Internet contra les elits intel.lectuals.
Sartre i Simone de Beauvoir |
Pero dónde situar el punto de partida de este linaje ¿Sócrates o Platón?
¿Santo Tomás de Aquino? ¿Erasmo? “Que cada uno opine lo que quiera”. Minc,
ensayista y politólogo, lo tiene claro: “El intelectual moderno nace en el siglo
XVIII, cuando la sociedad civil se emancipa de la omnipotencia real. Los salones
son la primera manifestación de ello. Desde esta época, el intelectual se sitúa
del lado del poder o en su contra”, contesta el escritor vía correo electrónico
desde su oficina en la capital francesa. Entonces, las élites europeas hablaban
en francés y las ideas nacían, vivían y morían en París. En su top particular,
Voltaire, “tan seductor como cuestionable, tan brillante como superficial”,
ocupa el puesto de primer intelectual de la historia, el primero que ejercerá
sobre la sociedad un magisterio tan completo como el rey sobre el Estado y el
primero que hará de la defensa de los oprimidos un valor indiscutible.
Como pensador que ha leído y releído a los intelectuales, Minc decidió
atreverse con la corporación más poderosa de su país para superar la frustración
que le dejó su libro anterior, Una historia de Francia. Durante la
redacción sintió que la vida de las ideas aparecía al trasluz. “Necesitaba
satisfacer el deseo de repasar mis jerarquías y de verificar mis simpatías y
antipatías que han ido cambiando a lo largo del tiempo”. De lectura amena, el
libro recorre la historia francesa desde la Ilustración a nuestros días. ¿La
reflexión sobre el pasado puede ayudar a alumbrar el presente? “La historia es
la mejor disciplina para comprender el presente. No porque ella señale una
fatalidad o un encadenamiento sino porque es la ciencia social más global.
Pienso que no hay mejor caja de herramientas, por ejemplo, para explicar el
mundo de hoy que la de Braudel. Asimismo, está La extraña derrota, de
Marc Bloch, libro escrito en 1940, que sirve perfectamente como un manual para
comprender el funcionamiento actual de las élites”.
Visto desde el presente, el pasado suena apasionante. Una revolución, dos
guerras mundiales, la adhesión al comunismo y su rechazo posterior en 1968, tras
la invasión de Praga y el reconocimiento de los campos de trabajo, Minc cree que
la historia de los intelectuales franceses está marcada por grandes choques: “La
Revolución y, como reacción, la contrarrevolución; el caso Dreyfus; la relación
en el siglo XX entre los dos totalitarismos: fascismo y comunismo. Hoy la escena
es más llana: ya no hay un elemento primordial susceptible de provocar
guerras civiles intelectuales”.
Capítulo aparte merecen en este ensayo las mujeres (George Sand, Flora
Tristan y Louise Michel), “auténticas revolucionarias”, o el caso Dreyfus, en
cuyo origen se sitúa el nacimiento del término intelectual. André Gide emerge
como “la figura emblemática del pensador comprometido” y Sartre como el experto
en el balanceo ideológico: “Cazar en manada siempre es una ventaja. Sin Beauvoir
y sin la corte no habría podido llevar a cabo semejantes idas y venidas
políticas con tan mínimo coste”.
Chateaubriand, Balzac, Zola, Maupassant, Victor Hugo, Goethe, Kant, Gide,
Malraux. ¿Quiénes ocupan hoy la vanguardia de la sociedad? “Ya no existe la
figura del intelectual magistral a la antigua usanza. Sartre es el último de
ellos. Bourdieu intentó reinventar el papel, pero no ha conseguido más que ser
un pálido imitador. Bernard-Henri Lévy se cree un Malraux contemporáneo y él
llega a mezclar la reflexión y la acción con el caso de Libia como punto
culminante. Pero su magisterio no puede compararse con el de Sartre y Malraux;
no por un fallo suyo sino porque la sociedad ha cambiado. ¡Todas las autoridades
están debilitadas: la política, la religiosa y también la intelectual!”.
—Durante el Mayo Francés los intelectuales dirigieron la movida. ¿En un mundo
tan dominado por los mercados, los economistas pueden sustituir a los
filósofos?
—Los economistas jamás serán sabios. Ellos son expertos que la opinión
pública quiere abusivamente transformar en profetas. Pero son expertos que
carecen de un pensamiento global sobre la sociedad. Hasta Keynes, el más grande
entre ellos, no se interesa en el funcionamiento de la sociedad. Él no es capaz,
como lo hizo Marx de forma extraordinaria, de volver indisociables la economía y
la sociedad.
La irrupción de Internet lo cambia todo. Su tesis es que ya no existe
monopolio de la información, “no más jerarquías, no más circuitos privilegiados.
En el reino del buzz todo el mundo se mete en los asuntos de los
demás”.
—¿En qué medida la Red transformará el funcionamiento de la esfera
intelectual?
—Ya no existe la vanguardia de la sociedad. Internet crea un gran baño
democrático que anula todas las jerarquías, incluyendo a los intelectuales. El
sistema de poder intelectual —libros, críticas, debates mediáticos— está atacado
por la Red. Nada está dado de antemano. Dicho esto, este inmenso espacio tiene
un mayor inconveniente: desvalora al experto y al erudito. En la Red, todo vale:
la opinión emotiva tanto como el razonamiento deductivo. ¿Cómo se recrearán
nuevas legitimidades? Nadie lo sabe.
El futuro, vaticina Minc, será de los e-intelectuales. Esa nueva
especie emergerá de este inmenso guirigay, pero es imposible definirlo hoy. “En
todo caso, no será el pensador magistral que reflexionará como un clásico
internetizado”.
—¿Cuál debería ser la hoja de ruta para una nueva Europa en este ciclo
histórico que ahora sin duda comienza?
—Europa debe estar orgullosa de sí misma. Es el espacio más libre del mundo
en términos de habeas corpus, de libertades individuales, de derechos
humanos. Estados Unidos es mucho más restrictivo. Existe un modelo europeo,
tanto en términos de derechos como en términos económicos. ¿Acaso hay un modelo
más equilibrado que la economía social de mercado? En cuanto a la construcción
política, esta avanza a su manera, a pesar de que lo haga con torpeza. ¡Habría
que otorgar el Premio Carlomagno a los mercados! Estos últimos nos han obligado,
en solo dos años, a dar pasos hacia delante que eran inimaginables. ¡Y otro
premio a los intelectuales por ser los portavoces del milagro europeo!
—¿Siente que la crisis de valores actual es, en realidad, la crisis del
pensamiento europeo?
—No existe una crisis del pensamiento europeo. La anulación de los sabios es
testimonio de una madurez creciente. El intelectual “a la antigua” representaba
para el pensamiento lo que los reyes representaban para la autoridad: una
autoridad superior. Los eruditos se han multiplicado; el nivel cultural ha
aumentado. Del mismo modo que los sistemas de poder político apoyan cada vez
menos la autocracia, la sociedad no quiere saber más de “tótemes intelectuales”.
De Gaulle ya no es posible pero Sartre tampoco. Es la prueba de que hemos
progresado.
Alain Minc, El arte de la persuasión, articles i entrevista de A. Castilla, Babelia. El País, 25/02/2012
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