Sloterdijk: antropotècniques i control social.
Es el signo de los
tiempos de la técnica y antropotécnica que, cada vez más, los hombres pasen al lado activo
o subjetivo de la selección, aun sin tener que ser arrastrados al papel de
selector de un modo involuntario. Respecto a esto hay que dejar algo en claro:
hay un malestar en el poder de elección, y pronto constituirá una opción a
favor de la inocencia el hecho de que los hombres se nieguen explícitamente a
ejercitar el poder de selección que han alcanzado después de haber luchado
realmente por conseguirlo. Pero cuando en un campo se desarrollan positivamente
poderes científicos, ofrecen de los hombres una pobre figura en caso de que,
como en épocas de una temprana impotencia, quieran colocar una fuerza superior
en su lugar, ya fuese el dios, o la casualidad, o los otros. Dado que los
rechazos o renuncias suelen naufragar por su propia esterilidad, ocurrirá con
seguridad en el futuro que el juego se encarará activamente y se formulará un
código de las antropotécnicas. Por su efecto retrospectivo, un código tal
cambiaría también el significado del humanismo clásico, pues con él se publicaría
y registraría que la humanidad no sólo implica la amistad del hombre con el
hombre, sino también –y de modo crecientemente explícito– que el ser humano
representa el para el ser humano la
màxima violencia.
Algo de todo esto
tenía Nietzsche presente cuando,
respecto de sus efectos a distancia, osaba calificarse a sí mismo como una force majeure. Bien podemos pasar por
alto el escándalo que produjeron en el mundo estas declaraciones, pues es
todavía temprano, en término de siglos, o quizás aun de milenios, para juzgar
tales pretensiones. ¿Quién tiene aliento suficiente como para representarse una
era del mundo en que Nietzsche fuera
tan histórico como lo era Platón
para él? Bastaría, para que aclarara, con que los próximos lapsos de tiempo fueran
para la humanidad períodos de decisión en términos de política de la especie.
En ellos se mostrará si la humanidad o sus fracciones culturales dominantes
lograrán producir procedimientos al menos efectivos de autodisciplina. También
en la cultura presente se lleva a cabo la lucha entre los impulsos
domesticadores y bestializantes y sus medios correspondientes. Por cierto que
mayores avances de la domesticación serían otras tantas sorpresas de cara a un
proceso de civilización en que se ha puesto en marcha una inusitada y al
parecer incontenible oleada desinhibitoria. Si el desarrollo a largo plazo
llevará también a una reforma genética de las propiedades de la especie, si una
antropotecnología venidera ha de avanzar hasta un planeamiento explícito de los
caracteres, o si llegará la humanidad como especie a una inversión del
fatalismo del nacimiento que lleve al alumbramiento opcional y la selección
prenatal, son todas éstas preguntas que, como siempre vaga e inseguramente, el
horizonte de la evolución comienza a alumbrar ante nosotros.
Peter Sloterdijk, Normas para el parque humano. Una respuesta
a la ‘Carta sobre el humanismo’ de Heidegger, (1999)
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