Els diferents sentits del terme 'naturalesa'.
Sintetizaré de entrada la idea central de la reflexión de hoy, más extensa de lo habitual:
Aristòtil |
Pero
entre las cosas compuestas hay sin embargo un conjunto con especiales
características, a saber el de los los animales, teniendo quizás las
plantas un estatuto intermedio.
Los
animales son como el fuego inconcebibles sin referencia al movimiento y
al reposo. Si el fuego tiende a lo alto, el animal tiende a aquel lugar
dónde encuentra su bienestar y si consideramos el caso conjunto del
animal y la planta cabe referirse a esa intrínseca inquietud que es la
vida. Que la técnica del hombre sea impotente a producir tanto lo
elemental como la vida explica la contraposición entre "naturaleza" y
"artificio", la cual perdura en nuestro lenguaje como residuo de la
polaridad aristotélica entre la physis y los frutos de la techne.
***
Que
la palabra naturaleza es rica en pluralidad de sentidos nos lo indica
la simple consulta de un trivial diccionario: Hablamos de algo natural por oposición a lo que tiene carácter de constructo o resultado, sea de la técnica o del arte (vertientes ambas de la techne de los griegos). Decimos que la naturaleza de
tal especie (a veces individuo) la hace propensa a determinada acción.
Evocamos la condición natural del hombre contraponiéndola a su condición
de ser moldeado a imagen y semejanza de Dios. En ocasiones nos
referimos a la naturaleza de las cosas en general, que haría por ejemplo inevitable la corrupción de lo dado. Indicamos que tal persona es natural de un determinado país o ciudad. Nos referimos a determinados cuadros bajo el nombre genérico de naturaleza muerta. Decimos de alguien carente de engolamiento o pedantería que su comportamiento presenta gran naturalidad... En fin, utilizamos el término naturaleza
cuando queremos referirnos a la diversidad cualitativamente
diferenciada que constituye el orden o mundo así como a las leyes que le
son inherentes.
Intentando hallar alguna lógica,
algún hilo conductor, en esta pluralidad de usos, hemos asumido en
anteriores columnas que el primer sentido de lo que llamamos natural
está relacionado con la física: lo natural de entrada es algo físico,
aunque no todo lo que sea físico sea natural, de tal manera que
determinando rasgos generales de lo físico sabríamos algo de lo
natural. Una de las ventajas de esta aproximación es que nos acercaba a
la palabra griega que está en el origen de todo esto: physis
que como indicaba tiene una larga historia en los textos presocráticos,
pero que de momento abordamos ateniéndonos a lo que indica Aristóteles.
Enumeremos las diferentes contraposiciones a fin de subrayar al final el aspecto que hoy interesa.
Lo natural frente a lo ideal y lo abstracto.
Aristóteles
sitúa a las entidades físicas entre aquellas que son susceptibles de
hallarse en movimiento o de hallarse en reposo, cosa que no ocurre por
ejemplo con la superficie de una mesa o un atributo numérico de la
misma.
Con tal criterio, Aristóteles nos pone sobre la pista de aquello que más adelante se denominará cantidad de movimiento.
Y al igual que no son físicas las cosas matemático-geométricas, tampoco
son físicas las ideas asociadas a las palabras. Las ideas, obviamente,
sólo pueden ser desplazadas en un sentido puramente metafórico, como
cuando se dice que constituyen armas arrojadizas. En suma, las ideas que
tenemos sean o no correspondientes a objetos del mundo físico y las
abstracciones como las cosas matemáticas no son naturales porque carecen
del primer rasgo que ha de caracterizar a lo natural, a saber, ser
cosas físicas, o, en términos de Aristóteles, ser susceptibles de
movimiento y de reposo.
Veamos ahora como este
primer criterio sirve a Aristóteles para hacer una operativa
distinción no sólo entre lo natural y lo que no lo es, sino también para
establecer una jerarquía entre modalidades de lo natural. Habría lo
propiamente natural y lo que sólo lo es por derivación, figurando entre
lo último todas las cosas que el hombre es susceptible de producir.
Lo natural frente a lo inerte.
En
la aparentemente tan ingenua como fértil teoría de los elementos de
los Antiguos, el criterio aristotélico para determinar lo natural ,
es decir, la polaridad movimiento- reposo se aplica a los
cuatro elementos, fuego, tierra, aire, agua, los cuales se hallan en
reposo cuando están en su lugar propio y tienden intrínsecamente a
reencontrarlo cuando han sido desplazados. A los compuestos (synola)
de los cuatro elementos, como la piedra o la carne, sólo cabe
atribuirles el movimiento en razón de la tendencia de sus
componentes, es decir, por una suerte de herencia de la propiedad de
los mismos. De hecho es porque cada uno de los elementos que la componen
vuelve inevitablemente a su lugar natural que un fragmento de cualquier
materia, orgánica o inorgánica está llamado a ese movimiento de
corrupción cuya medida constituye para Aristóteles el tiempo. El fuego
tiende intrínsecamente a un acto, energeia, no es pues inerte,
mientras que sí inerte la piedra, a la que sólo una fuerza exterior
imprime impulso. Obviamente si Aristóteles no hubiera tenido una
concepción de los lugares naturales de los elementos no hubiera podido
establecer entre estos y la vida la complicidad de tener una razón
intrínseca de movimiento y de reposo, pero en cualquier casos se trata
de una intuición interesante.
Pero entre los compuestos hay realidades que sí son cabalmente naturales,
a saber el animal y la planta y ello en razón de que además de la
tendencia de sus componentes tienen un principio de movimiento o reposo
que les es intrínseco, y que no es reductible a la suma de los
movimientos de los compuestos. Asunto misterioso la existencia de seres
con esta capacidad automotriz (a los que Aristóteles consagró la mayor
parte de su trabajo teórico) y que como veremos más adelante, hace de
la vida un primordial caso de emergencia.
Lo natural frente a lo que resulta de artificio.
Pero
hay en Aristóteles una tercera forma de concebir lo natural que tiene
resonancia en nuestro cotidiano lenguaje. Oponemos las cosas de la
naturaleza a las ideas o entidades abstractas, pero también a las cosas
artificiales, así cuando hablamos de inteligencia artificial, por
oposición a la inteligencia cabal de los seres animados.
De hecho lo más explícitamente opuesto a lo natural es para El filósofo aquello que es resultado de la techne, ya sea entendida por nosotros como técnica o como arte.
Así la mesa comparte con la madera el hecho de que se mueve tan sólo
por hallarse constituida por los cuatro elementos, pero a diferencia de
la madera no se daría sin el hombre, el cual, como hemos visto, es technites por
propia naturaleza. Ciertamente esta visión de Aristóteles es antigua,
pero cabe preguntarse (como Husserl indicaba respecto a Descartes) si no
puede aún ser de utilidad en un esfuerzo contemporáneo para dar
consistencia a la pregunta: ¿qué es la naturaleza?
Ni el fuego ni la vida.
Llevar como rasgo esencial el binomio movimiento-reposo sólo le ocurre
además de a los elementos a la vida (como hemos visto, entidades
abstractas como las que ocupan a la Matemática no son naturales dado
que no son susceptibles de movimiento o reposo). Mas si es así, si
lo natural como expresión cabal de la physis, es
por un lado lo elemental (fuego, tierra, aire y agua) y por otro lado
los seres animados, entonces oponer lo natural a lo que surge de
artificio, supone aseverar que la techne, la facultad de
técnica o arte que singulariza entre los animales al hombre, es
impotente para hacer surgir tanto lo elemental como la vida, modos del
ser que ponen coto al poder del hombre, siendo incluso esta la razón de
que de manera alguna el hombre pueda equipararse a un dios.
El
hombre puede azarosamente topar con esa cosa elemental que (en la
física a la vez profunda e ingenua de los antiguos) era el fuego. Pero
también, mediante artificio y procediendo de lo complejo a lo simple,
el hombre puede llegar a alcanzar lo elemental, puede, reducir la
madera a sus elementos y así encontrar el fuego en ella trabado,
lo que imposibilitaba su movimiento hacia el lugar natural. El emerger
del fuego tras la madera es como la emersión de un astro tras otro que
lo ocultaba. Tras encontrarlo el hombre puede canalizar el fuego,
pero lo que no puede de manera alguna es hacerlo aparecer ex-nihilo, única modalidad de emergencia novedosa tratándose de un elemento.
Efectivamente la materia es energeia.
En la física contemporánea el problema se presenta de manera diferente
(aunque como veremos no deje de haber puntos de encuentro con la
posición de Aristóteles), dado que la previsión teórica de la
existencia de partículas que nadie ha encontrado en la naturaleza viene a
ser verificada precisamente creándolas en laboratorio. Creación
obviamente no ex nihilo sino, por ejemplo, a
partir de la energía de fotones sometidos a interacción en los
aceleradores de partículas en los que la técnica del hombre reproduce
de alguna manera lo que sucede en una supernova en el momento de una
explosión, o lo que aconteció en el big bang. Simplemente,
ahora lo elemental, lo que explica la diversidad y complejidad que la
naturaleza llega a alcanzar, no es ya una tabla de elementos
materiales sino el binomio partícula-energía y explotando las
posibilidades de este binomio la técnica de alguna manera sigue imitando
a la naturaleza. Sin embargo el binomio mismo es de nuevo algo con lo
que el hombre, o bien topa azarosamente o encuentra como fondo de la naturaleza a través de la técnica, la cual sin embargo es tan impotente para generarlo ex nihilo como
para Aristóteles lo era para generar el fuego (nótese por otra parte
que dada la posibilidad de transformación de la materia elemental
-desintegración atómica- en energía, y viceversa... la aristotélica
atribución de actividad a lo elemental no anda lejos) Esta
irreductibilidad de lo primario a los poderes del hombre, es algo que
sorprende menos que la irreductibilidad a los mismos de la vida, la otra
forma del ser que según Aristóteles se halla intrínsecamente marcado
por la polaridad movimiento- reposo. (1)
La vida es un caso paradigmático de emergencia,
es decir una estructura que no se explica exhaustivamente
yuxtaponiendo las características y potencialidades de sus componentes
considerados aisladamente, y ni siquiera adicionando las
características y propiedades de las variables exteriores
imprescindibles. La vida es en este sentido algo que efectivamente
sobreviene, no sólo de manera imprevista, sino de manera imprevisible: una emergencia, un misterio desde luego para todo espíritu reduccionista. (2)
Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 28, El Boomeran(g), 12/12/2013
(1)
El movimiento no debe en este caso ser reducido a la traslación
(movimiento según el lugar). Han de incluirse las modalidades de
movimiento que constituyen la trasformación cualitativa y cuantitativa,
sólo ello permite atribuir el interno principio de movimiento y reposo
que caracteriza a la vida a una planta. Hay además para la Aristóteles, la generación y la corrupción o movimiento según la sustancia. véase
los tres primeros capítulos del libro tercero de la física y asimismo el
libro séptimo, capítulos uno a cuatro.
(2) ¿Qué
pasa sin embargo con aquello que, poseyendo vida, ha sido modelado por
la técnica, por ejemplo un animal domesticado? Como ser animado es sin
duda natural, pero sin el hombre no tendría los rasgos que confiere la
domesticación y en tal medida es artificial. Es obvio que la polaridad physis - technè mas
que como oposición parece funcionar como complementariedad en este
caso. Será este un tema de explícita reflexión más adelante.
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