Gens i unitat Europea
by Vicman |
Recuerdo haber escrito en estas mismas páginas alguna reflexión sobre nuestro
carácter tribal. Los orgullosos ciudadanos de los países supuestamente
civilizados contemplamos con cierto paternalismo a las tribus que, por fortuna,
aún persisten en el planeta. Esas tribus viven de la caza y la recolección,
aunque muchas han sido contaminadas en tiempos recientes por las influencias de
los países desarrollados. No hace tanto tiempo, los europeos vivíamos en tribus
similares a las que ahora perviven en ciertos lugares de África o Suramérica.
Según nos cuentan, algunas tribus del norte causaron el declive de ciertos
imperios.
Con el paso de los años, la globalización cultural se fue adueñando de la
forma de vida de todos los europeos. Se puede viajar desde Algeciras hasta el
norte de cualquier país de Escandinavia sin que notemos variaciones dramáticas
en la forma de vida de sus gentes. Veremos cambios en la fisonomía de los
pueblos, una interesante diversidad gastronómica, cierta pluralidad en las
costumbres de la vida diaria, casi siempre condicionadas por el clima y el
tiempo de luz solar, etc. Pero no detectaremos nada verdaderamente espectacular
o sorprendente.
La genética está en sintonía con estas observaciones. La homogeneidad del
genoma de los todos los europeos es muy notable. No obstante, y a pesar de todos
los argumentos que acabo de exponer, el carácter tribal de Europa sigue vigente.
Es nuestro talón de Aquiles, del que se aprovechan otros países con la misma o
mucha menor trayectoria histórica.
El tribalismo es un rasgo característico de todas las especies de nuestra
genealogía. Hemos conservado un tipo de comportamiento ancestral, que intentamos
disfrazar con voluntad y con un gran esfuerzo intelectual. Pero los genes nos
delatan y traicionan. Tanto es así que en todos los países europeos existen
fuerzas de dispersión, que se oponen a las fuerzas de cohesión. Ni tan siquiera
nuestros líderes políticos son capaces de ponerse de acuerdo en algo tan
fundamental como la estabilidad económica de Europa. Es natural, los políticos
tienen los mismos genes y, por tanto, las mismas inclinaciones que cualquiera de
nosotros. Son los jefes de las tribus europeas, con mayor o menor influencia en
función de sus fuerzas económicas.
A pesar de los enormes esfuerzos de los grandes intelectuales que tenemos en
Europa, la influencia de los genes hará muy complicada la ansiada unidad de
todas las tribus. Quizá la única manera de combatir la crisis que nos afecta de
manera cada vez más alarmante.
José María Bermúdez de Castro, El tribalismo de Europa, Púablico, 12/02/2012
Comentaris