És possible una esquerra postcapitalista?
En la clase del 14 de noviembre de 2016 en Goldsmiths Fisher aborda el clásico Eros y civilización (1955) de Herbert Marcuse detectando que el aporte y la actualidad del texto del autor alemán reside en que el malestar inherente a toda cultura se encuentra en el imperativo del trabajo. Evidentemente, no hay civilización sin represión de pulsiones destructivas, sin embargo, la represión suplementaria en la sociedad occidental y capitalista será necesaria y estará constituida por la obligación de trabajar. Operando una lectura aceleracionista de Marcuse, Fisher sostiene que el desarrollo tecnológico permitirá pensar en la posibilidad postcapitalista ya que la productividad descansará en las máquinas y los hombres podrán dedicarse a los afectos, el arte y la cultura, emancipándonse del imperativo protestante de la “ética del trabajo”.
No hay en el aceleracionismo de izquierda fisheriano una crítica a la tecnología, la mecanización y la estandarización del esquema productivo, más bien lo contrario, habrá que usar la automatización y robotización en beneficio propio y acelerar este proceso para hacer posible la autonomía verdadera de los cuerpos que propiciaba la contracultura de los sesentas en su crítica al trabajo como regulador de la vida. Sin embargo, la efectividad del capitalismo, según nuestro autor, residirá siempre en obstaculizar, en impedir e inhibir la toma de conciencia de las personas a vivir de otra manera y procurará rehabilitar diferentes formas residuales de puritanismo moral.
Ahora bien, es importante situar que el disparador del debate aceleracionista será la publicación en 2013 del “Manifiesto por una Política Aceleracionista” de Alex Williams y Nick Srnicek. En este artículo los autores desarrollan un programa a partir de la lectura de dos textos cruciales como el “Fragmento sobre las máquinas” de los Grundrisse (1858) de Marx y El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari (1972). Este último, en rigor, será la fuente ineludible de la cual beberán todos los adscriptos al aceleracionismo a partir de una cita ya afamada de los autores franceses:
Pero, ¿qué vía revolucionaria, hay alguna? ¿Retirarse del mercado mundial como aconseja Samir Amin a los países del tercer mundo, en una curiosa renovación de la “solución fascista”? ¿O bien ir en sentido contrario? Es decir, ir aún más lejos en el movimiento del mercado, de la descodificación y de la desterritorialización (…) No retirarse del proceso, sino ir más lejos, “acelerar el proceso”, como decía Nietzsche: en verdad, en esta materia todavía no hemos visto nada.
Los aceleracionistas pondrán el foco no tanto en la posesión de las fuerzas de producción (como el marxismo clásico) sino en su uso, es decir, la tecnología capitalista no excluye la posibilidad de otras relaciones en las que puede ser empleada. En su texto aceleracionista por excelencia titulado “Una revolución social y psíquica de magnitud casi inconcebible: los interrumpidos sueños aceleracionistas de la cultura popular” (2013) Fisher detallará de qué manera la contracultura fue cooptada por el discurso anti-estatista neoliberal que reclamó el terreno libidinal, modernizador y tecnológico para sí.
La hipótesis del autor de Realismo capitalista residirá en que el neoliberalismo logró detectar e individualizar los deseos que la contracultura había abierto e incorporó esta nueva dimensión deseante y vitalista. El mismo capital será percibido desde una perspectiva anarquizante, caótica, inyectada de deseo y en permanente transformación, todos atributos de la contracultura de los años sesenta. Sin embargo, al mismo tiempo y en un sentido inverso, Fisher nos muestra que hubo “compensaciones” para evitar el desfonde de la familia como núcleo resistente de valores conservadores al fluir deseante del capital. La derecha neoliberal percibió con lucidez el potencial destructor de los flujos deseantes liberados. El thatcherismo fue eso: “anarquía” del capital pero restauración de la familia tradicional.
Leyendo a Ellen Willis, crítica musical y cultural que plantea que la contracultura tenía la voluntad de reemplazar a la familia por un sistema comunitario de crianza infantil, Fisher detecta que estas fibras aceleradas podrían haber constituido “una revolución social y psíquica de magnitud casi inconcebible”. En este sentido, el intelectual inglés sostiene que el aceleracionismo busca dar cuenta de los deseos y procesos que el capitalismo si bien hace surgir, no puede contener. Acelerar estos procesos empujaría al capitalismo más allá de sus límites, planteando de esta manera una izquierda postcapitalista. La aceleración que parte del famoso pasaje de Deleuze y Guattari, en la práctica sería una desregulación no solo económica sino moral; la única vía en términos aceleracionistas para superar al capitalismo, desde dentro del mismo, sería eliminando los elementos reterritorializantes (como el familiarismo conservador y el tradicionalismo religioso que el neoliberalismo reaccionario restaura).
De modo que si es posible pensar en un aceleracionismo de izquierda, en oposición a la lectura que realiza Nick Land de El Anti-Edipo, sería comprendiendo el pasaje crucial del texto como un hipotético nuevo modelo de marxismo adaptado al capitalismo tardío. Uniendo a Deleuze y Guattari con Ellen Willis, podemos decir con Fisher: “una política hostil al capital pero vivificante para el deseo”. No casualmente para los autores de El Anti-Edipo será la familia el agente de reterritorialización capitalista más evidente, el familiarismo que atacan Deleuze y Guattari es la dimensión donde se concentra la edipización y la privatización del deseo. Esta crítica a la familia tradicional, de alguna manera también era, por añadidura, un combate contra la psiquiatría y al psicoanálisis lacaniano como modalidades que hacen del familiarismo su fundamento teórico y clínico. De ahí que la izquierda por pánico moral haya retrocedido conservadoramente frente al potencial despliegue de un aceleracionismo de izquierda.
Si la izquierda presente (sea neoliberal o populista), ha sido anti-aceleracionista es, según Fisher, debido a su oscilación entre la nostalgia y el miedo respecto de la emergencia de nuevos modos de vida. Y no hay un deseo potente que se actualice en nuevas modalidades existenciales si no es asimilando a la tecnología, asumiéndonos como seres fabricados por este capitalismo tardío, es decir, configurados por dispositivos, prótesis e interfaces desde nuestro nacimiento.
Luis Diego Fernández, Tecnología e izquierda: la función de Mark Fisher, Revista Supernova agosto 2025

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