L´escepticisme no dogmàtic de Pascal i Hume.
Pascal |
Ahora bien, estos significados técnicos han convivido en la
tradición filosófica, y fuera de ella, con otros usos peyorativos. Así, serían
dogmas aquellas supuestas verdades aceptadas sin crítica o examen, y dogmáticos
aquellos que las aceptan o conminan a otros a su aceptación. Por ejemplo, Sexto Empírico ya usaba de esa forma el
término "dogmático". Al clasificar las distintas sectas filosóficas,
este autor contrapone dogmáticos (dogmatikoí) académicos y escépticos
(skeptikoí): mientras que los primeros, como Aristóteles, los epicúreos y los estoicos, se caracterizarían por
creerse en posesión de la verdad, y los segundos por considerar que la verdad
no puede ser aprehendida habiéndonos de conformar, por tanto, sólo con la
verosimilitud, los escépticos serían los filósofos examinadores que siguen
investigando -sképtomai significaba mirar cuidadosamente o examinar una cosa, y
sképsis examen o indagación.
Así las cosas, parecería que lo contrario al dogmatismo será el
escepticismo. Sin embargo, aquí la etimología no es la última palabra: no está
claro que el escepticismo no contenga también sus buenas dosis de dogmatismo.
En este sentido, Tomás Calvo se ha
preguntado si detrás de la suspensión del juicio propuesta por Pirrón no se encuentra la aceptación
dogmática de la tesis ontológica antirrealista de que la realidad, en sí misma,
es indeterminada. Igualmente, según R.
H. Popkin, en la Europa de los siglos xv-xvii el escepticismo antiguo
habría sido utilizado frecuentemente como munición en favor de posiciones
religiosas dogmáticas. Y ello en tres frentes distintos: en Italia, en la
defensa de un conocimiento religioso iluminado, milenarista y anti-papal (Gianfrancesco Pico della Mirandola y Savonarola); en Francia, a favor de la
ortodoxia católica desde el fideísmo (Michel
de Montaigne); y en Inglaterra y en los Países Bajos, en aras de un
misticismo profético normalmente ligado a protestantes iluminados (J. Mede, H. More, J. Dury, J. A. Comenius).
Esta compleja situación ideológica es, sin duda, de interés para
entender la génesis de la filosofía moderna, pues Descartes no sólo luchó dogmáticamente en sus escritos contra el
escepticismo de Montaigne
oponiéndole su concepto de "certeza metafísica" derivada del
conocimiento matemático e instanciada en su criterio de evidencia, sino que
además discutió con More, Dury y Comenius. Por otro lado, Descartes
opuso su dogmatismo a lo que podríamos llamar escepticismo de talante
operacionalista e instrumentalista con el que la Iglesia católica, y en
concreto el Papa Urbano VIII, pretendía impugnar el realismo científico de Galileo y defender dogmáticamente. la
revelación y la teología como la última palabra sobre el conocimiento de la
realidad.
El dogmatismo de Descartes
fue, a su vez, denunciado por Pascal
y Hume. Ambos autores contemplaron
como dogmático no sólo el fundamentismo cartesiano, sino también la manera como
dentro de éste se utilizaban las dudas del escéptico. El escepticismo metódico
que Descartes finge, así como su
respuesta, compartirían la tesis de que el conocimiento necesita de una
fundamentación racional, es decir, que la razón humana debe fundamentarse a sí
misma mediante una certeza metafísica o absoluta, ya que de no ser así el
conocimiento quedaría arruinado: de ahí la búsqueda que Descartes emprende de un criterio del conocimiento. Ahora bien, y
este sería precisamente el doble error dogmático de Descartes, ni el escéptico tiene derecho a exigir una
fundamentación vía certezas metafísicas, ni es necesario, y por tanto no tiene
sentido, buscar dicha fundamentación. Con otras palabras: ni las matemáticas,
ni el conocimiento del mundo externo, ni la inducción, ni nuestras creencias
morales y estéticas tienen, ni necesitan tener, a la razón como fundamento
último. Por contra, como han señalado J.
Marrades y V. Sanfélix, el
escepticismo anticartesiano de Pascal
y Hume, que podemos encontrar
respectivamente en Pensamientos y en
la Investigación sobre el entendimiento
humano sería un escepticismo de fundamentación.
Pascal y Hume, estando de acuerdo con el pirronismo
en que no es posible justificar los primeros principios de nuestras prácticas
cognoscitivas, no obstante, no aceptan que haya necesidad de encontrar una
justificación racional, es decir, que sea necesario apelar a un criterio del
conocimiento que justifique el conocimiento. Por ello, para estos autores, el
pirronismo y la duda cartesiano serían una exageración dogmática, que como
método es un camino de no retorno, mientras que como duda real ni siquiera
podría ser un punto de partida, Esto, sin embargo, no haría del conocimiento
algo arbitrario: la fe, el corazón, la aprehensión cordial, el instinto, el
sentimiento natural, la naturaleza, el hábito, la costumbre, la certeza moral,
etc., serían en Pascal y Hume maneras de hablar de la razón sin
formalizar ni fundamentada. En contra de la razón justificándose a sí misma,
para estos autores, lo que hay como horizonte último de la razón y del
conocimiento es la naturaleza humana: la conducta irrebasable de los seres
humanos.
Ahora bien, este escepticismo no dogmático en Pascal y en Hume da
lugar a distintas actitudes vitales y existenciales. Mientras que en Pascal el escepticismo no dogmático
convive con el fideísmo religioso -recuérdese la famosa apuesta pascaliana en
sí misma tan poco dogmática- y con la visión de la miseria y la quimera del
hombre sin Dios, en Hume da lugar a
un escepticismo mitigado o académico, un escepticismo que afecta al valor de la
misma actividad filosófica y que subordina la razón a la humanidad del hombre.
Así, lo que en Pascal es la caña
pensante que anhela y cree en la infinitud, en Hume es el filósofo tranquilo, moderado y sereno, lejos tanto de
las monstruosidades que genera la razón en su uso dogmático pirrónico o
cartesiano (la pérdida del sentido común, el delirio metafísico, el fanatismo
racionalista, el individualismo egoísta e insociable, etc.), como de aquellas
otras que engendra la irracionalidad (la superstición, la intolerancia o las
ficciones compensatorias). Un filósofo tranquilo que retorna, tanto en lo
teórico como en lo práctico, a la actitud natural del hombre, pero enriquecido
por la reflexión filosófica, y que en función de la debilidad de la naturaleza
humana es escéptico incluso respecto de la transcendencia crítica y terapéutica
de sus propias reflexiones.
Bibliografía:
CALVO, T., "El pirronismo y la hermenéutica escéptica del
pensamiento anterior a Pirrón", en J. Marrades y N. Sánchez (eds.), Mirar con cuidado. Filosofía y
escepticismo, Valencia, Pre-textos/Universidad de Valencia, 1994; MARRADES, "Pascal, entre Descartes y el
pirronismo", en J. Marrades y N. Sánchez (eds.), 1994; POPKIN, R. H., La historia del escepticismo de
Erasmo hasta Spinoza [1960],
México, FCE, 1983; POPKIN, R. H., "The
Sceptical Origins of the Modern Problem of Knowledge", en N. S. Care y
R. H. Grimm (eds.), Perception
and Personal Identity, Cleveland, The Press of Case Western Reserve
University, 1969; POPKIN, R. H., "Profecía
y escepticismo en los siglos xvi y xvii", en J. Marrades y N. Sánchez
(eds.), 1994; SANFÉLIX, V., -Del delirio melancólico a la serenidad
reflexiva. El escepticismo humeano y la condición humana-, en J. Marrades y
N. Sánchez (eds.), 1994.
Antoni Defez i Martin, Dogma, dogmatismo y escepticismo. Compendio de Epistemología, J. Muñoz y J. Velarde (eds.), Editorial Trotta, madrid 2000, pags. 188-191
Antoni Defez i Martin, Dogma, dogmatismo y escepticismo. Compendio de Epistemología, J. Muñoz y J. Velarde (eds.), Editorial Trotta, madrid 2000, pags. 188-191
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