Ermanno Vitale: "El capitalisme fiancer és constitucionalment immune".
Ermanno Vitale |
El asombro de escuchar al presidente del Gobierno hablar de la reforma
laboral como quien comenta un partido de fútbol se transformaba en estupor al
comprender que para él una huelga es algo así como un dolor de muelas. Y lo peor
no es que lo piense, sino que su concepto de paro laboral no está demasiado
alejada de la realidad. Las huelgas se han convertido en un mero trámite, en un
guión previamente escrito, en una secuencia emotiva, con más pompa que
efectividad, de una película en la que los poderosos son directores y
protagonistas y los ciudadanos, meros secundarios. Así lo define el ensayista
Ermanno Vitale en Defenderse del poder. Por una resistencia constitucional,
recientemente publicado por Trotta: "El derecho de huelga, el típico instrumento
de resistencia al poder económico codificado en las cartas constitucionales de
muchos estados democráticos, parece cada vez más como un arma sin filo, de
limitada eficacia".
En el libro, Vitale profundiza en el concepto de resistencia como forma de
cambio político y social, hace un recorrido histórico que se remonta a la Grecia
clásica y llega hasta Pasolini, y culmina proponiendo nuevas estrategias de
enfrentarse al poder. ¿Cuáles? Como primer paso, rescatar la legitimidad perdida
de las constituciones occidentales desde la época de la posguerra. "Hay que
volver a tomarse en serio el constitucionalismo plasmado en las constituciones
europeas más avanzadas, que conjuga derechos de libertad, derechos políticos y
derechos sociales, para que llegue a convertirse también en un
constitucionalismo de derecho privado, que pueda embridar al capitalismo
financiero", explica a Público el autor, profesor de Ciencia Política en la
Universidad del Valle de Aosta (Italia).
La espiral de la destrucción
Septiembre de 2008. Cataclismo en Lehman Brothers. La economía mundial cae en
barrena y los castillos financieros se derrumban como fichas de dominó empujadas
por una leve brisa. Eran naipes, no cemento. "Todo era perfectamente legal y
perfectamente amoral", se oía. El capitalismo financiero se comía los cimientos
del Estado del bienestar tras muchos años disimulando con una media sonrisa, mientras por
debajo jugaba y especulaba con los derechos más básicos de la población. "El
capitalismo financiero es constitucionalmente inmune", denuncia Vitale.
Las protestas de los ciudadanos, indefensos ante un sistema de intereses y
poderes supranacionales, invisibles y sofisticados que supera incluso a los
propios gobiernos, no encuentran un claro objetivo. ¿Quién tiene la
responsabilidad de la crisis de las hipotecas basura? ¿Contra quién protestar
ante el reparto de bonus en entidades bancarias sostenidas por dinero público?
La resistencia, hoy en día, se complica.
"Antes era más fácil comprender los mecanismos de la acumulación originaria
del capital y explotación de los asalariados: los trabajadores sabían quiénes
eran los dueños y no tardaron en darse cuenta de cómo los explotaban. Todo
sucedía, por así decir, a la luz del día. Por eso mismo, también luchar y
resistir era, desde el punto de vista de la comprensión de los fenómenos, más
fácil", sostiene el autor.
Ante nuevas injusticias, se necesita una nueva resistencia. Vitale habla de
un vacío que impide la construcción de una resistencia contra los desmanes del
poder. Ese vacío no se ha generado solo, sino que es fruto de lo que él denomina
como "traición" de la izquierda a sus propios principios: "Que la derecha sea
derecha es normal, aunque no lo sean tanto las derechas anticonstitucionales.
Pero que la izquierda haya abrazado los modelos culturales de la derecha (su
darwinismo social, la invitación a ser empresario de sí mismo, la competencia y
la competición como la sal de la vida económica y social, las privatizaciones y
liberalizaciones como sinónimo de eficiencia tout court, como solución mágica de
los problemas) es algo que se entiende peor. Los partidos políticos de la
izquierda han quedado reducidos a grupos de poder, que han dejado de cumplir una
función de representación política y transmisión de las exigencias y propuestas
provenientes del mundo del trabajo".
Para Vitale, la resistencia pasa por garantizar los derechos
constitucionales, que no se conviertan en papel mojado, que no sean principios
que se guardan en un cajón mientras el crecimiento de un país se sigue midiendo
exclusivamente por el PIB ("una peligrosa ilusión") y al planeta se le somete a
graves agresiones ambientales.
Y pone ejemplos: "Hay que pelear en Valsusa [Piamonte, Italia] contra la
devastadora construcción de un costosísimo túnel ferroviario de alta velocidad,
de 57 kilómetros, que acabará quedando ampliamente infrautilizado. O contra la
compra de armas, tan sofisticadas cuanto inútiles. O contra el sometimiento
economicista del sistema universitario al pensamiento único neoliberal. ¡Hasta
en el lenguaje de los créditos formativos!".
Tramas mediáticas
Del objetivo de Vitale no escapa casi nadie. La mayoría de medios de
comunicación, señores del poder ideológico, pertenece a un conglomerado
empresarial con sus propios intereses que en muchas ocasiones se alejan del
propósito de informar al ciudadano sobre lo que pasa en la realidad. "Los medios
de comunicación de masas han comenzado a vivir una vida propia, a perseguir sus
propios fines, a hacer política corporativa", escribe Vitale.
El autor denuncia la grave falta de pluralidad en las voces que generan el
debate público. No hay que ir muy lejos para percatarse: en España un mismo
empresario puede ser dueño de varias cabeceras de periódicos de distinta
orientación editorial sin que nadie se escandalice. La ley, claro, lo permite.
"De hecho, el oligopolio de la información limita la libertad de prensa y el
pluralismo de las ideas", sostiene.
Para Vitale es esencial recrear el sistema legislativo para que se prioricen
los derechos establecidos en la Carta Magna. Pero no descuida otras formas de
contrarrestar los desmanes del poder sin recurrir a la violencia y dedica varias
páginas a Gandhi. Según Vitale, "la búsqueda de medios que impidan una deriva
violenta es la enseñanza de Gandhi, al margen de su idealismo. Idealismo, pero
sólo hasta cierto punto: parece que los ingleses lo consideraban un negociador
habilísimo e incansable". Tras el 15-M también se habló de Ghandi. Quizás las
lecciones del viejo maestro son un buen punto de partida.
Jesús MIguel Marcos, Otra resistencia para otro mundo, Público, 22/02/2012
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