Conèixer no és copiar. Conèixer és actuar.
¿Cómo podría obtener los mismos
resultados a mucho menor coste? De primeras, no necesito toda la
información, no necesito construir un mapa total de la realidad en la
mente del ser vivo. Solo me hace falta la información relevante para la
tarea a realizar. Y de segundas, ¿por qué representar de nuevo la
realidad en esa mente? ¿Para qué me vale duplicar la información que ya
está ahí fuera? Eso es muy costoso. ¿No podríamos hacer lo mismo sin la
necesidad de representación? Seguro que hay forma.
Pensemos en los murciélagos. Casi ciegos,
su forma de percibir la realidad es mediante la ecolocalización. El
murciélago calcula la posición de un objeto lanzando un sonido hacia él.
Según el tiempo que el sonido tarde en volver sabe si está cerca o
lejos. ¿Percibe el murciélago algo de información del objeto que
pretende localizar? No, lo único que recibe es el rebote de un sonido
que él mismo ha emitido. La ecolocalización sería un sistema muchísimo
más barato que el de “videocámaras computerizadas” y no requiere de
ningún tipo de representación: ¿qué mapa mental va a hacer el murciélago
de un objeto del que no tiene información alguna? A lo sumo puede tener
un “esquema de indicadores” que le permita hacer un extraño “mapa de
distancias sonoras” para recordar el lugar de cada objeto en un entorno
complejo. El murciélago no percibe la realidad pero puede moverse en
ella con suma eficiencia.
Tenemos que comprender nuestra relación
con el mundo de un modo completamente diferente. Sigamos con las
metáforas automovilísticas. Pensemos ahora en que circulamos con nuestro
coche por la ciudad. Con la finalidad de no tener accidentes existe un
sencillo código de señales viales que nos guía en la conducción.
Llegamos a un cruce regido por un semáforo. El código es trivial: verde
pasas, rojo paras. Supongamos que nuestro sistema perceptivo es
absolutamente ciego a todo menos a las luces del semáforo. Aún así,
atravesaría el cruce sin ningún percance y ¡con una economía de medios
asombrosa! ¡Solo dos bits! Al igual que el murciélago, puede operar bien
en la realidad sin percibirla en absoluto. ¿Qué tiene que ver el verde o
el rojo del semáforo con la realidad de un cruce lleno de automóviles?
El color de la luz no tiene similitud alguna con lo que pretende
representar. Ninguna conexión entre la “imagen mental” y la referencia
real.
Un último ejemplo: un sujeto sufre una
extraña enfermedad de nacimiento que deja inútil todo su aparato
perceptivo menos los receptores nerviosos del dolor. Es sordo, mudo,
ciego, etc. Solo capta cuando alguien le hace daño. Cogemos una aguja,
se la clavamos en el dedo y siente dolor. ¿Tiene algo que ver la
sensación de dolor con alguna característica de la aguja? ¿Nos transmite
el dolor algo de su color, textura, dimensiones…? No, en la sensación
de dolor no hay relación entre referencia y significado. Nuestro pobre
enfermo viviría en un horrible mundo en el que únicamente habría
sufrimiento y, quizá, podría aprender de alguna forma a evitar ciertos
dolores, es decir, vive en un mundo totalmente irreal pero quizá podría moverse con cierta eficacia en él.
Que la selección natural sea un proceso
que busca la economía de medios nos lleva a concluir que el diseño de
aparatos perceptivos no ha seguido la línea de crear sistemas
“realistas” debido a su elevado coste, sino más bien algo más parecido a
los antes descritos. Lo que nos lleva inevitablemente a sospechar de la
realidad: ¿Y si todo lo que yo creo que es real tal y como lo percibo
no es únicamente un conjunto de “señales”o “esquemas de indicadores”
que me sirven para sobrevivir? Colores, formas, dimensiones, incluso el
espacio y el tiempo… podrían no existir realmente. Nuestra realidad
podría ser únicamente una ficción útil.
En este momento los malvados
constructivistas se frotan las manos. La realidad es una construcción
del sujeto. Ese conjunto de señales e indicadores son creadas por el
individuo ansioso de sobrevivir, un individuo solipsista, cuya realidad
es solo un reflejo de lo que él mismo crea. Mal, error grave. Aunque no
exista semejanza entre el mundo “real” y las señales que pudiéramos
percibir, dichas señales no son arbitrarias ni proceden enteramente del
sujeto. El enfermo que sufre dolor no crea sin más ese dolor. El dolor
es el indicador de que está siendo pinchado por una aguja real. Por lo
tanto, nuestra percepción de la realidad es una construcción sí, pero
una construcción en la que la realidad interviene. Cabría hablar de una
relación, una dialéctica o incluso, pedanteando un rato, de
co-emergencia o sinergia entre sujeto y objeto.
Lo que sí que hay que abandonar es la
visión realista en el sentido de pensar que el conocimiento consiste en
que en nuestra mente albergue una copia, cuanto más exacta mejor, del
mundo que existe ahí fuera, como si el mundo se mirara en un espejo. No,
nuestra mente no está diseñada para conocer la realidad, sino para
moverse con eficacia dentro de ella. Hay que romper con la teoría
representacionista del conocimiento, hay que romper el espejo. Conocer
no es copiar o reflejar, conocer es actuar, es ser más apto.
Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, Rompiendo el espejo, La Máquina de Von Neumann, 20/03/2014
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