Primatologia i democràcia.
Christophe Boesch, Director del Departamento de Primatología del Instituto Max Planck,
cree que aunque la democracia formal surgió por primera vez en Atenas, o
más recientemente en Estados Unidos y Francia, la manera de entender la
organización social típica de la democracia surgió hace mucho más tiempo, en las profundidades de la selva.
Según Boesch, las conductas políticas básicas tienden a estar fijadas genéticamente y datan de la era paleolítica,
habiendo condicionado la propia naturaleza y evolución humana mediante
la existencia de fuerzas anti-jerárquicas, incluso desde antes que nos
adentráramos en la sabana.
Los primates, además de poseer una fuerte tendencia a usar su
posición de poder para intimidar o forzar a otros, también contamos con
una tendencia innata que nos impulsa a generar contrapoderes
para influir en miembros que no están dominados por los peligrosos
individuos alfa. Esta dinámica está presente desde los patios de los
colegios hasta en los lujosos despachos de Washington, pasando por los
pasillos de Wall Street.
En algunas especies de primates, el método que emplean para que un
individuo o grupo no cometa excesos, como los llevados a cabo por la
NSA, es la cooperación de los subordinados en contra del poder.
Por ejemplo, cuando un líder de chimpancé asciende a lo más alto de la
jerarquía, de manera inmediata comienzan movimientos en el grupo que en
poco tiempo resultarán en alianzas que frenan su violencia,
ejerciendo una fuerza opuesta. De esta manera cuestionan la autoridad
de los más poderosos en todo momento. Lamentablemente, esta fuerza en
sentido contrario es la que no ha existido en este grave caso de
espionaje doméstico e internacional.
El contrapoder primate
Para este primatólogo suizo, las sociedades igualitarias son un tipo especial de jerarquías en las que el grupo permite la existencia de individuos dominantes alfa, pero siempre bajo la atenta mirada colectiva. El problema es cuando este control se relaja o es obstaculizado totalmente por el propio Gobierno.
Los grupos de primates necesitamos equilibrio entre los diversos
poderes de la sociedad para que nadie los use en nuestra contra, como ha
hecho la NSA. La igualdad no nace de la mera ausencia de jerarquías,
sino que se basa en un tipo especial de la misma, desarrollada a partir
de tendencias antijerárquicas que todos los grandes simios poseemos.
Los casos de filtración intencionada realizados por Edward Snowden y Bradley Manning,
son buena prueba de estas dinámicas sociales que van en contra del los
abusos del poder. De haber sucedido en las selvas de Tanzania y no en
Estados Unidos, más gente se hubiera aliado con ellos.
Los medios de comunicación, las asociaciones y otro tipo de instituciones modernas se crean, entre otras razones, para vigilar a los que están en lo más alto de la jerarquía.
El cuarto poder, junto a otros muchos otros grupos de presión de la
sociedad civil, son la mejor garantía para que los más poderosos no
lleguen demasiado lejos en el ejercicio de sus competencias.
El mecanismo consiste en que el poder se iguala a través del
equilibrio de muchas partes que hacen imposible que ninguno monopolice
una cuota de poder excesiva. En esta situación, el grupo entero
obtiene una pequeña parte del poder y lo puede usar para reducir el de
otros individuos, algo que ocurre de manera constante en varias especies
de animales. La división de poderes del Estado, recogida por
Montesquieu en sus libros, ya contenían estos conceptos bien
desarrollados.
En los primates humanos y no humanos existe una fuerte lucha interior entre los impulsos a la formación de jerarquías estrictas y un liderazgo autoritario por una lado, y las fuerzas que nos impulsan a la igualdad y la democracia por el otro.
Gracias a ellas, según Boesch, podemos controlar las fuentes de poder e
incluso darle la vuelta al circuito tradicional por donde este fluye.
Pablo Herreros, La democracia nació en la selva, Yo, mono, 15/06/2013
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