Respecte a la privacitat i democràcia.







by Kranhn
Respecto del poder, cuanta más información se tiene de nosotros, más vulnerables somos. Si un Gobierno, por ejemplo, fuese capaz de saberlo todo sobre sus ciudadanos (sus búsquedas en Internet, lo que leen, los mensajes que mandan), también podría aplastar cualquier intento de disidencia antes de que lograra manifestarse de manera organizada. La vigilancia permite adelantarse a los actos de las personas señaladas, permite dominarlas. Supongamos que toda la información recabada sobre nosotros acaba un día en manos de un tirano, se podría decir que estamos construyendo ahora la arquitectura de datos sobre la que se sostendría una dictadura en el futuro. Al fin y al cabo, la caza de judíos por parte de los nazis fue mucho más eficaz en aquellos lugares donde había buenos registros civiles. Y tampoco es casualidad que los nazis innovaran en técnicas de registro e identificación de la población, apoyados en una empresa informática, IBM, y en su tecnología de la tarjeta perforada.

Por eso es aterrador el llamado “crédito social” que está poniendo en marcha el Gobierno chino. Este sistema evalúa la reputación de una persona a partir de todos los datos que de ella se tienen y, de acuerdo con su calificación, permite limitar su acceso a diferentes oportunidades. En febrero de 2017, el Tribunal Popular Supremo de ese país anunció que había prohibido coger un avión a 6,15 millones de personas en los últimos cuatro años por haber cometido “delitos sociales”. Otros 1,65 millones están en la lista negra que les impide desplazarse en tren. El Gobierno está creando un sistema de control total en el que se registra y califica cada acción de cada individuo; y no contentos con eso, para hacer notar el poder absoluto que están acumulando, se castiga con la exclusión social a aquellos que se desmarcan de las líneas establecidas.

El respeto a la privacidad va de la mano del respeto a la democracia, la libertad y la igualdad. Si se nos trata de manera diferente por lo que se sabe de nosotros —por nuestros hábitos de compra, poder adquisitivo, genes, estado de salud o cualquier otro detalle personal—, se rompe el principio de igualdad de oportunidades sobre el que se asienta una democracia. Un ejemplo claro: cuando se descubrió que los algoritmos de Google mostraban anuncios de trabajos bien pagados a más hombres que mujeres. Si el buscador no fuese capaz de saber si somos mujeres u hombres, ricos o pobres, nos trataría a todos por igual.
Carissa Véliz, Tus datos son tóxicos, El País 08/04/2018

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