Aprenents de bruixots?
Fenomenología del espíritul
Si bien, como ya hemos venido repitiendo, esto ha sido un objetivo de
todas las civilizaciones que han alcanzado un grado de progreso y
desarrollo social y cultural, ahora la revolución científico-técnica,
así como las posibilidades de socialización del conocimiento y sus
aplicaciones pueden romper todas las fronteras de las capacidades
desarrolladas por las distintas especies que han poblado el planeta.
Cuando no podíamos actuar contra nosotros mismos ni contra la
evolución natural del planeta nuestra capacidad de acción era limitada y
abstracta, pero desde que hemos puesto todos los conocimientos
físico-químicos y biológicos al servicio de la humanidad, las cosas han
dado un giro de 360 grados y no podemos comparar una situación con otra.
La posibilidad empírica de la autodestrucción es una realidad emergida
en el proceso de evolución de nuestro género. Solamente nosotros podemos
delimitar y demarcar qué haremos con esta probabilidad que nos hemos
dado como especie evolucionada y con inteligencia operativa contrastada.
En el libro la Fenomenología del espíritu, Hegel, en el
siglo XIX, ya planteaba de forma singular la existencia de la morfología
que conforma lo humano, y que nos viene dado en la evolución, así como
lo que contiene el cráneo en cuanto a mente aprendida. Una
contradicción in vitro que expande las discordancias humanas y
las retrotrae a lo que somos: evolución consciente. O sea, sujeto activo
y no pasivo de nuestro devenir.
Nosotros, los Homo sapiens del siglo XXI, sin saberlo, nos
debatimos entre la realidad de lo que somos y lo que ignoramos que
queremos ser. Un peligroso juego ya agotado, que si no somos capaces de
abandonar, podemos pagar muy caro. Ser aprendices de brujo, en el siglo
de la ciencia y la técnica, es un desafío a nuestra racionalidad desde
la irracionalidad más animal. En mi opinión, esto ya no tiene sentido,
tal como lo hemos demostrado como especie con nuestra capacidad de
transformación que, entre otras cosas, históricamente se ha expresado
con la destrucción del planeta y la extinción de muchas especies. Esto
también nos podría suceder a nosotros si, por ejemplo, utilizáramos
nuestro armamento nuclear de destrucción masiva.
Otro caso es nuestra contribución, desde la Revolución Industrial, a
la tendencia al cambio climático, como consecuencia de la quema de
combustibles fósiles de manera exponencial y la producción de CO2 y
otros gases nocivos, pues la cantidad que se produce rompe la
homeostasis del sistema planetario y, por lo tanto, puede generar
procesos de alta energía peligrosos para la estabilidad de nuestra
especie.
Finalmente, tampoco debemos olvidar nuestra la capacidad para
modificar nuestra estructura genética, de manera que podemos cambiar las
memorias del sistema por ingeniería, etc.
Eudald Carbonell, Deseando conocer el pasado (5), Sapiens, 16/06/2013
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