El pragmatisme i el problema de la veritat.



La cuestión fundamental que se plantean los filósofos pragmatistas es sencillamente ésta: ¿qué es una idea?
Naturalmente esta pregunta se la habían hecho con anterioridad otras filosofías, pero la diferencia no está en la pregunta sino en la respuesta. Las dos grandes tendencias del pensamiento occidental habían expuesto así su opinión: una idea, decía el realismo, es el concepto que se forma en nuestra mente como consecuencia de mostrársenos la realidad. Con esta opinión el realismo acentuaba el absolutismo de la realidad y al mismo tiempo el carácter reflejo de la idea. Esta era, por decirlo así, algo inmutable en cuanto que respondía a una realidad material. El idealismo insistía, con preferencia, en el carácter representativo y creador de la idea. El pragmatismo rechaza ambas concepciones, arguyendo que se basan en pruebas que no responden a la realidad. La idea no es una presentación, ni una representación; la idea no es sino algo que se hace y “funciona en la vida como un plan de acción”. Qué sea la idea carece de importancia, si es que esta frase tiene algún sentido. La idea que se toma de algo no es, en modo alguno, una copia de ese algo. Para que adquiramos el conocimiento pleno de un objeto, necesitamos saber qué consecuencias de índole práctica se seguirán de la idea que tenemos de ese objeto. (16-17) 
Tradicionalmente, el problema de la verdad se ha venido solucionando con la respuesta de que la verdad es la adecuación de la cosa con el entendimiento. Una proposición es verdadera cuando lo que expresa concuerda con la cosa sobre la que se juzga.
(…) Para los pragmatistas ¿qué significa adecuación o concordancia entre una cosa y el entendimiento? Hay adecuación cuando una idea en el entendimiento reproduce a una cosa sensible. Podemos reproducir la esfera del reloj visto en la pared, en el sentido de que si cerramos los ojos tendremos una imagen de dicha esfera. Pero ¿qué ocurre cuando la idea no puede ser una reproducción? Si queremos saber “cómo anda” el reloj entonces es difícil lograr una reproducción semejante, ya que de ningún modo el entendimiento se enfrenta con la realidad. Reducido a sus términos más tajantes esto significa ¿qué ocurre cuando no existe medio alguno de comprobar la adecuación -representación- entre una cosa y el entendimiento? Si decimos que en la época antediluviana ocurrió cierto hecho, ¿podrá conocerse la verdad de este hecho? ¿Cómo verificar dicha verdad? Existen aquí dos problemas: uno el de la referencia de toda verdad al sujeto, y otro el de la necesidad de comprobar la proposición enunciada.
La verdad del hecho a que nos referimos no es una propiedad exclusiva de él, sino que la verdad es algo conocido, pensado o dicho sobre la realidad: tal es la opinión pragmatista. No obstante, si el hecho ocurrió en la época antediluviana, con independencia de que alguien lo observara, no puede dejar de ser cierto. La respuesta pragmatista a esta objeción dice que la verdad del hecho se halla predeterminada por su naturaleza. Es un conocimiento en forma de nueva posibilidad, pero sólo adquiere la categoría de verdad en el momento en que se conoce. No existe la verdad cuando no hay conocedor, ideas ni actuación. Existe la verdad posible o virtualmente porque la existencia del hecho puede originar un cognoscente. (23-24)
¿Cómo saber que un juicio es verdadero? Un juicio es verdadero no por el hecho de afirmarlo sino por el hecho de su comprobación. Pues si, en efecto, concedes que un juicio es verdadero antes de comprobarlo la situación para el pragmatista sería embarazosa (…).
… la verdad de una idea, de un juicio, etc., no es una propiedad estática de aquélla o de éstas. La verdad no “es” sino lo que le “sucede” a una idea. (…) Verificar significa, dice James, las consecuencias prácticas de una idea y éstas son, a su vez, las que tenemos en la mente siempre que decimos que nuestras ideas concuerdan con la realidad. Estas consecuencias nos conducen a otras partes de la experiencia con las que sentimos que están de acuerdo las ideas originales. (25)
Tanto James como Dewey están de acuerdo en sostener que la prueba de la validez de la verdad radica en que realice bien una función. Si lo hacen con éxito, las ideas son válidas, verdaderas. Si en su actuación aumentan la confusión, la incertidumbre, entonces son falsas. (25)
El éxito o la utilidad a que se refieren los pragmatistas cuando hablan de la verdad no se refiere a utilidad o satisfacción personal, como ocurriría si se planteara este caso: “es verdad que este cuadro es un Rembrandt auténtico, y no falso, porque me conviene venderlo a buen precio”. La refutación de una afirmación semejante, cuyo único criterio de verdad reside en la conveniencia particular, es demasiado fácil para que se haga con seriedad. Ningún pragmatista, en efecto, ha sostenido tal concepto de la verdad. Dejemos expresarse a Dewey: “Un concepto de la verdad que hace de ella un simple instrumento de ambición y exaltación privada es tan repulsivo que causa asombro que haya habido críticos que han atribuido ese concepto a unos hombres en su sano juicio. En realidad, verdad como utilidad significa servicio para contribuir a la reorganización de la experiencia que la idea o la teoría proclama que es capaz de realizar. No se mide la utilidad de una carretera por el grado en que se presta a los designios de un salteador de caminos. Se mide por cómo funciona en la realidad como tal carretera. Como medio fácil y eficaz de transporte y de comunicación pública. Lo mismo ocurre con la aprovechabilidad de una idea o de una hipótesis como medida de su verdad”. (La reconstrucción de la filosofía) (25-26)
Luis Rodríguez Aranda, Prólogo a William James, El significado de la verdad (1909), Aguilar, Buenos Aires 1966, 3ª edición

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