Els documentals de la 2 (o del 33).

¿Puede haber algo en apariencia más inocente que un hermoso documental sobre la naturaleza? Y sin embargo, se trata de uno de los más claros ejemplos de cómo la descripción de la realidad se adapta a los intereses de los grupos dominantes y trasmite su ideología, sus valores.

Así, esas imágenes espléndidamente filmadas de un grupo de leones o de águilas cazando con gran habilidad y fuerza, tantas veces repetidas, son la expresión de un modelo de sociedad en la que el fuerte caza y el débil es cazado, un modelo de sociedad en la que el poderoso domina y los demás se someten. Esas imágenes de la depredación, convertidas en iconos de la divulgación sobre la naturaleza, se presentan en los documentales como irremisibles, mostrándonos que el mundo es así, que no puede ser de otra manera. Son “las leyes de la naturaleza”, nos dice la voz cadenciosa y solemne del relator del documental, mientras van cayendo a mansalva gacelas o conejos.

Pero, es bien sabido, que las conductas de depredación no son ni de lejos, la realidad dominante en la naturaleza. Por supuesto los leones y las águilas cazan y curiosamente siempre aparecen ligados a los símbolos del poder en la mayoría de las culturas. Pero como ya señaló en 1905 el biólogo evolucionista ruso Konstantín Merezhkovski los grandes saltos evolutivos se han producido por cooperación: la célula eucariota, por ejemplo, uno de los pilares de la vida, proviene de una simbiosis entre diferentes orgánulos que se agrupan dando lugar a una nueva estructura dotada de una enorme capacidad de creación de complejidad (una complejidad que dará lugar a la emergencia de las emociones, la razón o la conciencia, por ejemplo).

Obviamente no estamos defendiendo una visión seráfica, angelical, del mundo, sino una naturaleza estructurada en relaciones de complejidad: en las que cooperación, competencia, reciprocidad, depredación, altruismo, parasitismo, simbiosis, se entremezclan dando lugar a una gran biodiversidad de estrategias evolutivas.

Por otra parte, y para empeorar aún más las cosas, para legitimar estos funcionamientos de tipo depredador, se suele evocar la teoría de la evolución, una de las teorías científicas más sólidas que poseemos. Pero es importante señalar que hay que diferenciar el darwinismo como teoría científica, y como tal como cuerpo teórico y metodológico, del darwinismo como ideología y especialmente diferenciarlo de la corriente ultraconservadora que surge muy pronto en el evolucionismo. Ya en el funeral de Darwin, se proclamó que la naturaleza es “una lucha de gladiadores”, frase que ha hecho fortuna en nuestra cultura política como justificación “utilizando la ciencia”, de todo tipo de abusos y explotaciones. Esta ideología ultraconservadora del darwinismo, basada en el modelo de la depredación, ha sido utilizada para justificar el denominado capitalismo “manchesteriano” o ultraliberal. Así, Rockefeller defendía que los pobres eran gente inferior y podían ser explotados “Cada día nace un tonto al que poder estafar” escribía también en esta línea el banquero español Juan March. En mi opinión, esta corriente ultraconservadora ha dado muy mala fama a la teoría evolucionista que, en muchos ambientes sociales y académicos, se asocia con el capitalismo salvaje, el nazismo…. ha intentado depredar el evolucionismo, podríamos decir.

Esta perspectiva darwinista centrada en la competición tiende a ver enemigos por todas partes: bacterias, virus… Cuando no es así. En realidad nuestro propio cuerpo está constituido por una gran simbiosis con bacterias. Tan solo en la piel tenemos 100.000 bacterias por cada centímetro cuadrado. En nuestro aparato digestivo tenemos billones de ellas. Y son simbióticas con nosotros. Como señala Sendín, solo algunas bacterias se malignizan en algunos contextos (posiblemente por estrés, contaminación, etc.). Aparte de que cuando se habla de depredación se oculta que se halla regulada en cada ecosistema

Pero no solo existe bacteriofobia en este darwinismo ultraconservador, sino también virusfobia, cuando gran parte de nuestro propio código genético está formado por virus que se han incrustado en él durante la evolución y que son una parte muy importante de nosotros mismos.

En el modelo social dominante, hasta las identidades, sobre las que escribía en mi artículo anterior, han de ser opuestas unas a otras. El sistema las presenta eternamente enfrentadas, en guerra perpetua, sin la posibilidad de poder compartirse o evolucionar conjuntamente.

Joseba Achotegui, Manipulaciones ideológicas en los documentales de divulgación científica, Público, 16/06/2016

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