Els límits de la psicologia davant la psique terrorista.
La incomprensión sobre las verdaderas causas del terrorismo continúa. Como acaban de demostrar de nuevo las últimas masacres en Túnez y Yemen, algunos primates humanos siguen empeñados en utilizar la estrategia del terror para imponer su visión del mundo y parece como si no pudiéramos hacer nada ante esta amenaza. Occidente se ha quedado sin ideas. La ignorancia sobre qué motiva a estas personas a llevar a cabo tales acciones continúa, a pesar de que desde los años 70 se está investigando sobre este fenómeno desde la sociología y la psicología.
Las hipótesis tradicionales postulan que los individuos escogen el terrorismo como opción tras un cálculo de costes y beneficios. El resultado determina qué tácticas emplear y las condiciones sociales son el contexto que las condicionan. Por ejemplo, el terrorismo durante gran parte del siglo XX del grupo Ustacha (movimiento terrorista de carácter nacionalista católico) en Croacia incluía elementos de rabia porque no eran aceptados en las universidades. En la franja de Gaza, el desempleo de los jóvenes y el aburrimiento parecen también parecen ser condiciones previas comunes. Otras hablan de la frustración o el narcisismo como detonantes de la agresividad.
Pero estas especulaciones, aunque explican en parte algunas acciones terroristas, son inservibles en el caso del islamismo radical y atentados como los de Túnez contra turistas, así como también un largo etcétera de asesinatos que son difíciles de digerir para otras culturas democráticas como la nuestra.
Desde el punto de vista psiquiátrico, no parece haber una mayor tasa de trastornos patológicos en los individuos que componen estos grupos que en cualquier otra sociedad. En su mayoría no son enfermos mentales, con la excepción de los casos de terroristas solitarios, como ocurrió con Theodore Kaczynski, más conocido con el sobrenombre de Unabomber.
Pero quizás la realidad sea más compleja y nos estemos enfrentando a todo eso a la vez, apoyado además por modelos mentales que pertenecen a subculturas, como por ejemplo piensa el criminólogo Franco Ferracuti. Esto se traduce en que la guerra es de valores e ideas, pues cada subcultura suele poseer unos propios.
Tampoco podemos predecir quién se convertirá en terrorista. Los estudios sobre personalidad arrojan rasgos del carácter que comparten la mayoría de ellos. David Hubbard, en los años 70 entrevistó a varios terroristas que habían tratado de estallar aviones. Los rasgos e historias vitales comunes eran: un padre violento y a menudo alcohólico, una madre profundamente religiosa, una sexualidad marcada por la timidez, personalidad pasiva, crisis económica y un potencial de mejorar limitado. Pero una vez más, estos hechos también están presentes en individuos que jamás han pensado en hacer daño a alguien.
El psicólogo Jerrold Post cree la forma más potente de terrorismo es la que se transmite de padres a hijos, de generación a generación, como en el caso del IRA, el Estado Islámico o ETA. La razón es que la psicología de estas comunidades que apoyan los actos violentos cambia y son capaces de justificar los actos más abominables en nombre de un valor superior. Son lo que yo llamo ideas de destrucción masiva.
La dinámica de los grupos terroristas es muy similar en todo el mundo. Se parecen en sus métodos a las sectas religiosas. Requieren de compromiso total de los miembros, prohibiendo las relaciones con los de fuera. Regulan o prohiben la vida sexual e imponen la conformidad. Buscan la cohesión mediante la confianza mutua y tratan de lavar el cerebro con una ideología particular. Pero una vez más, no es una información que nos ayude a identificar posibles terroristas futuros.
En este sentido, a veces los estudios y las elucubraciones se realizan para esconder una realidad difícil de aceptar para cualquier cerebro mamífero, especialmente los primates como somos nosotros: no controlamos la situación y esto genera sentimientos de indefensión generalizada. Somos una especie más frágil y más moldeable de lo que nos gustaría ser.
Pablo Herreros, Ideas de destrucción masiva, Yo, mono, 21/03/2015
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