Tres preguntes per tractar la violència de gènere.


María quedó tirada, inconsciente, en un barranco tras ser molida a golpes por su novio. Sophia fue violada después de que un hombre le acuchillara y estrangulara en su propio coche. A S., su marido le cortó la nariz, los labios y las orejas. Ha ocurrido este año en España, Bolivia y Afganistán. Son solo tres de los 1.200 millones de mujeres en el mundo que sufren agresiones de su pareja o expareja (lo que denominamos violencia machista o de género) o ataques sexuales de terceros. Es el panorama al que se enfrenta una de cada tres personas de sexo femenino. Uno de cada seis habitantes del planeta.

Las cifras de los ataques físicos o psicológicos a mujeres retratan una mayor, global y diversa magnitud, de tal forma que no existe cultura que escape a una de las más graves violaciones de derechos humanos, expresión extrema de la desigualdad: 133 millones han sufrido algún tipo de mutilación genital en 29 países de África u Oriente Próximo. Casi la mitad de las mujeres de la UE han experimentado acoso sexual en el trabajo. Setecientos millones se han casado antes de los 18 años. Una de cada 10 niñas ha sido sometida a coitos forzados u obligada a mantener otro tipo de relaciones sexuales. Ellas suponen más de la mitad de los 21 millones de trabajadores forzosos fruto del tráfico de personas y la práctica totalidad de las víctimas de mafias sexuales. La mitad de las asesinadas en el mundo en 2012 lo fueron a manos de sus maridos, de tal manera que su casa resultó ser el lugar más inseguro.

Póngase en la piel de S., la afgana mutilada por su esposo. Piense en los hijos, si es que vieron al padre rebanar la cara a la madre. Si son varones, tienen enormes probabilidades de maltratar a su futura pareja; si son niñas, de convertirse en víctimas.

Imagine despertarse después de que su novio le ha pateado el vientre, estando usted embarazada, hasta creerla muerta, como le ocurrió a María. ¿Cómo seguir viviendo? ¿Podrán curarse algún día las secuelas, volver a trabajar, salir a la calle con cierta paz? La violencia contra las mujeres supone también millones de euros en costes económicos (hasta el 1,8% del PIB en pérdida de productividad en un país como Tailandia, por poner solo un ejemplo), pero además significa el aborto a golpes, el sida, el alcoholismo… o el suicidio.
O el asesinato, como le ocurrió al salir del trabajo a Sophia. Tenía solo 23 años. La peor cara del maltrato es el feminicidio, que abandera Centroamérica, una región atravesada por el crimen organizado y las maras, de las que las mujeres son víctimas y a las que también se han incorporado. Tanto El Caribe como América del Sur son también puntos calientes. “En la región central americana se suma la historia de guerras y conflictos en sociedades muy machistas en las que hay muchas armas”, retrata Nadine Gasman, que ha estudiado la violencia contra las mujeres en toda Latinoamérica para la ONU, “ y en las que se cometen crímenes con impunidad sistemática”.

Esta condena tan injusta para tantas es silente, subterránea, incluso en zonas del mundo teóricamente más avanzadas en igualdad. Según una encuesta elaborada en las 28 naciones de la UE, el maltrato grave de la pareja o expareja solo se denunciaba en un 14% de los casos. Un porcentaje similar de bajísima denuncia (13%) ocurría con los abusos sexuales infringidos por extraños.

¿Qué hacer ante una plaga que desgarra a las mujeres y a sus familias en todos los rincones del planeta? ¿Qué es lo que funciona y lo que no? ¿Acabaremos algún día con esta epidemia? ¿Cuál es el papel de los hombres, los agresores y los que sufren tanto como ellas?

Hemos planteado a cinco estudiosos de todo el mundo tres preguntas en apariencia simples y deliberadamente abiertas. Tanto como la dimensión de esta vergüenza:

1. ¿Cómo acabar de una vez por todas con la violencia de las mujeres?
2. ¿Qué medidas deberíamos haber tomado ya?
3. ¿Qué es lo que está funcionando?

Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno de España para la Violencia de Género

1. Hay que trabajar en la causa de la violencia, que son los hombres maltratadores. Con educación, para romper estereotipos y esa construcción cultural que les impele a actuar para preservar lo que ellos consideran que debe ser la conducta femenina. Debemos inculcar que la mujer no es una cosa y que tiene los mismos derechos. Por otra parte, hay que concienciar con crítica social, campañas y leyes. No podemos esperar a que la incorporación de las mujeres jóvenes resuelva el problema.
2. En España hemos retrocedido. Se ha perdido Educación para la Ciudadanía, la única asignatura que incidía en la igualdad, y por otra parte vuelven los colegios con segregación por sexo. Además, los organismos internacionales no tienen iniciativa. Por ejemplo, en la UE aún no existe una directiva de violencia contra las mujeres.
3. Hay iniciativas locales en Latinoamérica y África, con formación, tanto a nivel escolar como profesional. Pese a que no se ha trabajado en las causas, en España un 82% de las mujeres consiguen escapar de la violencia de género y las muertes han disminuido un 33% en cinco años.

Claudia García-Moreno, jefa del departamento de Violencia contra las Mujeres de la Organización Mundial de la Salud

1. No hay una vacuna ni una solución rápida. Pero es posible acabar con la violencia. Hay que responder a muchos niveles y en muchos sectores: hay que asegurar la igualdad y el acceso a un empleo de las mujeres, empoderándolas social y económicamente, transformar creencias y estereotipos. Donde es más aceptable la violencia contra las mujeres existe más violencia. Los medios de comunicación tienen un gran papel. Y hay que destinar dinero a la capacitación de las instituciones en los sectores de la educación, la salud, la justicia y la policía.
2. Si bien se ha avanzado en reconocer el problema (es decir, se han producido cambios legales), la instauración de esas medidas realmente no funciona. Tendríamos que haber capacitado a los médicos, los abogados o los jueces, introduciendo este tema en su formación. Y haber generado más liderazgo en políticos y mayor compromiso en personas influyentes, además de invertir en la recolección de datos para la investigación.
3. España es un ejemplo, por el reconocimiento de la violencia de género, aunque tenga sus problemas: pero existe un marco jurídico y un presupuesto para salud y educación. También hay algunos programas locales eficaces. Sudáfrica, con una iniciativa de microfinanciación para mujeres, consiguió que la violencia contra ellas descendiese en un 50% en dos o tres años. Una solución similar funcionó en Uganda cambiando actitudes sociales mediante trabajo comunitario.

Nadine Gasman, representante de ONU Mujeres en Brasil y exresponsable del departamento de Violencia contra las Mujeres en Latinoamérica para la ONU

1. Lo primero, nombrar esa violencia y hacer justicia, algo muy importante: que las mujeres denuncien y que pase algo. Y que cuando la sufran, que se les atienda integralmente: con un sistema de salud y servicios sociales, apoyos económicos y una justicia pronta y eficaz. Los medios de comunicación son muy importantes, porque a muchas mujeres les puede salvar la vida. En los casos de feminicidio en Centroamérica, la visibilización ha sido crucial. Pero de todo eso, lo más importante es la prevención, trabajar con los jóvenes para superar los estereotipos de género. Pero simultáneamente hay que luchar contra la violencia que está ocurriendo aquí y ahora.
2. Deberíamos haber puesto el dinero donde ponemos nuestras palabras: en salud, justicia y educación.
3. En Brasil hay una app, Clique180, en la que se informa a las mujeres de las rutas más seguras y qué servicios públicos están más cerca, y ellas van introduciendo información. Tiene un botón para llamar al teléfono de atención. Luego está el programa El valiente no es violento que ha movilizado a los hombres en 13 países.

Brian Heilman, especialista en Género y Evaluación en el Centro Internacional de Investigación en Mujeres ( ICRW )

1. Este tipo de violencia es un problema global. Por tanto, no hay una solución fácil. Pero uno de los pasos más importantes es cambiar la idea de que la violencia es aceptable. En demasiadas comunidades alrededor del mundo, las agresiones de los hombres hacia las mujeres se aceptan como una parte normal de la vida. Esto es falso; la violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos, un delito, y una barrera para el crecimiento económico y el bienestar de los seres humanos.
2. No puede ser responsabilidad de las mujeres acabar con esta violación que predominantemente toma la forma de actos de los hombres. Todos nosotros –hombres, mujeres y otros géneros– tenemos que comprometernos personalmente a no utilizar la violencia, y a partir de ahí trabajar juntos, simultánea e intensivamente, para prevenir y responder a estos ataques.
3. Un programa llamado SASA! en Uganda empodera a hombres y mujeres para que se conviertan en activistas que lideran conversaciones acerca de las maneras en las que cada uno puede moverse para eliminar la violencia en su entorno. Este programa puede reducir drásticamente la violencia de género. La violencia se puede prevenir. A través de la investigación, ICRW busca soluciones. Programas como nuestro Movimiento de Igualdad de Género en los Colegios (GEMS) lidera esfuerzos para construir normas igualitarias y promover una masculinidad no violenta.

Diana Deligiorgis, especialista en gestión del conocimiento para poner fin a la violencia contra la mujer de ONU Mujeres

1. La extensión de la violencia contra las mujeres y la magnitud de sus consecuencias requieren un rango de esfuerzos desde un nivel internacional hasta individualmente. Frecuentemente pensamos en las respuestas que se necesitan para las supervivientes, pero para acabar con todo debemos ir más allá de las consecuencias y trabajar proactivamente para enfrentar las causas que hacen que ocurra. Necesitamos promover la igualdad entre niños y niñas, hombres y mujeres, y necesitamos transformar corazones y cabezas para asegurar respeto mutuo, relaciones sanas y tolerancia cero para cualquier forma de abuso
2. Acelerar las leyes, políticas y programas para la prevención y respuesta a la lacra. Los Gobiernos deben cumplir con sus compromisos. Implantar servicios multisectoriales y accesibles, desde líneas calientes hasta ayuda al empleo para víctimas durante largos periodos de tiempo. Asegurar y promover todos los derechos de las mujeres.
3. La educación, sobre todo en secundaria, es un gran factor protector. Hay intervenciones grupales como Stepping Stones en 65 países; programas de microfinanciación combinados con aproximaciones de género en varios países, incluyendo naciones en guerra o en posguerra; intervenciones fuera de la escuela para jóvenes y hombres. Todo ello acompañado con la mejora global de la situación de las mujeres.

Ana Alfageme, Violencia contra las mujeres: la condena más injusta, El País Semanal, 12/12/2014

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