Les màquines són màquines.


Mi aforismo favorito de Edsger Dijkstra es este: «La pregunta de si las máquinas pueden pensar es tan importante como la de si los submarinos pueden nadar». Sin embargo, seguimos jugando al juego de la imitación: preguntar lo cerca que estamos de que la inteligencia de la máquina pueda doblar a la nuestra, como si ese fuese el verdadero asunto. Por supuesto, una vez que te imaginas máquinas con sentimientos como los humanos y con libre albedrío, es posible concebir una mala conducta de la inteligencia de la máquina; la IA como una idea Frankenstein. El concepto está en pleno resurgimiento, y al principio pensé que era exagerado. Últimamente he llegado a la conclusión de que no lo es.

Aquí va el argumento sobre la exageración. La inteligencia de las máquinas puede ir en muchas direcciones. Es un fallo de la imaginación centrarse en direcciones como las humanas. La mayoría de los primeros conceptos futuristas de la inteligencia de las máquinas eran sumamente equivocados, porque las computadoras han logrado hacer cosas que los humanos no hacen bien. Las máquinas son increíblemente buenas clasificando listas. Tal vez eso suene aburrido, pero pensemos en cuánta clasificación eficiente ha cambiado el mundo.

En respuesta a algunas de las preguntas planteadas aquí, no está ni mucho menos claro que vaya a haber jamás una razón práctica para que las máquinas tengan emociones y diálogo interior; pasar por humanas bajo un interrogatorio extenso; desear, ser capaces de hacer uso de derechos legales y civiles. Son máquinas, y pueden ser cualquier cosa que nosotros hayamos diseñado que sean.

Pero esa es la cuestión. Algunas personas querrán una inteligencia de máquina antropomórfica. ¿Cuántos vídeos de robots japoneses han visto? Honda, Sony e Hitachi ya han dedicado sustanciales recursos a hacer una IA muy mona, pero sin ningún valor concreto más allá de la publicidad corporativa. Lo hacen sin mejor motivo que el que los entusiastas de la tecnología hayan crecido viendo robots y computadoras inteligentes en las películas.

Casi todo lo que se ha concebido –que sea físicamente posible y razonablemente barato– ya se ha hecho. Así que la inteligencia de la máquina con aspecto humano es un meme con un destino manifiesto, al margen del valor práctico. Esto podría conllevar máquinas-que-piensan amables, obedeciendo las leyes de Asimov. Pero una vez que la tecnología esté ahí fuera, se hará cada vez más barata y se filtrará al nivel de los aficionados, los hackers y las organizaciones de «derechos de las máquinas». Va a haber interés en crear máquinas con voluntad, cuyos intereses no son los nuestros. Y eso sin considerar qué máquinas podrían elaborar los terroristas, los regímenes malvados y las agencias de inteligencia de naciones menos malvadas. Creo que el concepto de la IA frankensteiniana, que se vuelve contra sus creadores, es algo que merece que se tome en serio.

William Poudstone, La IA frankesteiana, cultura 3.0, 26/03/2015

Traducción: Verónica Puertollano

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