Importa la cultura?
by Max |
Lo malo es que esta explicación resulta muy poco creíble. Me temo que, si no
saquearon las librerías, fue porque los libros son los únicos bienes de consumo
que realmente no constituyen un objeto de deseo popular. Para qué nos vamos a
engañar: de todos es sabido que nadie se molesta en robar un libro. O sea, sí
los roban de los anaqueles de las librerías, yo creo que más por cleptomanía y
por divertimento que por otra cosa; pero, fuera de ahí, no se los lleva nadie.
Tú puedes dejar un coche lleno de libros a la vista, en la barriada más
peligrosa y debajo de una farola sin luz, y cuando regreses a la mañana
siguiente, las ventanillas de todos los coches adyacentes estarán reventadas por
los rateros, pero las tuyas no. Vamos, que yo creo que dejar diseminados puñados
de libros por el asiento posterior de un vehículo puede ser incluso un estupendo
sistema antirrobos.
Todo esto encierra más sustancia de lo que parece, porque viene a evidenciar
que la cultura importa un pito, y que, dentro de la cultura, los libros son lo
menos de lo menos, algo deleznable que el mundo no valora en absoluto. Y cuando
hablamos de libros, claro, estamos hablando de los contenidos. El desprecio por
el escritor, por el creador, es algo antiquísimo. Durante siglos el artista ha
sido un bufón de la corte, un adorno para el mecenas; sólo en los últimos ciento
y pico años ha podido ir ocupando un lugar propio, que tampoco ha sido ni tenía
que ser un gran lugar, porque escribir (como también pintar o componer) es un
oficio como cualquier otro. Pero justamente por eso podemos reivindicar el mismo
respeto que los demás trabajos.
Y el caso es que esa breve etapa de independencia y reconocimiento
profesional está desapareciendo a marchas forzadas. O, como diría Groucho Marx,
hemos salido de pobres para alcanzar la más completa miseria. La revolución
tecnológica, de la que, por cierto, soy completamente partidaria y adicta, está
cambiando para siempre las formas de difusión y adquisición de los bienes
culturales. A decir verdad, nos ha pillado a todos tan de improviso que no creo
que lo estemos sabiendo hacer muy bien: pienso que, en España, editoriales,
autores y libreros estamos siendo muy lentos; los libros digitales son demasiado
caros; resulta inconcebible que el libro de papel tenga un 4% de IVA y el
e-book un 18%... Hay que cambiar los modos de trabajar, de comprar y
vender, de eso no cabe duda. Y habrá que hablar mucho y muy en serio y encontrar
acuerdos. En fin, no es hoy mi intención ponerme a discutir sesudamente sobre la
propiedad intelectual. Puede que la ley Sinde y todavía más la SOPA de Estados
Unidos tengan agujeros y errores, y, por supuesto, todo puede mejorarse. Pero
que se necesitan leyes antipiratería es algo evidente. Los defensores del
"todogratis" acusan a sus oponentes de inmovilismo y desde luego hay más de uno
en el campo cultural que no quiere cambiar nada, lo cual es una pretensión
obsoleta e inútil. Pero, con perdón de los ardientes partidarios de las
descargas libres, a menudo veo en ellos un inmovilismo igual o peor: el de
quienes creen que tienen absolutamente toda la razón y ni se molestan en
escuchar al contrario. En fin, me temo que este artículo me va a granjear unas
cuantas tirrias, desde luego.
Somos el país que más piratea del mundo occidental, un récord penoso
que creo que tiene su origen, al menos en parte, en la falta de cultura social y
colectiva de nuestro país, en la nula valoración de lo común, en nuestra
dificultad para respetar al prójimo y nuestro individualismo exacerbado. Ya se
sabe que, en España, la imagen del pirata siempre ha sido considerada, con
aniñada frivolidad, como un símbolo progresista: nos encantan los corsarios que
(supuestamente) roban a los ricos y los Dionis que roban a los bancos. Con esa
misma ligereza se extiende hoy como una mancha de aceite la jaranera
reivindicación del "todogratis" como si fuera una opción revolucionaria. Yo
creo, en cambio, que no es más que la viejísima y conocida suspicacia ante el
artista, un prejuicio retrógrado. No me queda mucho espacio en el artículo, así
que apuntaré sólo tres cosas. Una: qué extraordinario que ese "todogratis" se
refiera sólo a los contenidos, a los productos creativos. Quiero decir que los
fieros piratas electrónicos que se bajan por el morro todas las películas, las
canciones y los libros, pagan sin embargo como corderos sus ordenadores o la
conexión de ADSL. Dos: los músicos pueden ganarse la vida haciendo conciertos,
pero ¿y un novelista? ¿Dando conferencias? Eso no tiene absolutamente nada que
ver con la ficción, y si no tiene tiempo para encerrarse en soledad y escribir,
acabará enmudeciendo. Y tres: una frase que leí en el portal de Menéame: "¡Es
que estos artistas quieren pasárselo bien haciendo lo que hacen y que encima les
paguen!". Nos ha fastidiado: y los médicos, y los carpinteros, y los relojeros,
y los informáticos, y los vendedores de las tiendas Zara. Qué
desconsuelo.
Rosa Montero, Haciendo amigos entre los internautas, El País semanal, 05/02/2012
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