Existe un gran centro de investigación sobre las adicciones y los
trastornos mentales en Toronto. Hace unos meses, mientras se estaban llevando a
cabo obras de restauración, el centro estaba rodeado por unas enormes vallas.
En dichas vallas podía leerse el lema: «De la neurona al vecindario». Esta
frase me pareció muy significativa. Con la ayuda de Google descubrí que la
expresión era bastante común. Existe un libro llamado
De las neuronas al vecindario. En YouTube se puede encontrar un
vídeo de una charla de Thomas Insel, el director del Instituto Nacional de
Salud Mental de los Estados Unidos, con el título «Investigación sobre
traducción: de las neuronas al vecindario». La charla empieza con una pequeña
historia: cuando él era joven, nos dice, era un activista de los derechos
civiles y creía que los problemas de desigualdad y pobreza, propios de la gran
ciudad, tenían que ser resueltos por la acción política y la lucha por los
derechos civiles. Pero ahora, sigue diciendo, como director del Instituto Nacional
de Salud Mental ha comprendido que los problemas de desigualdad y pobreza,
propios de la gran ciudad, tienen que ser resueltos por la neurociencia. La
charla continúa en una dirección completamente distinta, pero lo que quiero
destacar ahora es lo siguiente: ¿qué está pasando cuando alguien utiliza la
expresión: de la neurona —una célula individual de nuestro cerebro— al
vecindario —un agregado colectivo de personas, edificios, entornos, culturas y
mucho más? ¿Qué está pasando cuando se sugiere que podemos comprender elementos
sociológicos fundamentales sobre la pobreza, la desigualdad, en términos
neurobiológicos? ¿Qué puede estar pasando?
Nikolas Rose, La
neurociencia y sus implicaciones sociales, en El transfondo biopolítico de la bioética, Anna Quintanas eds.
Documenta Universitaria, Girona 2013
Transcripción del seminario que el autor realizó en la
Universidad de Girona el 7 de octubre de 2011 (sesión tarde)
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