El model intern del cervell.
… el sistema visual no es como
una cámara. Ver no es simplemente quitar la tapa de la lente. Para ver, hace
falta algo más que unos ojos que funcionen. (58)
La visión no son sólo fotones
interpretados inmediatamente por la corteza visual, sino toda una experiencia
corporal. Las señales que llegan al cerebro sólo se pueden descifrar a base de
entrenamiento, lo que significa ser capaces de contrastar señales con la
información procedente de nuestros actos y sus consecuencias sensoriales. Es la
única manera en que nuestros cerebros pueden llegar a interpretar lo que los
datos visuales significan en realidad. (59-60)
De hecho, el cerebro genera su
propia realidad, incluso antes de recibir información procedente de los ojos y
de los demás sentidos. Es lo que se conoce como modelo interno.
La base del modelo interno se
puede ver en la anatomía del cerebro. El tálamo se asienta entre los ojos, en
la parte delantera de la cabeza, y la corteza visual en la parte de atrás. Casi
toda la información sensorial cruza este circuito camino de la región
pertinente de la corteza. La información visual se dirige a la corteza visual,
de manera que hay un enorme número de conexiones que van del tálamo a la
corteza visual. Pero ahora llega la sorpresa: en sentido opuesto, las
conexiones se multiplican por diez.
La expectativas específicas del
mundo -en otras palabras, lo que el cerebro “intuye” que hay ahí- se transmite
mediante la corteza visual al tálamo. Entonces el tálamo compara lo que llega
desde los ojos, y si se corresponde con las expectativas (“cuando vuelvo la
cabeza debería ver una silla”), entonces muy poca actividad vuelve al sistema
visual. El tálamo simplemente informa de las diferencias entre lo que indican
los ojos y lo que el modelo interno del cerebro ha predicho. En otras palabras,
lo que se manda de vuelta a la corteza visual es lo que no cumple las
expectativas (también conocido como el “error”): la parte que no fue predicha.
De manera que, en cualquier
momento, lo que experimentamos como visión se basa no tanto en la llegada de la
luz a nuestros ojos como en lo que ya hay dentro de nuestra cabeza.
Y por ese motivo Cold Blue Luke,
sentado en su celda completamente a oscuras, tenía ricas experiencias visuales.
Encerrado en el Agujero, sus sentidos no enviaban ninguna información nueva al
cerebro, de manera que su modelo interno campaba a sus anchas y experimentaba
visiones y sonidos muy vívidos. Incluso cuando el cerebro no está anclado a
ningún dato externo sigue generando sus propias imágenes. Aunque eliminemos el
mundo, el espectáculo continúa. (…)
Naturalmente no hace falta ir muy
lejos para encontrar la propia cámara de privación sensorial. Cada noche,
cuando uno se va a dormir, tiene ricas experiencias visuales. Tienes los ojos
cerrados, pero disfrutas del exuberante mundo lleno de color de sus sueños, y
te lo crees hasta el último detalle. (69-71)
David Eagleman, El cerebro.
Nuestra historia, Anagrama, Barcelona 2017
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