La Filosofia no dóna de menjar però alimenta.
El Presidente Rajoy, con su decisión de
apoyar hasta el final al ministro peor valorado de su Gobierno, ha
sellado su suerte. Nunca antes un ministro de Educación había generado
tanta irritación. Su tono (provocador), su lenguaje (combativo), sus
declaraciones (impropias) y esa sonrisa burlesca permanente en su
rostro, dibujan una personalidad política diseñada para el conflicto, no
para el acuerdo. Estas características marcan a su persona, pero
también tiñen y condicionan a Rajoy. Su apoyo no es solo lealtad, es
compromiso. Wert igual a Rajoy, Rajoy igual a Wert. Estas son las
matemáticas… pero las de la política.
Hay un punto de la Ley que, por su
importancia simbólica y pedagógica puede ser, además de un pésimo
cálculo político para quien la ha impulsado, un grave error educativo.
Me refiero a la reducción de las horas de Filosofía que, junto a la
mutilación de las Artes, ofrecen un panorama desolador para el
pensamiento y la creación, imprescindibles para la formación y la
conciencia cívica y democrática. Y que coincide con la ofensiva contra las libertades,
en especial las de pensamiento y opinión, que hemos conocido estos días
en la primera versión del proyecto de Ley sobre Seguridad Ciudadana.
Estas ofensivas al pensamiento y la libertad, tendrán respuestas crecientes y contundentes,
y encajonan al PP en una posición rocosa y compacta, pero impermeable
al acuerdo y al pacto. Esta estrategia lleva al PP, renunciando a
acuerdos plurales, a una sola opción: imponer, es decir, ganar
confiando, única y exclusivamente, en recuperar la economía de las
clases medias, aunque el resto de los problemas se pudran.
Rajoy asume todo el riesgo. O todo, o nada. Y las encuestas parece que
alejan, definitivamente, los horizontes de mayorías absolutas de nuestro
escenario electoral.
Wert cree que nadie llorará
por esta contundente laminación de las materias del espíritu. Pero
tengo la impresión que en la sociedad española la reputación de la
filosofía, y su proyección en el imaginario colectivo, son mucho más
relevantes que su conocimiento, su comprensión, su uso y la percepción
de utilidad. La Filosofía no tiene capacidad movilizadora para llenar
las calles y las plazas en su defensa, todavía.
Pero como la música, por ejemplo, tiene una profunda significación de
valor en la percepción de los ciudadanos. Y un valor moral
incuestionable. Las resistencias serán diversas, como ya anticipó Fahrenheit 451,
novela del escritor estadounidense Ray Bradbury. En esta obra maestra,
los bomberos tienen la misión de quemar libros ya que, según el
gobierno, leer impide ser felices porque llena de angustia; y al leer,
las personas empiezan a ser diferentes, creativas, libres, cuando deben
ser iguales, neutras y resignadas. Gana la resistencia.
Los problemas materiales de nuestra
sociedad son graves y contundentes. Es difícil pensar cuando se sufre.
O, al menos, pensar en positivo. Pero pensar y crear –precisamente- son
imprescindibles para recuperar el control y el protagonismo vital de
nuestros destinos cuando las cosas se tuercen, se encallan o se rompen.
Sin filosofía no hay anclajes interiores, mástiles íntimos sobre los que
construir las convicciones y las seguridades personales en tiempos de
zozobra o convulsión. La Filosofía no da de comer, pero alimenta.
Con la agresión a la Filosofía (y las Artes),
el PP muestra una concepción de la educación y, también, de la vida
pública y de la política. Este punto es central para poder evaluar el
coste de imagen –y quizá electoral- que puede tener esta disparatada
medida. La Filosofía es un indicador moral, además de una disciplina o
un conocimiento. Y por ello, la ofensiva de Wert puede no tener reacción
inmediata, pero sí un coste estético y ético.
Aristóteles, hace más de 2.000 años, escribió La Política,
su gran obra de filosofía política o la «filosofía de los asuntos
humanos» y «las cosas referentes a la polis». Una obra y un autor que
nuestros alumnos, seguramente, no conocerán. Sin filosofía en las aulas,
la educación sobre la íntima relación entre comportamiento y resultado
se debilita. Es decir, la responsabilidad. Y con ello, la construcción
de la ciudadanía individual y colectiva. Wert y Rajoy han impuesto una
Ley con autoridad parlamentaria, pero han perdido, creo, muchos jirones
de legitimidad democrática.
Antoni Gutiérrez-Rubí, Wert, Rajoy y la filosofía, Micropolítica, 01/12/2013
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