El perdedor radical II: la víctima radical.
Quien desee entender al perdedor radical tal vez debería profundizar más en las cosas. El progreso no ha eliminado la miseria humana, pero la ha transformado enormemente. En los dos últimos siglos, las sociedades más exitosas se han ganado a pulso nuevos derechos, nuevas expectativas y nuevas reivindicaciones; han acabado con la idea de un destino irreductible; han puesto en el orden del día conceptos tales como la dignidad humana y los derechos del hombre; han democratizado la lucha por el reconocimiento y despertado expectativas de igualdad que no pueden cumplir; y al mismo tiempo se han encargado de exhibir la desigualdad ante todos los habitantes del planeta y en todos los canales de televisión durante las 24 horas del día. Por eso, la decepcionabilidad de los seres humanos ha aumentado con cada progreso.
“Cuando los progresos culturales son realmente un éxito y eliminan el mal, raramente despiertan entusiasmo”, observa el filósofo. “Más bien se dan por supuestos, y la atención se centra en los males que continúan existiendo. Así actúa la ley de la importancia creciente de las sobras: cuanta más negatividad desaparece de la realidad, más irrita la negatividad que queda, justamente porque disminuye.”1
Odo Marquard se queda corto; pues no se trata de irritación sino de rabia asesina. Lo que al perdedor le obsesiona es la comparación con los demás, que le resulta desfavorable en todo momento. Como el deseo de reconocimiento no conoce, en principio, límites, el umbral del dolor desciende inevitablemente y las imposiciones del mundo se hacen cada vez más insoportables. La irritabilidad del perdedor aumenta con cada mejora que observa en los otros. La pauta nunca la proporcionan aquellos que están peor que él; a sus ojos, no son ellos a quienes continuamente se ofende, humilla y rebaja, sino que es siempre él, el perdedor radical, quien sufre tales atropellos.
La pregunta de por qué esto es así contribuye a sus tormentos. Es incapaz de imaginarse que quizá tenga que ver con él. Por eso tiene que encontrar a los culpables de su mala suerte.
Hans Magnus Enzensberger, El perdedor radical, Letras Libres 31/01/2007

Comentaris