Friedrich Schiller: 'Sapere aude'.

Friedrich Schiller


Debe haber algo en el alma humana que se opone a la recepción de la verdad, por muy luminosa que ésta sea, y a su aceptación, por muy vivamente que pueda convencer. Así lo sintió un antiguo sabio y lo expresó en esta sentencia plena de significados ocultos: sapere aude.

Atrévete a ser sabio. Se necesita fuerza de ánimo para combatir las dificultades que, tanto la indolencia de la naturaleza como la cobardía del corazón, oponen al saber. No es casual que el mito haga descender, completamente armada, de la cabeza de Júpiter, a la diosa de la sabiduría, porque ya su primera misión es una acción guerrera. Nada más nacer, ha de vencer en duro combate a los sentidos, que se resisten a ver perturbada su idílica calma. La mayor parte de los hombres están ya demasiado fatigados y abatidos tras la lucha contra la necesidad, como para animarse a afrontar una nueva y más dura lucha contra el error. Contentos con evitar el penoso esfuerzo de pensar, dejan con gusto a otros la tutela de sus conceptos, y cuando sienten necesidades más elevadas, adoptan con ávida fe las fórmulas que el Estado y la Iglesia les proporcionan. Si estos hombres infelices merecen nuestra compasión, habremos de despreciar en cambio, justificadamente, a aquellos otros a quienes una mejor suerte ha librado del yugo de las necesidades, pero que se han sometido a él por propia elección. Éstos prefieren la penumbra de oscuros conceptos, donde el sentimiento es más vivo, y donde la fantasía se dedica a forjar caprichosamente amenas figuras, a los destellos de la verdad, que ahuyentan la agradable ilusión de sus sueños. Pero han basado el edificio entero de su felicidad precisamente en este mundo ilusorio, que la adversa luz del conocimiento hace desaparecer, y entonces, ¿para qué adquirir tan cara una verdad que empieza por arrebatarles todo lo que consideran valioso? Tendrían que ser ya sabios para amar la sabiduría: una verdad que ya intuyó aquél que dio su nombre a la filosofía.

La ilustración del entendimiento sólo merece respeto si se refleja en el carácter, pero con eso no basta: surge también, en cierto modo, de ese mismo carácter, porque el camino hacia el intelecto lo abre el corazón. La necesidad más apremiante de la época es, pues, la educación de la sensibilidad, y no sólo porque sea un medio para hacer efectiva en la vida una inteligencia más perfecta, sino también porque contribuye a perfeccionar esa inteligencia.

Friedrich Schiller, Cartas sobre la educación estética del hombre

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