Acceleració contra burocratització (Peter Thiel)
La innovación es un tema fundamental para Thiel. En la práctica, pero también en la teoría. Sostiene que no es cierto que vivamos en el momento de máxima innovación tecnológica de la historia. Que estamos estancados. Vas con tu iPhone caminando por la calle y sentís que estás viviendo en el futuro con todo en tus manos, pero si te lo guardás en el bolsillo estás a principios del siglo XX. Autos, trenes, barcos. Como dice y repite Thiel: “nos prometieron autos voladores y nos dieron 140 caracteres”. Irónicamente Twitter fue comprado por su viejo socio Musk.
Una cosa es innovar en el mundo de los átomos y otra en el de los bits. Occidente -Estados Unidos- inventó la bomba atómica en los ’40 y llegó a la Luna en los ’60 y desde ahí, según Thiel, hemos hecho poco. Semanas después del Apolo 11 vino Woodstock, “el triunfo de los jipis”. Según Thiel, si la biología y la ingeniería hubieran evolucionado al mismo ritmo que las ciencias computacionales ya deberíamos experimentar a la vida eterna (Nixon le declaró la guerra al cáncer en 1973) y ya hubiéramos llegado a Marte. Su amigo Musk intenta saldar esa deuda.
En este marco sostiene que, por ejemplo, Google inventó algo hace más de un cuarto de siglo y que hoy no saben qué hacer con el dinero de los inversores: que invertir en Google es invertir contra el progreso y ha dicho que Google podría estar traicionando a Estados Unidos en sus colaboraciones con China. Thiel piensa mucho en China. Piensa que hoy hay dos grandes tecnologías contemporáneas. Una libertaria y otra comunista: las criptomonedas y la Inteligencia Artificial.
Para Thiel la ciencia no avanza y la culpa la tiene la burocracia científica y la administración federal. Para Thiel vamos demasiado lento y el sistema político no ayuda o más bien todo lo contrario. Por eso dijo más de una vez cosas como “no creo que la libertad y la democracia sean compatibles”. Como remedio a ese retardo tiene a mano el modelo político propuesto por su viejo socio Curtis Yarvin, un concepto recuperado de Hans Hermann Hoppe: una monarquía dirigida por un CEO en el que los ciudadanos son los accionistas.
La aceleración del tiempo tiene una larga tradición en Occidente. Sibila Tiburtina en un texto apocalíptico decía que “y los años se acortarán a meses y los meses a semanas y las semanas a días y los días a horas”. Subyace a la lógica apocalíptica una idea de la aceleración y la abreviación de las jornadas. En esa misma dirección apunta Marcos (13, 20): “Y si el señor no acortase aquellos días, no se salvaría nadie, pero, en atención a los elegidos que él escogió, ha acortado los días”. La contracción del tiempo tiene, desde el punto de vista teológico, un sentido apocalíptico.
Refiriéndose, por medio de una interpretación discutible, a 1 Tesalonicenses 5:3 ("Porque cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán"), Thiel, sostiene que su tesis especulativa es que, “si el Anticristo llegara al poder, estaría hablando del Armagedón constantemente”. Y agrega que “hay que imaginar que esto suena muy diferente en un mundo en el que lo que está en juego es tan extremo, en el que la alternativa a la paz y la seguridad es el Armagedón y la destrucción de todo. En este sentido, la paz y la seguridad tienen mucha más importancia que en 1750”.
En este contexto Thiel conceptualiza la IA no únicamente como un instrumento tecnológico, sino como una amenaza de carácter político y espiritual para la civilización occidental en particular y humana en general. Desde su perspectiva, la IA conspira para la concentración del poder en estructuras centralizadas que, mediante algoritmos, pueden gestionar poblaciones enteras sin recurrir a formas demasiado visibles de coerción. Esta capacidad de control total, particularmente en manos de regímenes autoritarios como el chino, constituye el gran adversario y el temor de Thiel. Para el autor de De cero a uno, este fenómeno no representa un progreso neutral, sino un peligro antropológico: una inteligencia sin alma que imita la forma del pensamiento humano, pero carece de su dimensión ética y de su espiritualidad.

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