Cos i percepció.
Cuando un bebé extiende el brazo
para tocar lo que tiene delante, no sólo lo hace para averiguar la textura y la
forma. Estos gestos también son necesarios para aprender a ver. Aunque parezca
extraño imaginar que el movimiento de nuestro cuerpo es necesario para la
visión, este concepto fue demostrado de manera elegante con dos gatitos en
1963.
Richard Held y Alan Hein, dos
investigadores del MIT, colocaron dos gatitos dentro de un cilindro en torno al
cual había unas franjas verticales. A los dos gatitos les llegaba información
visual al moverse dentro del cilindro. Pero había una diferencia crítica en sus
experiencias: el primero caminaba por propia voluntad, mientras que el segundo
era transportado dentro de una cabina sujeta a un eje central. Como
consecuencia de este montaje, los dos gatitos veían exactamente lo mismo: las
franjas se movían al mismo tiempo y a la misma velocidad para ambos. Si la
visión se limitara a fotones que llegan a los ojos, los sistemas visuales de
los dos gatitos se habrían desarrollado de manera idéntico. Pero el resultado
fue sorprendente: sólo el gatito que utilizaba su cuerpo para moverse
desarrolló una visión normal. El gatito que iba dentro de la cabina jamás
aprendió a ver correctamente; su sistema visual no alcanzó un desarrollo
normal.
La visión no son sólo fotones
interpretados inmediatamente por la corteza visual, sino toda una experiencia
corporal. Las señales que llegan al cerebro sólo se pueden descifrar a base de
entrenamiento, lo que significa ser capaces de contrastar señales con la
información procedente de nuestros actos y sus consecuencias sensoriales. Es la
única manera en que nuestros cerebros pueden llegar a interpretar lo que los
datos visuales significan en realidad. (59-60)
David Eagleman, El cerebro.
Nuestra historia, Anagrama, Barcelona 2017
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