Las ganas de trabajar se te quitan trabajando por los demás.
Lo reconozco, no estoy buscando trabajo. No estoy apuntado al paro,
ya no envío currículums, ni solicitudes, me he borrado de Infojobs, no
miro el LinkedIn. No quiero trabajar. Así no.
He trabajado para un jefe capullo, para un jefe majo, para una
multinacional, como autónomo, como becario, en negro, en otros países,
cobrando, sin cobrar... Casi siempre empiezo bien, pero al cabo de un
tiempo acaba por cubrirme una sutil pátina de desidia que, si la dejo
crecer, acaba convirtiéndose en una corteza de alienación
claustrofóbica, y al final en una furia catatónica que se queda dando
vueltas por mi cuerpo sin poder salir. Soy un Afectado por la Rutina.
Pero hay algo más: esa sensación, sorda pero constante, de estar
cumpliendo los sueños de otra persona, en lugar de los míos. A veces los
de alguien a quien ni conozco. A veces de un capullo. Creo que esto es
lo que se siente al ser explotado.
Decían los nazis que el trabajo nos hace libres. Por si "decían los
nazis" no es suficiente argumento en contra, ahí está la terca realidad,
que nos muestra justo lo contrario: nos hace libres para comprar cosas e
hipotecarnos, pero nos ata al sistema y, al final, a los bancos
privados. Pero claro, no hay otra opción.
En otra esquina filosófica se acurruca la cándida sensatez de Mark Twain:
El trabajo es aquello que nos obligan a hacer. El juego es aquello a lo que no nos obligan.Otro perroflauta.
Además de ser un vago, no me fío de los datos del paro. El número
cuatro millones, o cinco, o seis, no me dice nada. Tampoco me preocupa
la EPA, que suba o baje. No significa nada. Como el PIB, no son
indicadores fiables del bienestar de una población. Yo prefiero usar el
HDI (índice de desarrollo humano) de la ONU (la columna de la derecha de esta tabla es muy esclarecedora de lo que está pasando en el mundo) o el HPI (índice de felicidad planetaria):
Diez de las primeras once naciones del índice 2009 están en Iberoamérica. [...] Los Estados Unidos tienen una calificación especialmente pobre, en el puesto 114 de entre 143.
Sin embargo sí me importa, y mucho, que todas las personas tengan
cubiertas sus necesidades. Esto no depende de que haya más o menos
desempleo, o más o menos dinero, sino de políticas y de prioridades. Al
fin y al cabo, dinero hay: la cueva de Alí Babá está llena.
No solucionaremos gran cosa generando empleo en los mismos
puestos de los mismos explotadores que provocaron la Gran Recesión. Yo
no estoy deseando que termine la crisis para volver a trabajar para
compañías farmacéuticas y que todo vuelva a la normalidad. La solución no sólo es más empleo, sino más democracia. Sin ella, los puestos que se creen serán más y más injustos.
Quiero hacer una aclaración. A pesar de ser un vago, me gusta
levantarme al amanecer y pasar todo el día cargando escombros, o en el
taller, o en la huerta, cocinando, cortando leña, removiendo mierda,
solucionando problemas, enviando correos, padeciendo eternas reuniones,
organizando eventos, trabajando conflictos personales... Ahora estoy
construyendo una cervecería y un laboratorio, y se me pasan las horas
volando. Cuando es para construir algo en lo que creo, me encanta
trabajar.
Así que trabajo sí, pero no empleo. Cooperación, no explotación.
Compromiso, no obligación. Trabajo digno, no subempleo. Cooperativas, no
empresas. Bien común,
no beneficio privado. En el nuevo régimen postcapitalista se debilitan
las jerarquías, y el sometimiento se reduce a un acto voluntario (al
médico, al entrenador). Aquí no hay empleo, pero todo el mundo trabaja. Y
todos comen.
Todo esto es muy bonito, sí, pero ¿realmente se puede vivir sin empleo? Pues sí.
Por supuesto, no estoy sugiriendo que para ser feliz tengas que
remover mierda o construir cervecerías. Pero ya seas ingeniera,
programador, historiador o fontanera, o quieras dejar de serlo, hay un
sitio para ti haciendo justo lo que te gusta hacer. Olvida la frase "no
hay otra opción". La hay.
En vivirsinempleo.org
te dan algunas claves. Autoempleo, trueque, bancos de tiempo, y sobre
todo, cooperativisimo. En fin, nada nuevo, pero nunca se enfatiza
demasiado la importancia de estas alternativas a la explotación laboral.
Esta es la democracia real. La mejor manera de conocer más sobre
estas formas de convivencia autogestionada es visitando alguna comunidad
que funcione así. Ve al centro social o asamblea de tu barrio, allí te
contarán. O si tienes tiempo para viajar, en este mapa puedes encontrar unos cuantos proyectos en marcha.
Autogestión macht frei.
Pablo Prieto, Soy un vago, El Huffington Post, 17/06/2013
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