persona
Expósito señala
(en El dispositivo de la persona) la importancia progresiva que ha ido adquiriendo en la sociedad
occidental (el término persona), sobre todo a partir de la impronta con la
que la filosofía personalista quería evitar la repetición del
fenómeno nazi y de todos los discursos y prácticas asociadas a él.
A partir de la noción de persona se justifica la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (uno de los máximos
representantes del personalismo, Jacques Maritain, se encuentra entre
los redactores del documento). La filiación tiene una doble
procedencia . El derecho romano, por una parte, y la doctrina
cristiana y la filosofía medieval, por otra. La realidad, dice
Expósito, es que el término común persona no tiene un
sentido universalista del derecho sino por el contrario marca
diferencias muy radicales entre seres humanos. Esta polaridad marca
una minoría de pleno derecho, incluso sobre la vida de otros, que a
su vez no tienen ningún derecho, están cosificados. Esto quiere
decir que el término persona, mal
que nos pese, no es inclusivo, ya que está basado en
diferentes grados de exclusión. La personalización implica
despersonalización. En cuanto a la doctrina cristiana y a la
filosofía que va ligada la persona se identifica con la parte
racional y volitiva, con el alma. Tiene como base, por tanto, una
concepción dualista del hombre, en la que una parte domina a la
otra. Esto tiene relación con una noción asociada a la de persona,
que es la de sujeto. Sujeto quiere decir (el mismo Foucault insistió
en ello) sujeción y puede referirse a una relación de dominio de
uno sobre el otro (súbdito) como a un dominio de uno sobre sí
mismo. Esta relación entre sujeto y sumisión se vuelve evidente en
Hobbes, donde prácticamente el único sujeto es el Soberano. Los
esfuerzos del personalismo para fundamentar en la persona la dignidad
universal de los derechos es, para Expósito, fallida. Nietzsche y
Freud, desde diferentes ángulos, cuestiona la unidad sustancial de
los seres humanos. Pero es sobre todo Simone Weil la que pone de
manifiesto la relación entre derecho romano (centrado en la
persona) y la barabarie nazi.
Lo que hay que
defender, dice Expósito, no tanto el sujeto o la persona, sino lo
impersonal de la vida humana, en una especie de biopolítica
afirmativa. El derecho y la técnica deben ser instrumentos al
servicio de la vida humana, tanto entendida a nivel individual como
colectivo. Hemos conocido lo peor de la biopolítica con el nazismo,
al querer reducir la vida humana a una realidad biológica. Pero no
es con los dualismos implícitos en la noción de persona,
que conducen directamente a una desvalorización del cuerpo.
Simone Weil fue la que puso de manifiesto de una manera más cruda el
funcionamiento deshumanizador de la máscara de la persona. Tampoco
es una solución el iusnaturalismo, ya que lo natural y el derecho
son conceptualmente incompatibles.
El estudio crítico
de Roberto Expósito es interesante. Coincido con él en que no hay
fundamento metafísico (y el término persona) para fundamentar un
humanismo. También en que los individuos somo una unidad heterogénea
en la que las concepciones dualistas son falsas además de
peligrosas. Somos un cuerpo, un cuerpo parlante y socializado. Pero
es desde el cuerpo y la vida desde donde hemos de buscar unas
condiciones sociales adecuadas. Adecuadas quiere decir buenas para
todos, en la medida de lo posible. Pero la palabra biopolítica me
parece algo confusa si no le damos un sentido preciso. El derecho es
convencional, es artificial, nunca es natural. Los derechos humanos
no son una opción metafísica, son una opción política. Y es
políticamente como se han de justificar.
Luis Roca Jusmet, La verdad no es políticamente correcta, Materiales para pensar, 11/01/2012
http://luisroca13.blogspot.com.es/2013/01/la-verdad-no-es-politicamente-correcta.html
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