Autisme i intel.ligència (Oliver Sacks)
En los años cuarenta (del siglo pasado), cuando el autismo fue descrito
por primera vez, se hizo evidente que la mayoría de idiots savants eran de hecho autistas, y que la incidencia de ese
fenómeno entre los autistas –casi un diez por ciento- era casi doscientas veces
superior a su incidencia entre los retrasados mentales, y mil veces mayor que
entre la población en general. Además, quedó claro que muchos idiots savants autistas poseían
múltiples talentos: musicales, mnemotécnicos, gráfico-visuales, de cómputo,
etcétera. (pág. 242)
Es característico de la memoria de los idiots
savants (en cualquier esfera: visual, musical, léxica) que sean
prodigiosamente retentivos con los detalles. Lo grande y lo pequeño, lo trivial
y lo importante, pueden mezclarse indiscriminadamente, sin ningún criterio de
orden, de diferencia entre lo que está en primer o segundo plano. Hay poca
disposición a generalizar a partir de estos detalles ni a integrarlos entre sí,
según criterios causales o históricos, o con el yo. En una memoria de este tipo
(la considerada memoria concreta-situacional o episódica) tiende a existir una
relación inamovible entre escena y tiempo, entre contenido y contexto, de ahí
la asombrosa capacidad de evocación literal tan común entre los idiots savants autistas, así como sus
dificultades a la hora de extraer los rasgos sobresalientes de estos recuerdos
concretos, a fin de construir una idea o memoria general. (…) Jame Taylor Mc
Donnell, autora de News from the Border:
A Mother’s Memoir of Her Austistic Son, dice de su hijo: “Paul no era capaz
de generalizar a partir de los detalles de su experiencia de la manera
habitual, como hace casi todo el mundo. Cada momento parece destacar en su
mente de manera clara, casi sin conexión con los demás. De manera que nada
parece perderse en el proceso.” (págs.. 248-249)
Todos (los savants) poseían una verdadera inteligencia, aunque de un tipo
especial, limitada a determinados ámbitos cognitivos. De hecho, (…)
proporcionan la prueba más irrefutable de que puede haber muchas formas distintas
de inteligencia, todas potencialmente independientes entre sí. El psicólogo Howard Gardner lo expresa en Frames of Mind:
En el caso del idiot savant … observamos la rara
conservación de una habilidad humana en contraste con un funcionamiento
mediocre o extraordinariamente retrasado en otros dominios … la existencia de
estas poblaciones nos permite observar la inteligencia humana en un relativo –a
veces espléndido- aislamiento.
Gardner postula una multitud de inteligencias separadas y
separables –visual, musical, léxica, etc.-, todas autónomas e independientes,
cada una de ellas con su propia capacidad para aprehender las regularidades y
estructuras de cada dominio cognitivo, sus propias “reglas” y probablemente sus
propias bases neurales.[1]
A principios de los ochenta esta idea fue puesta a
prueba por Beate Hermelin y sus colegas, explorando los diversos talentos de
los savants. Descubrieron que los savants visuales eran mucho más
eficientes que las personas normales a la hora de extraer rasgos esenciales de
una escena o dibujo y a la hora de dibujarlo, y que su memoria no era
fotográfica ni eidética, sino categórica y analítica, dotada de capacidad para
seleccionar y captar “rasgos significativos”, utilizándolos para construir sus
propias imágenes. (págs. 275-276)
Antes de todo esto había existido cierta tendencia
a ver las habilidades de los savants
como algo extraordinario, propio de un monstruo de feria; pero ahora regresaban
al ámbito de lo “normal”, y se diferenciaban de las habilidades ordinarias sólo
en el hecho de estar aisladas y realzadas en alto grado.
¿Pero realmente se parecen las facultades de los savants a las de las personas normales?
(…) No es sólo que sus prestaciones sean estadísticamente desproporcionadas, o
resulten increíblemente precoces en su primera aparición (…), sino que parecen
desviarse radicalmente de las pautas de desarrollo normal. (…)
El reverso de esa prodigiosidad y precocidad, de
esa cualidad nada infantil de los talentos de los savants, es que no parecen desarrollarse como los de las personas
normales. Están ya perfectamente desarrollados desde el principio. (…)
Vladimir Nabokov poseía, además de muchos otros
talentos, un prodigioso don de cálculo, pero éste desaparició repentina y
completamente, escribió el propio Nabokov, tras una alta fiebre acompañada de
delirio, a la edad de siete años. Nobokov opinaba que ese don de cálculo, que
le vino y le desapareció tan misteriosamente, tenía poco que ver con “él”, y
parecía obedecer a leyes propias: era cualitativamente distinto de todas sus
demás aptitudes.
Los talentos normales no llegan y desaparecen de
ese modo; muestran un desarrollo, persisten, aumenta, adoptan un estilo
personal y acaban siendo cada vez más inseparables de la mente y la
personalidad. Carecen del aislamiento peculiar, de esa impermeabilidad a
cualquier influencia y del automatismo de los talentos de los savants. (pág. 276-279)
Normalmente hay un poder unificador de cohesión (Coleridge lo llama poder “esemplástico”)
que integra todas las facultades separadas de la mente, integrándolas también
con todas nuestras experiencias y emociones, de manera que asumen una
configuración extraordinariamente personal. Es un poder global o integrador que
nos permite generalizar y reflexionar, desarrollar la subjetividad y un yo
consciente de sí mismo.
Kurt Goldstein, especialmente interesado en dicha
capacidad global, se refería a ella como “la capacidad de abstracción y
categorización” o “disposición para la abstracción” del organismo. Parte del
trabajo de Goldstein versaba sobre los efectos de las lesiones cerebrales, y
descubrió que siempre que existía un amplio daño cerebral, o que afectaba a los
lóbulos frontales del cerebro, solía existir, por encima del deterioro de las
facultades específicas (lingüística, visual, la que fuera), un no menos grave
deterioro de la capacidad de abstracción y categorización. (págs.. 279-280)
Goldstein equipara enseguida “inteligencia” con la
capacidad de abstracción y categorización, con la capacidad conceptual, y
considera todo los demás como patológico, estéril. Pero existen formas de
salud, de inteligencia, distintas de las conceptuales, aunque neurólogos y
psicólogos rara vez les hagan justicia. Existe la mímesis, en si misma una
capacidad de la inteligencia, una manera de representar la realidad con el
cuerpo y los sentidos de uno, una capacidad exclusivamente humana de no menos
importancia que los símbolos o el lenguaje. Merlin Donald, en Origins of the Modern Mind, ha
especulado que las capacidades miméticas de modelado, de representación
interior, de tipo no verbal y no conceptual, pueden haber sido un modo
dominante de cognición durante un millón de años o más en nuestro inmediato
predecesor, el Homo erectus, antes
del advenimiento del pensamiento abstracto y el lenguaje en el Homo sapiens. (pág. 295-296)
La creatividad, tal como se entiende normalmente,
conlleva no sólo un “qué”, un talento, sino también un “quién”: marcadas
características personales, una fuerte identidad, una sensibilidad y un estilo
personales que desembocan en el talento, se funden con él, dándole cuerpo y
forma. En este sentido, la creatividad implica el poder de inventar, de romper
con las maneras existentes de ver las cosas, de moverse libremente en el ámbito
de la imaginación, de crear y recrear mundos den la propia mente, y al mismo
tiempo de controlar todo eso con una mirada interior crítica. La creatividad
tiene que ver con la vida interior, con un flujo de ideas nuevas y sentimientos
fuertes. (pág. 297)
Las limitaciones (del savant), paradójicamente, pueden ser también sus fuerzas. Su
percepción me parece valiosa, precisamente porque transmite una visión del
mundo maravillosamente directa, no conceptualizada. Es posible que sea
limitado, raro, extravagante, autista; pero posee el don de representar el
mundo e investigarlo de un modo especial, de hacer algo que pocos de nosotros
hacemos. (pág. 299)
Oliver
Sacks, Un antropólogo en Marte. (Prodigios), Anagrama, Barna 1997
[1] En una enfermedad congénita
poco usual, el síndrome de Williams, existe una asombrosa precocidad verbal (y
social) combinada con defectos intelectuales (y visuales): una extrema dispersión
entre diferentes inteligencias. La combinación de los dones lingüísticos con la
deficiencia intelectual es especialmente sorprendente: los niños con el
síndrome de Williams a menudo parecen excepcionalmente serenos, locuaces e
ingeniosos, y sólo gradualmente se observa en ellos este déficit mental. (…)
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