Té solució.
Hay un programa televisivo que no se deben perder. Por lo menos hay que verlo una vez. Se llama Tiene arreglo
y lo emite TVE, por la tarde, con la andaluza Toñi Moreno como
presentadora. El objetivo es que cualquier persona en situación de
necesidad solicite ayuda para que el espectador “solidario” que lo esté
viendo entre en directo para socorrerla. Existen todo tipo de demandas:
pago de deudas, el sufragio del emprendimiento de un negocio, llenar el
frigorífico, tratamientos dentales, etc. Le han llovido reproches por su
supuesta explotación de las miserias y dramas de ciudadanos
necesitados, y por hurtarle al gobierno su obligatoria responsabilidad
asistencial. Sin embargo, también es una oportunidad fascinante para
asistir a una catarsis emocional que saca a la luz rasgos profundos de
nuestra naturaleza que son hoy en día objeto de interés privilegiado por
parte de la biología y de las ciencias centradas en nuestra evolución
como criaturas sociales.
En Tiene arreglo vibra la
emoción, estallan sollozos de alegría y se da rienda suelta a la
compasión y al agradecimiento. Es difícil resistir una llamada que se
dirige a nuestros centros emocionales más soterrados y que provoca
respuestas entusiastas de generosidad y solidaridad. Efectivamente, un
programa de este tipo desmiente la tradicional teoría económica que
afirma que a los seres humanos los motiva fundamentalmente su propio
interés. Los biólogos saben que no es así. Diversos estudios confirman
que la mayoría de la gente participa gustosa en actos de cooperación
para beneficiar a otros aunque signifique incurrir en costes personales
(dinero, tiempo, etc.).1
Que
los padres favorezcan a los hijos no tiene nada de misterioso.
Compartimos con ellos el 50% de nuestra carga genética. Destinarles
recursos es propiciar la única forma de inmortalidad que un biólogo
puede entender. También es comprensible la solidaridad con los parientes
cercanos y con los miembros del propio grupo. Lo que ya no es
inmediatamente entendible es la solidaridad o el altruismo con los
extraños.
Las pesquisas dedicadas a dilucidar la cooperación
humana se centran tradicionalmente en entender ese “misterio”. Para la
llamada “hipótesis del gran malentendido” (big mistake hypothesis),
la cooperación con desconocidos es posible porque tenemos unos
mecanismos cognitivos que evolucionaron a medida que los seres humanos
descubrieron que colaborar con los extraños resultaba necesario para la
supervivencia y la procreación. Nos hicimos más solidarios al volvernos
más interdependientes.
¿Qué sostiene, cómo se compensan esas
tendencias tan costosas en los individuos? Aunque la socialización sin
duda juega un papel muy importante, y no son desdeñables los
sentimientos de orgullo relacionados con el deseo de buena reputación
–como ya explicó Darwin en El origen del hombre–, tiene que
haber resortes evolutivos que consigan que el comportamiento prosocial
sea gratificante: que incluso a individuos poco socializados o aún no
socializados les resulte muy satisfactorio dar a los demás. Como los
niños. Existen estudios2 que sugieren que los niños muy pequeños (toddlers)
muestran más felicidad cuando dan que cuando reciben. Es más, hasta
para estos pequeños la recompensa es mayor cuando la generosidad es más
costosa. Ofrecer dinero o favores activa las regiones del cerebro
asociadas con la gratificación.
Las propiedades placenteras del
comportamiento social costoso son el mecanismo más probable para que se
desencadene en los humanos esa cooperación. Hasta extremos sorprendentes
y contraintuitivos. Diversos estudios aseguran que quienes dan
desarrollan sentimientos de vinculación afectiva mayores que quienes
reciben. Hasta el punto de que si uno quiere aumentar o mantener el
flujo de sentimientos positivos por parte de alguien debe asegurarse de
que le haga o le siga haciendo regalos.3 Tu amigo no te va a querer mucho más porque le vuelvas a prestar dinero. Tú sí.4
De hecho, hay trabajos que sugieren que los sentimientos de obligación
que lleva implícito el agradecimiento pueden volverse en contra del
generoso.5 Existe un tenebroso ejemplo del refranero que dice: “¿Por qué me odias si no te he hecho ningún favor?”
Los
sentimientos de placer y de gratificación asociados a hacer el bien
pueden poner en marcha maquinarias sorprendentes. Se destinan miles de
millones de euros, muchas veces sin exigencia de criterios razonados, a
ayudar al necesitado. En su libro Ayuda muerta (Gota a gota,
2012), Dambisa Moyo afirma que Occidente ayuda a África sin preocuparse
por la corrupción que estimula o el hundimiento de los mercados locales
que provoca la llegada masiva de mercancías del exterior. “Estamos en la
absurda situación en la que el donante tiene una necesidad más grande
de donar que el beneficiario de recibir”, asegura.
En cierta manera, Tiene arreglo
no es un programa para los que piden, sino para los que donan. Y por
ello son protagonistas la jubilada de Barcelona que da dinero para la
silla de ruedas de una jovencita de Burgos, o el pequeño empresario
gallego que se compromete en pagar el alquiler de un año a la pareja que
se ha quedado en el paro. Son personas que sienten la cálida emoción de
realizar un acto prosocial producto de largos años de evolución. Por
eso, una de sus expresiones más comunes es: “No. Tú me has hecho feliz a
mí.”
Vale la pena resaltar que algunos estudios matizan la
inclinación generosa. La filantropía es más probable cuando el dador
percibe al necesitado como miembro de su círculo moral.6
Este puede ser muy próximo: alguien de la comunidad religiosa o del
terruño. Otros van mucho más allá haciendo hincapié en la condición
humana, incluso de la “especie”. El programa de TVE se alimenta sin duda
de la aún existente “trama de afectos” hispana, pues apela de manera
recurrente a las complicidades de unos ciudadanos que se sienten parte
de un conjunto, aunque no se manifieste siempre de forma explícita. Tiene arreglo
tal vez nos está diciendo que muchos desencuentros y malentendidos que
nos han causado las malas políticas todavía tienen solución.
María Teresa Gimenez Barbat, La biología del altruismo, Letras Libres, Enero 2014
1 Recordemos que España es uno de los países con más donación de productos biológicos, órganos o sangre.
3
Horan, S. M., y Booth-Butterfield, M., “Investing in Affection: An
Investigation of Affection Exchange Theory and Relational Qualities”, Communication Quarterly, vol. 58, núm. 4, octubre de 2010.
4 Aunque esto está relacionado más bien con el llamado sunk cost o “fondo perdido”.
5 Goei, R., y Booster, F. J., “The Roles of Obligation and Gratitude in Explaining the Effect of Favors on Compliance”, Communication Monographs, 72 (3), 2005, pp. 284-300.
6 http://greatergood.berkeley.edu/pdfs/GratitudePDFs/ 8McCullough-GratitudeMoralAffect.pdf
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