La limitació alliberadora del llenguatge (Javier Gomá).
Nosotros hablamos con lenguaje prestado. Incluso cuando estamos solos
pensando en algo verdaderamente íntimo, tenemos la sociedad metida porque no
podemos pensar más que a través de palabras y las palabras son construcciones
sociales. Entonces, todo lo que la gente piensa hoy lo hace con palabras
prestadas. Esas palabras en préstamo eran vivas y nuevas en el siglo XVIII o
XIX, llenas de frescura y potencia. Sus creadores las publicaron, luego se
generalizaron, se masificaron y se convirtieron en la visión natural del mundo,
ya olvidadas de su origen. El niño de hoy, que vive en una época que se está
gestando poco a poco sobre bases completamente nuevas, piensa, mira y siente
todavía con los esquemas de la cultura que ha sido dominante durante los
últimos tres siglos pero que ahora decae. Es frecuente que, en fase epigonal,
la cultura asuma su forma más rotunda, más hegemónica, más escolástica. Así
ahora: todo el mundo ha interiorizado y repite las consignas de la liberación
cuando esta ha perdido todo impulso emancipatorio. Ha calado tanto la filosofía
de la sospecha que el descreimiento ya se ha convertido en imagen natural del
mundo. El cinismo es la regla de vida. Un cinismo inteligente y estúpido.
Inteligente en el sentido de que convierte a un niño de siete años en una
persona difícil de engañar, suspicaz como el que más, pero estúpido porque se
priva a sí mismo del ideario de los bienes que hacen esta vida no solo digna de
ser vivida, sino digna de ser amada.
El lenguaje es estrictamente un producto social. Como tal, una
mentalidad liberadora lo vería como negativo, como opresor. Sin embargo, el
lenguaje es aquello que te permite pasar de la barbarie a la civilización y te
permite no solamente pensar con los demás, sino pensarte a ti mismo. Ahí tenemos
un ejemplo de un producto social que te limita puesto que tienes que seguir una
gramática, una sintaxis, una morfología y una semántica pero que al limitarte
te extiende, te amplía y te enriquece. Y el arte que hoy está vigente es un
arte desgraciado en una alta proporción, igual que la filosofía, puesto que no
se han hecho cargo de que lo verdaderamente importante ahora no es repetir una
vez más la condena de los límites en nombre de la libertad sino encontrar la
manera de presentar de manera seductora y atractiva una poética democrática que
alivie el gravamen de la convivencia, que la presente bajo un aspecto seductor.
Javier Gomá, “En
la cultura moderna no tenemos un lugar para pensar y sentir los sublime”, entrevista realizada por Juan Claudio de Ramón, jot down, 03/03/2014
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