El capítol primer sobre la mercaderia ('El Capital')



Nunca nada me costó más que el capítulo primero sobre la mercancía. Marx lo había previsto, porque escribió en el prólogo: “Los comienzos son siempre difíciles y esto rige para todas las ciencias. La comprensión del primer capítulo, y en especial de la parte dedicada al análisis de la mercancía, presentará por tanto la dificultad mayor”. No estaba mintiendo. También ese primer capítulo tiene metáforas extraordinarias. Cito una: el valor de la mercancía es “un coágulo de trabajo humano indistinto”. Y, en medio de todas las dificultades, definiciones clarísimas: “Un objeto no puede tener valor sin ser útil”.
Después de ese primer capítulo, la acumulación originaria de El capital es un friso histórico, magistralmente escrito, que puede recorrerse sin los dolores de la iniciación: vemos a los campesinos despojados de los bosques y prados comunales, obligados a mudarse a las nuevas ciudades, donde se convertirán en obreros. Todo tiene un aire de novela realista, aunque Marx esté escribiendo historia.
En los apuntes que tomé de esta lectura reconozco mi letra que todavía lleva la marca de la escuela donde me la habían enseñado: redonda, achatada y vertical, la letra joven y disciplinada de alguien que sigue aprendiendo. Eso era, porque estaba convencida de que, si leía esa primera sección de El capital, algo definitivo iba a pasar conmigo y con mi ideología (en esa época no se decía imaginario).
Fue verdad. Algo pasó conmigo. Hice mi primera experiencia intelectual de máxima exigencia. Por primera vez, no era yo la que daba la vuelta a las páginas de un libro. Eran esas páginas las que me daban vuelta.
Beatriz Sarlo, Páginas decisivas, Babelia. El País 13/04/2018

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