La felicitat segons Epíctet.
Epíctet |
Entre todas las cosas que existen, hay algunas que dependen de nosotros y
otras que no dependen de nosotros. Así, dependen de nosotros el juicio de
valor, el impulso a la acción, el deseo, la aversión, en una palabra, todo lo
que constituye nuestros asuntos. Pero no dependen de nosotros el cuerpo,
nuestras posesiones, las opiniones que
los demás tienen de nosotros, los cargos, en una palabra, todo lo que no
son nuestros asuntos.
Las cosas que dependen de nosotros son libres por naturaleza, sin
impedimentos, sin trabas. Por el contrario, las cosas que no dependen de
nosotros se hallan en un estado de sometimiento, de servidumbre, y nos resultan
ajenas.
Recuerda, por tanto, que si consideras libres las cosas que por su propia
naturaleza se hallan en un estado de sometimiento, y crees que te pertenece lo
que te es ajeno, tropezarás con innumerables obstáculos, caerás en la tristeza,
en la inquietud, harás reproches tanto a los dioses como a los hombres. Sin
embargo, si piensas que sólo lo que te pertenece es tuyo y que aquello que es
ajeno te es de verdad ajeno, entonces nadie podrá coaccionarte, nadie podrá
obligarte a hacer nada, no harás más reproches, no formularás más acusaciones,
no volverás a hacer nada contra tu voluntad, no tendrás más enemigos, nadie podrá
perjudicarte y no sufrirás más perjuicios.
Cuando trates de hacer realidad todo esto, ten en cuenta que no te bastará
un esfuerzo moderado, sino que hay cosas a las que deberás renunciar por
completo, y otras que, al menos por el momento, deberás dejar de lado. Pues si
quieres el bien tan grande que obtendrás al actuar así pero también quieres
cargos y riquezas, es probable que ni siquiera esto último obtengas, por el
mero hecho de desear también lo primero. En todo caso, es seguro que no
conseguirás ese primer bien que es el único que procura libertad y felicidad.
Ejercítate, por tanto, en añadir de entrada lo siguiente a cada
representación dolorosa o triste que te venga a la cabeza: «No eres más que una simple
representación y de ningún modo la cosa que representas». A continuación, examina
la representación y ponla a prueba con las reglas de que dispones, y sobre todo
y primeramente con ésta: «¿Debo situarla entre las cosas que dependen de mí o
entre las que no dependen de mí?». Y si concluyes que forma parte de las cosas
que no dependen de ti, ten bien presente que no te concierne.
Recuerda que el deseo promete lo que desea obtener, mientras que la
aversión promete no caer en lo que rechaza. Y aquel cuyo deseo no alcanza lo
que desea se ve asediado por el infortunio, al igual que aquel otro cuya
aversión se abate sobre lo que rechaza debe lidiar con la mala fortuna. Por
tanto, si sólo muestras aversión hacia las cosas que son contrarias a la
naturaleza y que dependen de ti, no caerás nunca en lo que rechazas. Por el
contrario, si muestras aversión hacia la enfermedad, la muerte o la pobreza,
obtendrás aquello que no deseas.
Suprime por lo tanto toda aversión que pudieras tener hacia las cosas que
no dependen de ti, y oriéntala únicamente hacia las cosas que son contrarias a
la naturaleza y que dependen de ti. En cuanto al deseo, al menos por el
momento, suprímelo por completo. A este respecto, ten en cuenta que si deseas
cualquier cosa que no depende de ti antes o después te verás asediado por el
infortunio; mientras que las cosas que sí dependen de ti, y que sería bueno desear,
no están aún a tu alcance.
Sírvete únicamente del impulso que te lleva a la acción y de la rienda que
permite la inacción, pero con suavidad, con moderación y con una cláusula de
reserva.
Con cada cosa que te atraiga, que te guste o que te resulte útil, recuerda
decirte a ti mismo lo que en realidad es, comenzando por las cosas más
sencillas. Si te gusta una vasija, di: «Me gusta esta vasija», de modo que si
se rompe no te sentirás perturbado. Cuando beses a tu hijo o a tu mujer, di:
«Beso a un ser humano», de modo que si mueren no te sentirás perturbado.
Cuando vayas a iniciar una acción, recuerda aquello en lo que en realidad ésta consiste. Si vas a
bañarte, ten en mente lo que suele suceder en los baños públicos: alguno habrá
que te salpique, otro que te empuje, otro que te insulte, otro que te robe.
Emprenderás esa acción con mayor seguridad si te dices: «Quiero bañarme y al
mismo tiempo quiero que mi elección vital permanezca conforme a la naturaleza».
Y así con cada acción. De este modo, si en los baños sobreviene alguna
contrariedad, ten presente esto: «Pero yo no quería solamente bañarme, sino
también, y a un tiempo, actuar de modo que mi elección vital quede preservada en
conformidad con la naturaleza; sin embargo, no lo conseguiré en este estado, si
monto en cólera a causa de lo que ocurre».
Epícteto-Pierre Hadot, Manual
para la vida feliz, Errata naturae editores, Madrid 2015
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