Massimo Piatelli: "Som instintivament uns pèssims avaluadors de probabilitats".
Massimo Piatelli |
La idea de que nuestra razón sea la que gobierne territorios cada vez más
amplios, sustrayéndolos a la tiranía de una mal entendida “espontaneidad”
instintiva, no es nueva, aunque sigue siendo de gran actualidad. Debemos estar
preparados para identificar y vencer, también en este terreno, resistencias
psicológicas. Según me dicen mis amigos psicoanalistas, las “resistencias” que
hay que vencer hoy en el terreno del inconsciente emotivo ya no son las de la
época de Freud, es decir, las de
nuestros abuelos. El deseo moralista de parecer honesto y la sexofobia de
aquella época ya no existen. Las resistencias actuales, siempre según mis informadores,
adoptan la forma de autoanálisis “salvajes”, superficiales, aparentemente
despiadados e impúdicos, exhibidos por quienes afirman que ya “lo saben todo”
de sí mismos. Al auténtico, lento y difícil autoanálisis ya no se opone el
rechazo, sino más bien un exceso atrevido de “autodiagnóstico” instantáneo,
aparentemente muy sincero y cruel. (…)
En este campo, la principal resistencia al progreso de la racionalidad
consiste enteramente en insistir en la exactitud de nuestras estrategias intuitivas,
de nuestros pseudo-razonamientos, ingeniándonos para demostrar que “al fin y al
cabo no están tan equivocados”. (…) Una vez establecido este incierto e
irrelevante punto de partida, a nuestro inconsciente cognitivo le resulta fácil
pasar después a la “demostración” de que “por consiguiente” todo funciona bien.
Entre la racionalidad y nuestro amor propio cognitivo, elegimos el segundo,
dispuestos a pagar el precio que sea. En definitiva, nos duele más tener que
admitir que, en la actualidad, somos instintivamente
pésimos evaluadores de probabilidades, y pésimos decisores frente a posibles
alternativas, que admitir que, en un fondo instintivo recóndito, deseamos
simbólicamente hace tiempo poseer a nuestra madre y matar a nuestro padre.
Freud afirmó, lapidariamente, que allí donde ahora está
el inconsciente, debería estar un día el yo. Gracias a una de estas perlas que
se esconden en los recovecos de las lenguas, su frase original significaba también: “Allí donde estaba esto, deberé
estar yo” (Wo Es war, soll Ich werden).
Este lema significaba que el trabajo de saneamiento de la racionalidad, a la
larga, debe aclarar los enredos y los embrollos que llevamos dentro, pero de
los que no somos espontáneamente conscientes.
Con métodos completamente distintos, partiendo de presupuestos totalmente
distintos, y utilizando un material completamente distinto, pretendo dar
consistencia a un proyecto similar al proyecto freudiano, contribuyendo a
ensanchar posteriormente el dominio de la razón. Me parece importante subrayar,
en la frase de Freud, el verbo “deber”
(sollen). Nuestro proyecto, como el
original de Freud, también es un
proyecto de naturaleza moral. Se trata de un proyecto de curación de nuestra
capacidad de decisión, en el que confío que muchos de nosotros podamos,
precisamente en estos momentos, reconocernos.
(…) Mi intención es hacer que descubramos directamente, en nuestro
interior, la fuerte tentación que todos experimentamos de embocar, y de
recorrer hasta el final, lo que he denominado los túneles de la mente. (…) El
objetivo último es hacer que superemos la estupefacción inicial, volviendo a
considerar a la luz de una nueva perspectiva muchos acontecimientos de la vida,
tanto pública como privada, y reequilibrando muchos juicios espontáneos desde
un plano distinto, superior, más racional.
El problema de la racionalidad es un problema eterno, pero cada época lo ha
tratado de una manera distinta. Aristóteles
intentó descubrir las leyes internas de la razón, y hacerlas transparentes,
explícitamente transmisibles, incluso enseñables. La Ilustración intentó
demostrar que la razón es tan necesaria como suficiente para gobernar las cosas humanas. Los románticos y los
relativistas (de ayer y de hoy) se han esforzado por denunciar los límites de
la razón, creyendo que se podían situar al margen de ella. Los racionalistas
modernos, desde Kant en adelante,
han intentado, en cambio, explorar sus límites desde dentro, sosteniendo con
buenos argumentos que no es ni posible, ni pensable, salirse de ella para
observarla como se observa un planeta lejano.
Nuestra época ha heredado el dilema de si la racionalidad es un “don”
natural de nuestra especie, o si, en cambio, constituye un objetivo fatigoso,
una meta que hay que alcanzar, aun a costa de violentar ciertas tendencias
naturales nuestras. Indudablemente, el dilema no es nuevo, pero desde hace no
hace mucho tiempo se ha iniciado un cambio auténticamente revolucionario hacia
soluciones impensables hasta ahora, a base de estudiar sistemáticamente,
desapasionadamente, sobre casos modelo cómo razonamos en realidad. (Introducción,
18-20)
Massimo Piattelli Palmarini, Los
túneles de la mente. ¿Qué se esconde tras nuestros errores?, Crítica.
Biblioteca de Bolsillo, Barcelona 1995
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