Política i ética (Max Weber)
… ¿cuál es la relación auténtica que existe entre ética y política?
La ética acósmica nos ordena “no resistir el mal con la fuerza”, pero para el político lo que tiene validez es el momento opuesto: has de resistir el mal con la fuerza, pues de lo contrario te hacen responsable de su triunfo.
… cualquier acción orientada éticamente puede ajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí y totalmente opuestas: la ética de la “convicción” o la ética de la “responsabilidad”.
En el momento que las consecuencias de una acción con arreglo a una ética de la convicción resultan funestas, quien la llevó a cabo, lejos de considerarse comprometido con ellas, responsabiliza al mundo, a la necedad de los hombres o a la voluntad de Dios por haberlas hecho así.
Por el contrario, quien actúa apegado a una ética de la responsabilidad toma en consideración todas las fallas del hombre medio.
No hay ética en el mundo que pueda abstraerse al hecho de que para alcanzar fines “buenos” haya de recurrir, en muchos casos, a medios moralmente dudosos. (…) Es más, ninguna ética del mundo es capaz de precisar, ni resolver tampoco, en qué momento y hasta qué punto los medios y las consecuencias laterales moralmente arriesgadas quedan sacrificadas por el fin moralmente bueno. La política tiene como factor determinante la violencia. En lo tocante a la santificación de los medios por el fin, se presenta aquí, inevitablemente, el quebrantamiento de cualquier moral de convicción.
… en el plano de las realidades, observamos de continuo cómo aquellos que proceden conforme a la ética de la convicción se convierten con gran rapidez en profetas quiliásticos (…) (se) acogen enseguida a la fuerza ·definitiva” que trae implícito el aniquilamiento de la violencia total a semejanza de nuestros oficiales que, al emprender una nueva ofensiva, decían a los soldados que era la última, la del triunfo definitivo, tras la cual vendría la paz. Para quien actúa con la ética de la convicción resulta intolerable la irracionalidad ética del mundo. Se trata de un “racionalismo” cósmico-ético.
… lo bueno solo puede derivarse de lo bueno, y de lo malo únicamente lo malo.
El problema inicial surgido de la teodicea estriba en cómo es posible un poder supuestamente infinito y bondadoso al unísono, haya podido crear este mundo irracional de inmerecido sufrimiento, de injusticia con impunidad y de irremediable insensatez. Así pues, o no es todopoderoso, o carece de bondad; o quizá la vida esté regida por principios de equilibrio y sanción, de modo que en la tarea de querer interpretarlos únicamente puede ayudar la metafísica, a no ser que todas las manifestaciones religiosas hayan estado impulsadas por la fuerza de esta cuestión de la irracionalidad. (…) Asimismo estaban convencidas de que todo aquel que se daba a la política, mejor dicho, que se valía del poder y la violencia era porque tenía un pacto con el diablo. Por consiguiente, la realidad es que en su dinamismo ya no es lo bueno lo que solo produce el bien y lo malo el mal, sino que, a menudo, suele ocurrir a la inversa. No darse cuenta de esto en el plano de la política es pensar puerilmente.
Los profesionales de la política, o los aspirantes a serlo, necesitan obligatoriamente tomar conciencia de estas paradojas morales y de su responsabilidad. (…) Insisto en que quien se dedica a la política establece un pacto táctico con los poderes satánicos que rodean a los poderosos.
Para substraerse a este designio, los grandes virtuosos del amor al prójimo y el bien acósmico, de Nazaret, de asís o de los palacios reales de la India, no se inmiscuyen en los medios políticos, no actuaron dentro del poder. Su reino no era de este mundo, a pesar de haber tenido éxito en él. (…) Quien busca salvación de su alma y a redención de las ajenas no al encontrarán en los caminos de la política, cuyas metas son distintas y cuyos éxitos solo pueden ser alcanzados por medio de la fuerza.
Todo lo que se persigue mediante la acción política y los medios violentos que ella utiliza con apego a la ética de la responsabilidad, supone un peligro para la “salvación del alma”.
… la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción (…) son elementos complementarios que deben concurrir en la formación del hombre auténtico, a la formación del hombre que pueda tener “vocación política”. Tenemos frente a nosotros algo que no es alborada del estío, antes bien, noche polar de oscuridad dura y helada. (…) Donde no hay nada, efectivamente, no es solo el emperador el que pierde o carece de derechos, sino también el proletariado.
La política estriba en una prolongada y ardua lucha contra tenaces resistencias para vencer, lo que requiere, simultáneamente, de pasión y mesura. Es del todo cierto, y así lo demuestra la Historia, que en este mundo no se arriba jamás a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible (…), pero para realizar esta tarea (es) indispensable (…) la fuerza de voluntad que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren mostrarse incapaces de realizar todo lo que aún es posible. Únicamente quien está seguro de no doblegarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado necio o demasiado abyecto para aquello que él está ofreciéndole (…), es capaz de oponer un “sin embargo”; únicamente un hombre constituido de esta manera podría demostrar su “vocación política”.
Max Weber, La política como vocación (1919)

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