Energia emocional i poder.






Teniendo una misma trayectoria evolutiva y tanta uniformidad fisiológica como tiene la especie humana, y siendo las emociones una parte esencial de los sistemas de homeostasis corporal, hay que admitir un cierto universalismo como condición de comprensión y reconocimiento, y de cierta potencia normativa, que nos permita al menos considerar las condiciones en las que podemos juzgar y ocasionalmente atender a los estados afectivos de otros. ¿Cómo, si no, sería posible hacer una crítica de prácticas crueles como las corridas de toros y contradecir el argumento de que el toro no siente dolor?, ¿cómo, si no, desde una perspectiva feminista, podría criticarse la atmósfera emocional que crea la familia y la sociedad patriarcal? Pero al tiempo tenemos la evidencia de la diversidad de términos de emoción en diversas culturas (algunos ejemplos que se han usado en ocasiones es la “vergüenza ajena” del español, tan difícil de traducir a otras lenguas, o la “saudade” portuguesa y la “morriña” gallega, de tan difícil traducción al español). No es solo que la diversidad cultural produzca diversidad de reconocimientos y categorización de las emociones, sino que la propia mente está mal preparada para entender cuál es la emoción, pasión, sentimiento o estado afectivo que está sufriendo el cuerpo. Cualquiera de las emociones más comunes como el miedo, la ira, el resentimiento, la excitación sexual y el amor son usualmente mal entendidas en primera persona, dado que las manifestaciones son a veces contradictorias entre la fenomenología y las expresiones fisiológicas. Un enrojecimiento de la piel puede entenderse en segunda persona como un signo de que la otra parte siente vergüenza, o quizás siente atracción erótica. Y la experiencia con los maltratadores es que su miedo a la libertad de su pareja se siente como ira, no en un proceso causal, sino en la misma activación de la emoción.

William M. Reddy, un historiador de las emociones, buscando un equilibrio en la evolución entre lo biológico y lo cultural, ha propuesto la idea de régimen emocional para dar cuenta de cómo la cultura hegemónica tiende a imponer reacciones viscerales, emociones que son normativas tanto en los actos de habla como en los rituales diarios, complejos de emociones manifiestas que se consideran aceptables y contribuyen a reproducir y estabilizar el sistema. Los estados autoritarios han sido los más proclives a imponer estos regímenes. La vida cotidiana se configura en ellos admitiendo o reprimiendo reacciones emocionales. Manuel Vázquez Montalbán captó la cultura del franquismo con la expresión de “a España le huelen los pies”, en una sinestesia que evoca la atmósfera emocional que regimentaba el día a día y la noche a noche de aquellas décadas.

¿Cómo se generan las resistencias en regímenes emocionalmente agobiantes? En el tono atemorizado en el que discurren las vidas muchos grupos encuentran o construyen refugios emocionales, en diversos modos oblicuos para evitar la represión, que se manifiestan en rituales, agrupamientos u organizaciones informales o formales que proporcionan espacios seguros ajenos a las normas emocionales prevalecientes, que permiten la relajación del esfuerzo emocional y que, con o sin el recurso a una ideología, amenazan el régimen emocional y crean modos emergentes de afectos. Gramsci afirmaba que las fiestas religiosas de los campesinos del sur de Italia eran refugios resistentes y emocionales que discurrían en paralelo, si no en contra, de la significación piadosa. Encontramos estos refugios por doquier, pero sin duda han sido los movimientos suburbanos y sus músicas, vestimentas y danzas las mejores expresiones de estas zonas seguras afectivas.

Estos refugios emocionales acogen y forman comunidades emocionales (el término proviene de la historiadora de las emociones Barbara Rosenwein). Son grupos, a veces marginales a veces élites dominantes, que desarrollan pautas emocionales que influyen en sus comportamientos y objetivos. Historiadores de la resistencia cultural como E. P. Thompson en La formación de la clase obrera inglesa, o Stuart Hall en Resistencia mediante rituales analizaron estas prácticas, el primero atendiendo a los muros emocionales que la clase obrera inglesa comenzó a crear frente a las clases aristocráticas al comienzo de la revolución industrial, el segundo a los procesos de resistencia en la juventud suburbana de los años cincuenta y sesenta, cuando comenzaron a aparecer los límites emocionales del presunto estado del bienestar.

Que el capitalismo comercial y muchos poderes políticos hagan un uso bastante eficaz para sus intereses de la energía emocional, en complejos modos de producción de deseo y ansiedad, atención y depresión, y que la producción de regímenes emocionales sea un recurso que comenzó en las formas brutales de la Alemania Nazi con su uso y teorización de la propaganda, pero que ha continuado en las muchas modalidades de manipulación afectiva que permite la tecnología contemporánea, muestran cuán productivos políticamente son estos regímenes y comunidades emocionales en la configuración de la estructura de sentimiento contemporánea. Son formas de colonización que no ejercen una represión explícita, sino que, precisamente por la complejidad de los estados afectivos, se manifiestan en formas caleidoscópicas que parecen recordar el consejo de Darth Vader a Luke Skywalker de abandonarse a la ira y la venganza para caer al lado oscuro de la Fuerza. Tal es la causa y el efecto de la polarización estratégicamente programada. 

Fernando Broncano, Regímenes emocionales, El laberinto de la identidad 30/1172025


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