La tesi de Duhem-Quine (IV).
Llegamos ahora a una de las fuentes de fricción y desencuentro más habituales entre “filósofos” y “científicos”. Para muchos de los primeros afirmar que se conoce o se pueda llegar a conocer la realidad es una afirmación que carece de sentido ontológico y para los segundos escuchar que una teoría científica es algo que depende del contexto social es la encarnación del absurdo. Veamos de dónde surge el problema.
Recordemos que en las partes anteriores de esta serie hemos visto que
las hipótesis, en general, pueden preservarse en caso de que haya datos
experimentales en su contra y que, también en general, será difícil, si
no imposible, diseñar un experimento crucial que nos ayude a decidir
entre dos hipótesis en conflicto. Añadamos a esto lo que vimos en Provisional y perfectible,
a saber, que dada la naturaleza inductiva de los resultados
confirmatorios, este tipo de resultados sólo pueden como mucho apoyar
una teoría, pero que nunca podrán demostrar que la teoría es correcta.
Poniendo todo lo anterior junto llegamos fácilmente a una conclusión:
Los datos disponibles, incluyendo los resultados de los experimentos relevantes, nunca pueden determinar que una hipótesis sea correcta. Pero es que los datos y resultados experimentales tampoco pueden determinar completamente que una hipótesis competidora sea incorrecta. De hecho, varias hipótesis competidoras pueden ser compatibles con los datos disponibles. A esto es a lo que se suele llamar subdeterminación de las teorías.
Como todos los aspectos de la tesis de Duhem-Quine el concepto de
subdeterminación puede tener varias lecturas, habitualmente más
controvertidas cuanto más fuerte sea la versión preferida.
No hay duda de que a veces los datos disponibles pueden apuntar a una
o varias hipótesis competidoras. Recordemos por ejemplo las Observaciones
de Galileo que si bien ponían en cuestión algunos aspectos de la visión
geocéntrica, eran perfectamente compatibles con ésta, con la
copernicana y, andando el tiempo, con la Kepler. Si entendemos la
subdeterminación de las teorías en este sentido relativamente laxo,
prácticamente nadie tiene problemas en admitirlo. Aquí podrían estar
cómodamente los científicos experimentados.
En el otro extremo del espectro, existe una visión mucho más radical
de la subdeterminación. En esta visión, relativamente común entre
filósofos/antropólogos/sociólogos, las teorías científicas y el
conocimiento científico se ven como “constructos sociales”, es decir,
poco más o menos, que invenciones de una comunidad de individuos
determinada. Según esta posición las teorías científicas no sólo están
íntimamente ligadas a las condiciones sociales en las que surgen sino
que son reflejo de éstas, más que reflejos del mundo físico.
En esta visión radical de la subdeterminación no existe una teoría
científica determinada unívoca y objetivamente correcta de la misma
forma que no existe un conjunto determinado unívoca y objetivamente de
modales en la mesa. Los modales en la mesa y las teorías científicas son
ambos reflejos de la sociedad en la que surgen y no se pude afirmar que
una teoría sea correcta (y que las otras no lo sean) en el sentido
objetivo y profundo del término correcto.
Vemos pues que el concepto de subdeterminación se construye de
distintas maneras sobre unos cimientos comunes, y que estas
construcciones distintas tienen como resultado visiones diametralmente
distintas de la realidad, con los problemas de entendimiento asociados,
severos en algunos casos.
En resumen, los tres aspectos que hemos considerado de la tesis de
Duhem-Quine, a saber, la subdeterminación de las teorías, la idea de que
las hipótesis generalmente no se comprueban aisladas y que
habitualmente diseñar un experimento crucial no es posible, no son
controvertidos en sí mismos. Siempre y cuando, claro está, que no
hagamos una lectura extrema de ellos. Pues, si bien pueden encontrarse
ejemplos en la historia de la ciencia en los que se muestran claramente
los tres aspectos en acción en su forma moderada (como en el caso de
Galileo vs. la Iglesia Católica), parece mucho más difícil encontrar
algún ejemplo que justifique la posición más radical.
En las dos próximas entregas de la serie veremos qué implicaciones
tiene la tesis de Duhem-Quine para “el método científico” y para el
popular, por su simpleza, falsacionismo de Popper.
César Tomé López, La subdeterminación de las teorías, Cuaderno de Cultura Científica, 03/12/2013
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