César Rendueles: Internet, ciment de les nostres societats?
César Rendueles |
Confiese. Usted también se ha preguntado cómo es posible que su voto valga lo mismo que el de esa gente. Hablo del conductor que ha estado a punto de matarle en un adelantamiento. De la anciana que se cuela en la caja del supermercado. Del fontanero con-IVA-o-sin-IVA. Hablo de… sí, de cada uno de nosotros, en realidad. La presuposición que subyace a la democracia es escandalosa. La deliberación política en común es aterradora.
Una venerable tradición liberal ha entendido el mundo de los negocios
como una especie de ortopedia institucional para afrontar esta
sociofobia secular. Montesquieu creía que el mercado podía ser una
fuente sistemática de relaciones sociales cordiales y apacibles. No era
ningún ingenuo. Sabía que el comercio es incompatible con el tipo de
virtud pública más elevada, pero al menos reduce el derramamiento de
sangre. Es una tesis exótica, en realidad. Como si cierto nivel de
autoengaño fuera la única solución a la hostilidad generalizada.
Cuando una delegación lacedemonia acudió a la corte de Ciro a
advertirle que Esparta tomaría represalias si atacaba a los griegos, el
rey persa respondió que no se sentía intimidado por un pueblo que había
habilitado en sus ciudades un espacio –el mercado– para engañarse los
unos a los otros. Veinticinco siglos después, Milton Friedman proponía
limitar la necesidad de acuerdo político extendiendo al máximo las
relaciones mercantiles. Creía que así se evitaba someter a las
sociedades complejas a más tensiones de las que eran capaces de
soportar… La pastilla azul, gracias.
Para la modernidad el intercambio comercial ha sido una especie de
exoesqueleto que corrige la sociabilidad tumultuosa, esa viscosidad
antropológica que nos condena al conflicto familiar, religioso, étnico o
político. Los resultados han sido pobres, por decirlo diplomáticamente.
El mercado es un ambiente extremo que recuerda más a una bota malaya
que al Dr Scholl’s. Un par de guerras mundiales, dictaduras atroces,
niveles aberrantes de desigualdad… business as usual.
Internet ha venido a llenar el hueco ideológico que ha dejado el
mercado en la era del capitalismo de casino. Cada vez es más habitual
describir toda clase de dinámicas personales y colectivas mediante
analogías con el tipo de contacto que establecemos en las redes de
comunicaciones. El cemento de nuestras sociedades, nos dicen los
tecnólogos de guardia, se fragua en el espacio digital. La red es la
nueva mano invisible que reúne a individuos autónomos sin otra relación
que sus intereses compartidos. Como antes el mercado, urbaniza la
comunidad librándola de residuos atávicos. Nada de chamanes ni
patriarcas, apenas unos cuantos community managers.
El ciberfetichismo es la creencia desesperada en la capacidad de las
tecnologías de la comunicación para incrementar y depurar los vínculos
sociales. Más que el opio del pueblo, es la pasta base de las almas
bellas. Ya ni siquiera es preciso ensuciarse las manos con dinero para
conseguir los efectos que buscaba Montesquieu. La sociedad es eso que
pasa cuando la suave luz de un monitor ilumina nuestras caras.
Mejor aún. Los corazones puros al fin pueden acceder a un éxito mundano
que no degrada su generosa concepción de sí mismos. Adolescentes
expertos en informática que piensan que convenio colectivo es un grupo
de rap se hacen millonarios gracias a esa forma enajenada de
especulación financiera llamada economía del conocimiento. La acción
política se ha vuelto diáfana, el palacio de invierno nos espera apenas a
un click de distancia.
En la red circula una leyenda. A veces, por la noche, cuando los
teclados enmudecen y desciende el tráfico de datos, se puede apreciar un
rumor sordo. Es el eco de las carcajadas de Hegel, que resuena desde el
cementerio de Dorotheenstadt.
César Rendueles, El ciberfetichismo y las almas bellas, Babelia. El País, 15/06/2013
CÉSAR RENDUELES
es profesor en el
Departamento de Teoría Sociológica de la Universidad Complutense de
Madrid. Además, se ha encargado de la edición de textos clásicos de Karl Marx, Walter
Benjamin, Karl Polanyi y Jeremy Bentham. En 2011, comisarió la exposición Walter Benjamin. Constelaciones, que
itineró por Alemania, Argentina, México, Paraguay y Chile.También es autor del ensayo Sociofobia que la editorial Capitán Swing publicará en septiembre.
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