La vigència de Marx
La imagen y el pensamiento de Marx, casi desterrados de los círculos políticos, académicos y culturales tras la caída soviética,
resurge en un momento en el que una severa crisis promueve la búsqueda
de respuestas alternativas al capitalismo convencional. Sin embargo,
cuando de lo que hablamos es de grandes movimientos sociales como el 15-M
o los Indignados, Marx comparte cartel con una ecléctica lista de
referentes filosóficos y morales, que abarcan desde los documentales de
Michael Moore hasta la película Inside Job, pasando por las obras de autores como Stéphane Hessel y José Luis Sampedro, el creador de cómics Ivà (Historias de la puta mili) o personajes como Mafalda.
En lo académico, hay autores que llegaron al marxismo en los sesenta y setenta y siguen considerándolo una herramienta válida para interpretar la realidad. Entre ellos figura Juan Ramón Capella, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona, que sostiene que “el marxismo resulta clave para entender el presente”. Una tesis similar a la del historiador Carlos Martínez-Shaw o el filósofo francés Jacques Rancière. Otros han descubierto a Marx tras una larga trayectoria en la otra orilla. El economista grecoaustraliano Yanis Varoufakis, profesor en la Universidad de Texas tras ser asesor de George Papandreu cuando este gobernaba, declaró recientemente: “La única forma en que he podido hacerme inteligible el mundo es a través de los ojos metodológicos de Marx. Hecho que basta para hacer de mí un teórico marxista”. En una línea similar estaría el filósofo italiano Gianni Vattimo, que llega al marxismo desde el cristianismo y Heidegger.
En los antípodas se sitúan autores como Miquel Porta Perales, autor del libro La tentación liberal,
quien sostiene que “el marxismo, como teoría de interpretación y
transformación del mundo, entró en crisis hace décadas: el materialismo
dialéctico es una entelequia; el materialismo histórico, una manera más
de aproximarse a la historia; la lucha de clases, una pugna que busca
más trabajo y mayor salario; el proletariado, un ente que desea
integrarse en una prosperity capitalista hoy en crisis; la democracia
real, una forma de despotismo; la sociedad sin clases, el paradigma de
la sociedad cerrada”. Pese a su dura diatriba, Porta Perales reconoce
que el marxismo retorna “porque ofrece certeza antiliberal y confort
radical: la certeza que permite confirmar ¡por fin! la verdad última del
capitalismo explotador; el confort que se obtiene al proponer ¡por fin!
una alternativa al sistema”.
El economista Joaquín Trigo, del Instituto de Estudios Económicos,
que en su juventud se sintió atraído por el marxismo, sostiene hoy que
carece de vigencia y que Marx “nunca estuvo en una fábrica”, así que sus
análisis ni sirven ahora, ni servían antes.
Joana García Grenzner, feminista vinculada a los Indignados,
sostiene que el marxismo sí sirve para cubrir un vacío a la hora de
analizar la realidad social y económica. Grenzner toma a Marx como una
de sus referencias a pesar de que apenas trató dos de los asuntos
centrales para ella: el feminismo y el ecologismo. La activista insiste
en que sus opiniones son solo suyas y no representan a ningún
movimiento. Una precisión que también hacen varios adheridos al 15-M en
Barcelona, que para pronunciarse sobre este asunto tuvieron que celebrar
una asamblea para recoger opiniones, todas “individuales”. (...)
El aparente reverdecer de Marx ha sido reseñado por autores como Stuart Jeffries, columnista del diario británico The Guardian,
que tituló uno de sus recientes artículos casi con una declaración: Por
qué el marxismo renace de Nuevo. El escritor Jonathan Sperber se
preguntaba en sus mismas páginas: ¿Es Marx aún relevante? Y la respuesta
era afirmativa, con mención especial de su valía para entender las
crisis recurrentes del capitalismo.
Según el catedrático Juan Ramón Capella, “los instrumentos de
análisis de Marx, en general, siguen siendo válidos”. En particular,
para explicar “tres fenómenos: las crisis cíclicas del capitalismo, la
concentración del poder económico y la contrarrevolución política,
consecuencia de la caída del beneficio capitalista”. El profesor
considera que no hay que tomar a Marx como un dogma: “Él conoció la
primera revolución industrial y nosotros estamos en la tercera”. Además,
“era un convencido del progreso técnico y no vio algunos de los
peligros del desarrollismo. Por ejemplo, no comprendió la elasticidad
indefinida de las necesidades humanas”. Pero la idea que expresa el lema
“socialismo o barbarie” sigue siendo válida, opina. “La barbarie es una
sociedad sin reglamentar, a merced solo del mercado”, señala, para
concluir: “Hay quien defiende el ultraliberalismo con el argumento de
que el Estado no entiende de economía. Bueno, el mercado tampoco”.
Que Marx permite formular respuestas a los retos actuales es algo que
sostienen también el catedrático Carlos Martínez-Shaw, el economista
Carlos Berzosa, el filósofo Manuel Cruz o el dirigente del PCE José Luis
Centella, entre otros. Según Berzosa, “Marx nunca ha perdido vigencia,
aunque sí ha habido intentos de anularlo, de relegarlo a la historia”.
Tras el hundimiento del socialismo real, señala, “se le atacó con el
argumento de que había perdido vigencia, pero hoy podemos ver la
importancia de sus análisis”. Berzosa, como Capella, no pretende que
Marx acertara en todo. “Hay que leer a Marx de forma abierta, porque él
no tuvo en cuenta aspectos como la ecología o la lucha de género”. En un
sentido similar se expresa Centella. “Marx no es un catecismo ni una
máquina de dar respuestas, pero nos permite entender que la crisis no es
cosa de unos golfos, sino que está vinculada a la estructura económica
del capitalismo”.
Manuel Cruz, profesor de Filosofía en la Universidad de Barcelona,
reflexiona: “La crisis del marxismo suele presentarse como algo
evidente, a partir del fracaso del denominado socialismo real. Pero el
marxismo no es solo eso. No caben descalificaciones genéricas: quienes
cuestionen la cientificidad de los análisis marxianos vienen obligados a
demostrar científicamente su falsedad o sus errores”. En su opinión,
“el elemento que proporciona sentido y coherencia al marxismo es el
impulso moral por acabar con la injusticia. Por eso no tiene derecho a
reclamarse del marxismo ni el marxista de salón ni el oscuro burócrata
del aparato de partido, sino quien, desde el conocimiento y la voluntad
de transformar, posee también la sensibilidad que le hace vivir como
intolerable el sufrimiento humano provocado por un orden social
injusto”.
Para Albert Recio, profesor de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona,
“Marx no solo no ha caducado, es un gran clásico y está ganando
vigencia y aceptación social debido a la crisis”. Sus ideas valen
especialmente para explicar “los conflictos de clase, la crítica al
capitalismo y el empleo del ejército industrial de reserva”, expresión
que Marx emplea para referirse a los parados. En El capital, no
deja de anotar la relación directa entre el salario y el número de
personas en paro. En cambio, dice Recio, “Marx no vio la importancia de
las estructuras nacionales, un asunto que llevó a la segunda generación
de marxistas [Lenin y Rosa Luxemburgo, sobre todo] a abrir el debate
sobre el imperialismo”. Tampoco pudo atisbar “la cuestión ecológica por
su visión del progreso tecnológico ni la importancia real de las
relaciones de género, pese a que Engels sí hizo algunas aproximaciones”.
Donde el marxismo sigue en franco retroceso, apunta Recio, es en la
Academia “dominada por el pensamiento neoliberal, que ha emprendido una
fuerte ofensiva contra las visiones críticas hacia el capitalismo”.
Joan Coscubiela, diputado por ICV, y Fernando Lezcano, portavoz de CC
OO, recurren al pensador italiano Antonio Gramsci para referirse a la
“hegemonía” de las ideas liberales. Según Coscubiela, “la ofensiva de la
derecha en los ochenta colocó al marxismo a la defensiva”. “La sociedad
vio cómo todo se convertía en producto a merced del mercado. Hasta la
educación o la sanidad”. Lo peor, asegura, es que aquella gran ofensiva
ideológica hizo mella en “cierta izquierda”. Cree Coscubiela que un
momento culminante de la rendición ideológica de la izquierda se aprecia
en la renuncia del PSOE al marxismo,
a propuesta de Felipe González: “Es el gran triunfo de una derecha que
obliga a la izquierda a renunciar a su ideología”. Lezcano lo resume
así: “La derecha consigue hacer creer a la mayoría de la población que
sus valores son los valores de toda la sociedad. Que No caben otros”.
Francesc Arroyo, La segunda juventud de Marx, El País, 28/06/2013
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