete entre
lo mortal y lo inmortal. Mas precisamente ésa es la posición del arte ente el
espíritu y la vida. Siendo andrógino como la luna, siendo femenino en relación
con el espíritu, pero masculinamente engendrador en la vida, siendo la
manifestación material más impura de la esfera celeste, y la más pura,
espiritual e incorruptible de la esfera terrestre, la esencia del arte es la de
una mediación mágico-lunar entre ambas regiones. Ese carácter mediador es la
fuente de su ironía.
Platón como artista … Retengamos este pensamiento: una filosofía no actúa
sólo –a veces por lo que menos actúa- por su moral, por la doctrina sapiencial
que ella vincula a su interpretación y vivencia del mundo, sino que actúa
también y en especial por esa vivencia misma. Por lo demás, lo esencial, lo
primario, lo personal en una filosofía es esa vivencia y no el añadido
intelectual-moral de la doctrina salvífica y sapiencial. Queda mucho cuando de
un filósofo se resta su sabiduría; y malo sería que no quedase nada. (pàgs. 30-32)
Thomas Mann, “Schopenhauer”, en Schopenhauer, Nietzsche, Freud, Bruguera, Barna 1984
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