Què són cent seixanta-quatre vides a canvi de milers?
Nuestra Constitución comienza con las siguientes palabras: “La
dignidad de las personas es inviolable”. Naturalmente esto es falso, ya
que la dignidad es continuamente violada. Esto viene a significar que la
dignidad no se puede violar. No es casualidad que esta frase aparezca
al principio de nuestra Constitución. Es su mensaje más importante. Este
primer artículo tiene “garantía de eternidad”, es decir, no puede
modificarse mientras la Constitución esté vigente. Pero ¿qué es en
realidad esta dignidad de la que tanto les gusta hablar a los políticos?
Para el Tribunal Constitucional alemán la dignidad significa que un ser
humano nunca puede ser convertido en un mero objeto de la intervención
estatal. Pero ¿qué es eso de “un mero objeto de la intervención
estatal?”.
La idea se remonta a Kant. El ser humano, decía Kant, puede dictar
sus propias leyes morales y actuar según ellas, lo que lo diferencia de
cualquier otro ser. Reconoce el mundo, puede reflexionar sobre sí
mismo. Por eso, siempre según Kant, es sujeto y no un mero objeto, como
un animal o una piedra. Kant llama a este ser humano sensato “persona”, y
a esta le corresponde exclusivamente la dignidad.
Schopenhauer reprochó a Kant no haber definido el término lo
suficiente. No se equivocaba del todo: Kant no explica por qué un ser
consciente de sí mismo debe ser “persona” y todos los demás seres vivos
no. Yo creo que no necesita más justificación. Ya que, nos guste o no,
todo nuestro pensamiento está profundamente influido por el cristianismo
en todos los ámbitos. Y no importa lo más mínimo si creemos en Dios o
no. Al fin y al cabo, lo nuevo de esta religión no fue que creara un
nuevo dios. Lo nuevo fue el firme respeto por el prójimo. Nuestra
filosofía, nuestro arte, nuestra cultura son impensables sin este
respeto. El respeto al prójimo no es más que convertirlo en sujeto. Por
tanto, la Constitución va más allá que Kant: en este solo las personas
sensatas eran personas; un niño o un discapacitado psíquico no entrarían
en este grupo. En cambio, en la Constitución basta con que el ser
humano sea tal. Esto ya lo convierte en sujeto que posee dignidad. Ahora
bien, si se decide sobre un ser humano sin que este pueda ejercer
influencia alguna, es decir, cuando se decide por encima de él, se
convierte en objeto. Y con esto queda claro lo siguiente: el Estado
nunca puede poner una vida por encima de otra. Nadie puede ser más
valioso que otro, precisamente porque las personas no son objetos. Y
esto también se aplica a las grandes cifras.
¿Es esta una idea solamente de catedráticos y filósofos? ¿Una
exigencia de los jueces del Tribunal Constitucional alemán, que deciden a
años luz de los problemas de nuestras vidas reales?
Ferdinand von Schirach, ¿Tortura salvadora? , Babelia. El País, 07/12/2013
Ferdinand von Schirach, ¿Tortura salvadora? , Babelia. El País, 07/12/2013
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