Debat ciència versus religió.
Dawkins i Rowan Williams |
Bajo el título La naturaleza del ser humano y la cuestión de su origen
último, este jueves tuvo lugar en la Universidad de Oxford (Reino Unido) un
debate entre los, probablemente, máximos responsables vivos del ateísmo y el
cristianismo en Reino Unido: el biólogo evolutivo Richard Dawkins y el arzobispo
de Canterbury, Rowan Williams.
Los prolegómenos del debate, además, prometían: hace una semana, durante la
presentación en la BBC Radio 4 de un estudio que revela que dos terceras partes
de los cristianos desconocen el título del primer libro del Nuevo Testamento,
Dawkins olvidó el título completo del Origen de las especies de Darwin,
al ser preguntado por el reverendo Giles Fraser, antiguo responsable de la
catedral de St. Paul's. Sin embargo, en Oxford, lo que se anunciaba como un
polémico debate se fue transformando poco a poco en un monólogo del biólogo
autor de El espejismo de Dios, que ridiculizó con cierta diplomacia
algunas afirmaciones de Williams, al que acusó de utilizar "un lenguaje
demasiado poético".
Por un lado se enfrentaba la teoría darwiniana de Dawkins, encantado de que
la "colisión de átomos" y "las leyes de la física hayan conspirado para crear
algo tan maravilloso como los seres humanos" y, por otro, el arzobispo, para el
que la explicación última es Dios. "El acto de Dios es el principio de la
creación", aseguró, como si se tratara de un diseñador superior, de "una especie
de macrogestor" al que, no obstante, se le escaparon algunos detalles.
Precisamente en estos detalles, en el hecho de que "somos un diseño
imperfecto", Dawkins se basó para negar "la existencia de un diseñador"
superior. El ateo fue claro al asegurar que "todo ha surgido de la nada" y
remarcó toda "la complejidad de la evolución". Sin embargo, concedió una
importante cuota de participación al azar en este proceso evolutivo, que no es
lo mismo, llegó a ironizar, que "recurrir a Dios cuando no entendemos el origen
de algo".
Así, mientras el arzobispo afirmaba rotundamente que "la elegancia y la
belleza del universo tienen que tener un origen divino", Dawkins se preguntaba:
"¿Por qué recurrira algo tan confuso como Dios para explicar nuestro origen si
la ciencia basta para explicar a los humanos?".
A medida que avanzaba el debate, este se fue encaminando hacia otros
derroteros; Dawkins llegó a hablar, incluso, de "universos paralelos", de la
"existencia de múltiples universos que no son más que diferentes versiones".
Pero sin duda, el frente casi el último en el que el arzobispo participó más
activamente fue el que abordó la conciencia y el alma.
Williams acusó a las teorías de Darwin, en las que se apoyaba continuamente
Dawkins, de ser "incapaces de explicar la conciencia", así como las leyes de la
física tampoco pueden explicar por sí mismas el alma humana. Un alma humana que,
según el arzobispo, sobrevive a la muerte. Williams subrayó el hecho de que el
hombre es el único ser capaz de hacerse preguntas sobre él mismo, precisamente,
"porque tenemos consciencia sobre nosotros, a diferencia de los animales" y, por
este motivo, "podemos rezar, tener una relación con Dios".
"¿Cómo nace la conciencia?", surgió la pregunta en el auditorio abarrotado la
venta anticipada de entradas a un precio simbólico de cinco libras se agotó
varias semanas antes. Williams sostuvo que fue una "llamada de Dios" la que hizo
que el hombre tuviera conciencia en un momento de su evolución. El contraataque
del ateo no se hizo esperar y aprovechó para ironizar preguntando: "¿En qué
momento inyectó Dios la conciencia a los humanos?".
Según Dawkins, son las leyes de la física en último extremo "las que están
detrás de todo lo que ocurre en la naturaleza", incluso de la conciencia, aunque
admitió lo complejo de su explicación. Una conciencia, por otro lado, de la que
Dawkins dijo que "no es más una ilusión", incluso "un mito", según las teorías
de algunos neurocientíficos. El biólogo fue aún más lejos y predijo un futuro en
el que existirán ordenadores con conciencia, como los humanos. Sin embargo, el
biólogo matizó que "los ordenadores tampoco serán libres", del mismo modo que
sucede en el caso de los humanos, "aunque tengamos la sensación de que somos
libres cuando tomamos una decisión".
David Bollero, Cara a cara entre ciencia y religión, Público, 24/02/2012
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