Desconfiança, credulitat i populismes..
Aparentemente, son sentimientos contrarios. Si desconfío de alguien,
no creo en nada que proceda de él. Pero en política no sucede así. Las
encuestas dicen que los ciudadanos no confían en sus políticos. Piensan
que no cumplen sus promesas. No solucionan los problemas, sino que son
parte del problema.
Sin embargo, eso no conduce a un sano pensamiento crítico. De hecho,
vivimos una epidemia de credulidad. Son reveladores los efectos del
programa de Jordi Évole sobre el golpe del 23 de febrero. Era evidente
la inverosimilitud del argumento: una reunión secreta de los
representantes de todos los partidos en una habitación del Palace, la
elección de un director de cine para dirigir un falso golpe de Estado,
el ensayo con los políticos.
Lo sorprendente es que mucha gente se lo creyó. Esto quiere decir que
la desconfianza en los políticos alienta una escandalosa credulidad:
son capaces de todo. Las conspiraciones ejercen un singular atractivo
sobre la mente humana, pero ya Popper indicó que la credulidad
conspirativa ha tenido graves derivas históricas porque favorece los
totalitarismos. Por eso es conveniente que la desconfianza conduzca al
pensamiento crítico riguroso, y no a una credulidad debilitadora.
José Antonio Marina, Desconfianza y credulidad, elmundo.es, 02/03/2014
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