El pecat de blasfèmia.




¿Cómo permite Dios que se insulte a Dios? El fiscal debería afrontar antes esta cuestión previa. Lo planteó el griego Epicuro en una formulación de primero de Teodicea en el seminario: Dios y la incompatibilidad de dos de sus (supuestos) atributos: la bondad y la omnipotencia. Frente al mal (pongamos que hablo del insulto del actor), o quiere remediarlo pero no puede (1), o no quiere (2), o no puede y no quiere (3) o puede y también quiere (4). En el primer caso, Dios no sería omnipotente, en el segundo no sería bondadoso o moralmente perfecto, en el tercero no sería ni omnipotente ni bondadoso o moralmente perfecto y en el cuarto Epicuro plantea la pregunta de cuál es el origen de los males y por qué Dios no los elimina.

Son las personas quienes merecen respeto, no las creencias. Las malas ideas se combaten, no se odian. Para un ateo (e incluso para un creyente), Dios y la Virgen son ideas o metáforas, como Mickey Mouse o la Brigada Canina para un colegial. Sería enternecedor escuchar cómo argumenta el fiscal la existencia de Dios y cómo demuestra que el Motor Inmóvil de Tomás de Aquino ha podido sentirse ofendido por las palabras de un actor enfadado.
“Si creo o no creo en Dios, es algo que solo Dios sabe”, dijo Camilo José Cela. Es una buena manera de decir que se duda sin decirlo, o que no se sabe. Si te preguntan, cambia de tema, salvo que tengas a mano el argumento de la fe. “¿Qué cosa es fe?”, preguntaba el maestro nacionalcatólico sobre una página del catecismo del padre Astete. “Fe es creer lo que no vimos”. Líneas más abajo, aparecía Dios con todo su esplendor: “Decid, ¿cuál es el primer mandamiento de la ley de Dios? Respuesta: Amar a Dios sobre todas las cosas”.

Miles de teólogos llevan siglos buscando lo que no ven, pero Dios estaba allí, sobre los pupitres. Cuando el niño va creciendo, ve un mundo de violencia, de pobreza, de catástrofes naturales y de pavorosos dolor y desamor. Crédulos o no, muchos acaban pensando lo del clásico: si Dios existe, espero que tenga una buena disculpa.
Cómo sufrir injusticias, violencias o tragedias sin preguntarse dónde está Dios, o por qué calla. Lo hizo incluso Benedicto XVI durante su visita a Auschwitz en mayo de 2006: “¿Por qué, Señor, has tolerado esto?”. Ya lo había dicho antes Adorno: “¿Es posible hacer poesía después de Auschwitz?”. Voltaire se preguntó lo mismo tras el terremoto que destruyó Lisboa en 1755.
¿Dónde está Dios, si existe, cuando el hombre sufre? La pregunta parte de la noche de los tiempos. La plantea el propio Cristo en la cruz, cuando grita "Señor, señor, ¿por qué me has abandonado?". Es tan inútil argumentar que Dios no existe como intentar demostrar que existe. ¿Dónde se adquiere la fe, cómo se aprende? Astete nos dejaba de nuevo patidifusos. La fe es una gracia de Dios. Es un supuesto Dios quien concede la gracia de creer en él o quien la quita. ¡Vaya por Dios! 
Juan G. Bedoya, ¿Por qué Dios permite cagarse en Dios?, El País 24/03/2018

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