La consciència amenaçada.

Gerald Edelman
¿Estaría usted dispuesto a admitir que su percepción consciente, el hecho de darse cuenta de su propia existencia y de las cosas que pasan, es una mera ilusión intrascendente, que su pensamiento consciente no es otra cosa que un reflejo imaginativo de lo que hace su cerebro? ¿Admitiría que no son su pensamiento consciente, y las decisiones que con él toma, quienes determinan su comportamiento? ¿Aceptaría que su consciencia es un epifenómeno, es decir, un efecto secundario del trabajo fisiológico de su cerebro, con escaso o ningún valor práctico, algo, en definitiva, equivalente al ruido del motor de un coche o al color rojo de la sangre? Quizá no, quizá se resistiría a ello, pero déjeme decirle que eso es exactamente lo que piensan acerca de la consciencia biológica algunos grandes científicos de nuestro tiempo, como el premio Nobel norteamericano Gerald Edelman. (…)

El fenómeno de la percepción consciente, afirman, no puede ser explicado en términos científicos. Únicamente se trata de discriminaciones internas que correlacionan con la actividad de los mecanismos cerebrales que las generan.  

Algo asombrado y deseando conocer mejor esa opinión, me dirigí hace algún tiempo directamente a Gerald Edelman por correo electrónico y amablemente le solicité precisiones sobre el tema. En su nombre, y excusándolo por estar ocupado en otras cosas, me contestó enseguida Joe Gally, uno de sus colegas que firmaron con él un reciente artículo donde expresaban las opiniones anteriormente explicadas sobre la naturaleza de la consciencia (Biology of consciousness, Frontiers in Phychology, 2:1-7, 2011). El doctor Gally, tras calificar mis preguntas como muy interesantes, me confirmó su suposición personal de que los qualia, es decir, los contenidos de la consciencia, son epifenómenos, como el color rojo de la sangre, y, por tanto, no son causales, no influyen en modo alguno en nuestro comportamiento. Literalmente dijo que no veía ningún modo por el que una ilusión como la consciencia puede per se ser capaz de hacer que una simple neurona se active y genere comportamiento. Según dijo, sentir la experiencia consciente como causal es algo así como sucumbir a una ilusión, pero, sorprendentemente, añadió que conocer los mecanismos neurales que hacen posible esa ilusión es el mayor desafío de la ciencia para el siglo XXI. Le contesté con nuevas preguntas. Si la consciencia es un epifenómeno, ¿por qué ha evolucionado? ¿Para nada? ¿Acaso es un error o capricho de la selección natural? Y, si se trata de una ilusión intrascendente, ¿por qué conocer sus mecanismos neurales es algo tan importante? Gally contestó que la consciencia ha evolucionado como una consecuencia inevitable del mecanismo elegido por la evolución para procesar el pensamiento, igual que el color rojo de la sangre es una consecuencia no pretendida pero inevitable de la proteína seleccionada para transportar el hierro a los tejidos orgánicos, y añadió algunas redundancias sobre lo anteriormente dicho. En cierto modo vino a decir que la consciencia ha evolucionado colateralmente, como por casualidad, algo que podría devaluar nuestra concepción y sentimientos sobre la misma.


Ignacio Morgado, ¿Es la consciencia un epifenómeno?, Claves de razón práctica, Septiembre/octubre 2013, nº 230

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