El valor de l'escepticisme.



La decimotercera sección de la serie “Para todos la filosofía”, en Para todos la 2, ha sido “Escépticos” (retransmitida el 018/03/2015).


Si oímos decir a alguna amiga que “en cuestiones de amor es muy escéptica”, inmediatamente pensamos que nuestra amiga ha sufrido uno o varios desencantos amorosos. Los escépticos dicen serlo en cuestiones de amor o en otras cuestiones de la vida, pero siempre nos parecen personas desencantadas, decepcionadas.

Sin embargo, el escepticismo fue una escuela filosófica de la Antigüedad. ¿Es posible que predicaran el desencanto?

Casi podríamos decir que los escépticos de la Antigüedad se proponían lo contrario, es decir, prevenirnos frente a las desilusiones. Ellos afirmaban que lo que está en la base de nuestros tormentos es desear furiosamente tener certezas. Somos desgraciados por ese afán. La enamorada decepcionada busca la certeza en el amor, es una creyente del amor y eso la hace desgraciada.

Así pues, la propuesta escéptica se dirige hacia poder liberarse de ese furor.

Como todas las escuelas filosóficas de la Antigüedad, también esta nos quiere enseñar a obtener una vida buena. Y para ello nos propone hacer una serie de ejercicios mentales, espirituales. Se trata, en este caso, de la “suspensión del juicio”. Por ello hay que entender, no pronunciarse de forma inmediata acerca de la experiencia, o sea no aplicar las palabras o conceptos que son evidentes, ponerlos en “suspensión”.

Por ejemplo, volviendo sobre lo que nos sucede a propósito del amor, suspender el juicio consistiría en lo siguiente. Supongamos que ante la presencia de tal persona sufro una gran conmoción, me sudan las manos, pierdo el apetito, no me salen las palabras. No debo precipitarme y decirme: “estoy enamorada”, “esto es amor”, ya que eso significaría apelar a la evidencia de lo que todos llamarían en una situación así “amor”, cuando quizá se trata de otra cosa (admiración, reconocimiento de autoridad, etc…). No se puede estar segura.

Del mismo modo, no podemos estar seguros de nada. No hay que edificar ilusiones, fantasías, con nuestra experiencia. Si no nos volcamos totalmente a aceptar las evidencias como modo de interpretar nuestras experiencias, alcanzaremos la ataraxia (una especie de quietud del espíritu).

Y no se trata tanto de dudar de todo como de examinarlo todo. Skepsis, de donde viene la palabra “escéptico”, significa examinar, analizar. Los escépticos son investigadores. Por eso todos los grandes científicos son escépticos. Dudan de las certezas adquiridas, siguen analizando.

Por ejemplo, Galileo no creyó lo que veían sus ojos, aplicó el telescopio a los cielos, y vio otras cosas. En este sentido, el escéptico ve más que otros porque no se conforma con lo que todos ven.

Es bastante recomendable tener un cierto grado de escepticismo. Sobre todo en nuestro país, en el que muchos manifiestan furor en sus certezas. El que tiene convicciones es como el que tiene una ideología: es todo él de un partido, es un fanático. No tener convicciones ayuda a ver más.

Maite Larrauri, Para todos filosofía (13): "Escépticos", fronteraD, 20/03/2015

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