Un altre desafiament per a l'imperatiu categòric.
El mes pasado indicaba en este blog un problema en la ética kantiana (que no permitía distinguir cómo de buena era una acción moral, o cómo de mala una acción inmoral). En esta nueva entrada señalaré otra dificultad, que en mi opinión es más grave.
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Recordemos que el imperativo categórico afirma lo siguiente:
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"Actúa de tal manera que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en ley universal".
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Vamos a fijarnos en el concepto de "máxima": una máxima es, para Kant, la regla subjetiva que uno sigue al actuar ("subjetiva" en el sentido de que es la de cada uno en cada circunstancia, no necesariamente una ley general o racional). Su estructura general es del tipo "cuando me encuentre en una situación de tales y cuales características, actuaré así y asá". Por ejemplo, "cuando me encuentre apurado de dinero, pediré prestado pero no lo devolveré", o "cuando vea a alguien en dificultades, intentaré ayudarlo", o "cuando no sepa una pregunta en un examen, intentaré copiar la respuesta de otro alumno".
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Lo que sugiere la ética de Kant es que, al actuar, nos fijemos en la máxima o regla que de hecho estamos siguiendo, y hagamos el experimento mental de imaginar que no fuera una regla subjetiva, sino una ley universal ("¿y si todo el mundo que pidiera prestado dinero decidiera no devolverlo?", "¿y si todo el mundo que no sabe una pregunta en el examen copiara la respuesta?", etc.). Kant nos plantea si podríamos querer que nuestra regla subjetiva fuese una ley universal que se cumpliera siempre. Si la respuesta es "sí", nuestra acción es moralmente correcta. Si la respuesta es "no", nuestra acción es inmoral.
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Pues bien, lo que voy a argumentar es que todas las acciones son moralmente correctas según este criterio. Lo único que tenemos que hacer es elegir una formulación suficientemente sutil de la máxima que estemos siguiendo en cada caso.
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Recordemos que nuestra máxima o regla dice algo como "cuando me encuentre en una situación de tales y cuales características, bla, bla, bla...". La cuestión es, ¿cuáles son esas características? En los ejemplos que he puesto, las "circunstancias" son "me encuentro apurado de dinero", "no sé la pregunta a un examen", etc. Pero estas descripciones de las circunstancias son totalmente arbitrarias: podría decir "cuando me encuentre apurado de dinero un miércoles por la mañana", o "cuando no me sepa la pregunta de un examen de trigonometría de 4º de la ESO". De hecho, podría describir las circunstancias con una precisión indefinidamente grande... tan grande que sea imposible que se vuelvan a dar jamás. P.ej., puedo también incluir en esa descripción las características de la persona que actúa y de las que me rodean, de modo que la definición de mi máxima haga imposible que alguien como yo esté en la situación de quienes me rodean (p.ej., de quien tiene que decidir si presta el dinero o no).
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Es decir: puedo definir la máxima que estoy siguiendo, de tal manera que resulte trivial que yo pueda querer que se convierta en una ley universal, o sea, que pueda querer que "todo el mundo siga esa regla en todos los casos", porque estos "todos los casos" sólo pueden ser, según esa definición 'sutil' de mi máxima, solamente un caso (el caso en el que yo quiero aplicarla), un acontecimiento irrepetible. O definirla de tal manera que sea imposible que alguien con exactamente mis características pueda sufrir alguna consecuencia negativa si la máxima se generalizara.
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Dicho de otro modo: el imperativo categórico kantiano es una fórmula que no está hecha a prueba de abogados suficientemente sutiles. Cualquier juez se vería obligado a admitir que cualquier acción es coherente con el imperativo categórico, sólo con que la "máxima" que seguía quien realizaba la acción esté descrita con la suficiente inteligencia.
Jesús Zamora Bonilla, Otro problema en la ética de Kant: hagas lo que hagas, estará bien, A bordo del Otto Neurath, 11/12/2013
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