Antic Testament (sobre la estupidesa humana)




Circula la fundada sospecha de que muchos creyentes no leen nunca el Antiguo Testamento porque si lo hicieran se avergonzarían de profesar una fe fundada en un libro tan repleto de sandeces a la par que rematadamente horrible, injusto y malvado. La Iglesia lo sabe, y no es casualidad que prohibiera las traducciones de la Biblia a las lenguas vulgares desde la publicación del primer Índice de libros prohibidos (1559) y desaconsejara luego a los fieles que hicieran una lectura independiente. 

La turbación suprema del Antiguo Testamento es la figura antropomorfa, obtusa y sanguinaria del Dios de Israel. La historia comienza a lo grande con la creación del mundo, pero enseguida abandona el aliento cósmico para centrarse en el exilio y al éxodo del insignificante pueblo elegido. El ansia de épica obliga a cantar la conquista militar de la Tierra Prometida y se convierte en un parte de las guerras civiles e inciviles libradas por los judíos (entre ellos y contra sus vecinos), segando la vida de innumerables víctimas en nombre y con la ayuda de Dios. 

Turbadores son también muchos de los necios preceptos im- puestos por el mismo Dios: por ejemplo, «no cortarse el cabello en redondo, a los lados de la cabeza». Por no hablar de bobadas del tipo no poder comer «rumiantes como la liebre», que no es rumiante, o «insectos de cuatro patas», cuando todos tienen seis.

Piergiorgio Odifredi, Diccionario de la estupidez, Malpaso, Barcelona 2018

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