Els riscos de portar el futur fins al present (Nikolas Rose).
Optimización. Foucault, en Las
palabras y las cosas, identifica una serie de constelaciones
epistemológicas fundamentales —Renacimiento, Clasicismo, Modernidad. Para él,
la episteme moderna,
es decir, la forma paradigmática de explicación vigente en los tiempos en que
vivió, tenía una forma particular. Consistía en la explicación de un conjunto
de acontecimientos a partir de leyes subyacentes fundamentales.
No es así como
funciona en las nuevas formas de pensamiento de las ciencias de la vida y en la
biomedicina. Tenemos una especie de biología plana en la cual cualquier cosa
puede conectarse con cualquier otra. No hay leyes subyacentes, sólo modos en
que se conectan unos elementos con otros para obtener algún resultado. Se
descomponen procesos vitales en una serie de elementos, y se conectan de
distintas formas, para intentar gestionar y controlar el resultado.
De hecho, creo que en
medicina y biomedicina nos hemos desplazado desde la práctica de la curación a
la práctica del control: de curar patologías a controlar procesos vitales para
optimizarlos y gestionarlos. Nuestra biología contemporánea está imbuida de una
preocupación por el futuro. Imaginamos el futuro, intentamos llevarlo al
presente y gestionarlo en el presente para producir un futuro mejor.
Llevamos este futuro
al presente e intentamos gestionarlo desde el presente tomando fármacos
reductores de lípidos. Predecimos nuestra susceptibilidad a todo tipo de trastornos,
los llevamos al presente, e intentamos gestionarlos desde el presente para
producir un futuro mejor. A eso le llamo «optimización» porque no se trata de
predecir el futuro y después intentar eliminar los elementos defectuosos.
Pero ahora, la producción
de futuro —traer el futuro hasta el presente— no funciona meramente con el
intento de eliminar los elementos problemáticos. Funciona sobre la creencia de
que el futuro es gestionable, optimizable. Creo que esta idea de optimización
se ha convertido en algo crucial para la biopolítica contemporánea.
La idea de
susceptibilidad es central en el tipo de pensamiento que describo en mi libro.
La mejor manera de explicar a qué me refiero con el concepto de susceptibilidad
es a través de la genética. La genética siempre estuvo asociada con el
determinismo, con el fatalismo. Las personas tenían una predisposición genética
a ciertos tipos de trastornos y no había mucho que hacer al respecto, aparte de
gestionar sus vidas con el objetivo de prevenir o minimizar las posibilidades
de que se manifestaran. De modo que si uno tenía una cierta susceptibilidad
frente a determinado tipo de locura, debería llevar una vida plácida —ni beber
mucho, ni apostar en el juego, ni fumar, ni ser indulgente con los apetitos
sexuales, etc. El desarrollo de la genómica ha transformado completamente el
modo como nos representamos nuestra relación con el futuro. Hemos pasado de la
idea de un determinismo genético a una suerte de probabilismo. Ya no hay «genes
responsables» de nada —aunque dicha fórmula aparece a menudo en la prensa
popular, cuando se afirma que tal gen responsable de tal patología ha sido
descubierto. Los expertos en genética aseguran que, salvo en pocas excepciones,
las enfermedades no son el resultado de un único gen, o una única mutación,
sino más bien de una compleja combinación de variaciones en un amplio espectro
de localizaciones posibles a lo ancho del genoma humano, todas las cuales a su
vez están sometidas a interacciones incesantes con el medio. Esta es la forma
de vida a la que yo llamo «susceptibilidad». Es decir, todos somos
susceptibles, en diversos grados, a cierto tipo de trastornos. Estamos enfermos
de manera presintomática. Todos estamos asintomáticamente enfermos, porque
todos tenemos alguna probabilidad de desarrollar patologías en el futuro. Puede
ser una probabilidad alta o una probabilidad baja pero, de algún modo, todos
vivimos nuestra vida bajo la sombra de la susceptibilidad de la enfermedad que
nos acecha. Todos tenemos un riesgo y, cuando nos damos cuenta de ello, la
obligación de intentar predecir y gestionar este riesgo recae sobre nosotros y
sobre nuestras autoridades. Esta es la razón por la cual se hace tanto hincapié
en la detección del riesgo de la población a través de los llamados «test
presintomáticos»: riesgo alto, riesgo medio, riesgo bajo y, en poquísimas
ocasiones, ausencia total de riesgo.
Esta es una forma de
vida ciertamente peculiar, que es solidaria de algo mucho más general en
nuestra cultura: la relevancia de la precaución, la evitación, la prevención.
Vivimos en un mundo
saturado de intentos de traer el futuro hasta el presente, de predecir
acontecimientos y actuar en el presente para evitarlos, aunque, al actuar en el
presente sobre la base de predicciones de riesgo, podemos estar actuando sobre
algo que tal vez jamás hubiera ocurrido.
Nikolas Rose, Las políticas de la vida en el siglo XXI,
en Anna Quintanas eds., El transfondo biopolítico de la bioética,
Documenta Universitaria, Girona 2013
Transcripción
del seminario que el autor realizó en la Universidad de Girona del 7 de octubre
de 2011 (sesión matinal).
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