Zizek respon a John Gray.
John Gray |
Žižek
habla poco de la naturaleza de la forma de vida que habría podido
producirse si a Alemania la hubiera gobernado un régimen menos reactivo e
impotente de lo que, según él, fue el de Hitler. Deja claro, aun así,
que en esa nueva vida no habría lugar para una forma particular de la
identidad humana:
El
estatus fantasmático del antisemitismo se revela claramente en una
declaración atribuida a Hitler: ‘Tenemos que matar al judío que hay en
nuestro interior.’ […] La declaración de Hitler dice más de lo que
quiere decir: contra su intención, confirma que los gentiles necesitan
la figura antisemita del ‘judío’ para mantener su identidad. Por tanto
no es solo que ‘el judío esté en nuestro interior’: lo que Hitler olvidó
fatídicamente es que él, el antisemita, también está en el judío. ¿Qué significa este paradójico entrelazamiento para el destino del antisemitismo?
Žižek
censura explícitamente a “algunos sectores de la izquierda radical” por
“su incomodidad a la hora de condenar sin ambigüedad el antisemitismo”.
Pero es difícil entender el argumento de que las identidades de los
antisemitas y los judíos se refuerzan mutuamente –que se repite, palabra
por palabra, en Less than nothing– sin pensar que sugiere que
el único mundo en el que el antisemitismo puede dejar de existir es un
mundo en el que no hubiera ningún judío.
¿Qué está pasando aquí? El pasaje citado de Less than nothing continúa:
Aquí
podemos ver de nuevo la diferencia entre el trascendentalismo kantiano y
Hegel: lo que los dos ven, por supuesto, es que la figura antisemita
del judío no debe ser reificada (por decirlo de forma ingenua, no encaja
con los “verdaderos judíos”), sino que es una fantasía ideológica (una
“proyección”), está “en mi ojo”. Lo que Hegel añade es que el sujeto que
fantasea con el judío está también “en la imagen”, que su mera
existencia gira en torno a la fantasía del judío como el “pequeño
fragmento de lo Real” que soporta la consistencia de su identidad: si
eliminas la fantasía antisemita, el sujeto que posee la fantasía se
desintegra. Lo que importa no es la localización del Ser en la realidad
objetiva, el imposible real de “lo que yo soy objetivamente”, sino cómo estoy localizado en mi propia fantasía, cómo sostiene mi fantasía mi ser como sujeto.
¿No
resultan estas líneas totalmente claras? La implicación mutua no se
establece entre los nazis y los judíos, sino entre los nazis y su propia fantasía antisemita: “si eliminas la fantasía antisemita, el sujeto que posee la fantasía se desintegra”. El
asunto no es que los judíos y los antisemitas sean en algún sentido
codependientes, de modo que la única manera de deshacerse de los nazis
sea deshacerse de los judíos, sino que la identidad de un nazi depende
de una fantasía antisemita: el nazi “está en el judío” en el sentido de
que su propia identidad se basa en la fantasía del judío. La insinuación
de Gray de que yo planteo de alguna manera la necesidad de la
aniquilación de los judíos es, por tanto, una obscenidad ridícula y
monstruosa, que solo sirve al vil motivo de desacreditar al oponente
atribuyéndole ciertas simpatías hacia el crimen más aterrador del siglo
xx.
Así que cuando Gray escribe que “Žižek habla poco
de la naturaleza de la forma de vida que habría podido producirse si a
Alemania la hubiera gobernado un régimen menos reactivo e impotente de
lo que, según él, fue el de Hitler”, simplemente no está diciendo la
verdad: lo que señalo es que esa “forma de vida” no habría necesitado a
un chivo expiatorio como los judíos. En vez de matar a millones de
judíos, un régimen “menos reactivo e impotente de lo que, según él, fue
el de Hitler” transformaría, por ejemplo, las relaciones sociales de
producción de manera que perdieran su carácter antagonista. Esta es la
“violencia” que predico, la violencia que no derrama sangre. La
violencia totalmente destructiva de Hitler, Stalin y los jemeres rojos
es la que resulta “reactiva e impotente” desde mi punto de vista. En ese
sencillo sentido creo que Gandhi fue más violento que Hitler:
En
lugar de atacar directamente el Estado colonial, Gandhi organizó
movimientos de desobediencia civil, de boicot a productos británicos, de
creación de un espacio social que estuviera fuera del alcance del
Estado colonial. Por tanto, aunque parezca un disparate, se debería
decir que Gandhi fue más violento que Hitler. La caracterización de
Hitler que lo presenta como un mal tipo, responsable de la muerte de
millones de personas pero también un hombre con dos cojones que
perseguía sus fines con una voluntad férrea, no es solo únicamente
repulsiva, sino también falsa: no, Hitler no “tuvo los huevos” de
cambiar las cosas. Todas sus acciones eran fundamentalmente reacciones:
actuaba de manera que nada cambiara de verdad; actuaba para evitar la
amenaza comunista de un cambio real. Que eligiera a los judíos fue en
último término un acto de desplazamiento, donde evitaba a un enemigo
real: el núcleo de las relaciones sociales capitalistas. Hitler montó un
espectáculo revolucionario para que el orden capitalista pudiera
sobrevivir, a diferencia de Gandhi, cuyo movimiento logró interrumpir el
funcionamiento básico del Estado colonial británico.
En
vez de aburrir al lector con docenas de ejemplos de malinterpretaciones
similares, comentaré que Gray concluye su reseña con la observación
sobre el supuesto “isomorfismo” entre el capitalismo contemporáneo y mi
pensamiento, el cual
reproduce
el dinamismo compulsivo y sin objeto que percibe en el funcionamiento
del capitalismo. La obra de Žižek –que ejemplifica con elegancia los
principios de la lógica paraconsistente– alcanza una sustancia engañosa a
base de repetir una visión esencialmente vacía, pero al final
representa menos que nada.
Se puede demostrar cualquier
cosa con superficiales homologías posmarxistas de ese tipo: esas
homologías, así como las numerosas distorsiones tendenciosas de Gray,
son tristes indicadores del nivel del debate intelectual en los medios
actuales. La obra de Gray es la que encaja perfectamente en nuestro
universo ideológico del capitalismo tardío: ignoras totalmente de qué
trata el libro que reseñas y renuncias a todo intento de reconstruir de
alguna manera su línea argumentativa; en cambio, mezclas vagas
generalizaciones de libro de texto, groseras distorsiones de la posición
del autor, analogías imprecisas, etc. Y, a fin de demostrar tu
compromiso personal, añades a ese cajón de sastre de chistes
pseudoprofundos y provocadores una pizca de indignación moral (¡imagina,
el autor parece defender un nuevo holocausto!). La verdad no importa;
lo que importa es el efecto. Eso es lo que ansían los consumidores de fast-food intelectual:
fórmulas sencillas y pegadizas mezcladas con indignación moral. Te
divierte y hace que, moralmente, te sientas bien. La reseña de Gray no
es ni siquiera menos que nada, es simplemente una nada insignificante.
Slavoj Zizek, No menos que nada, sino sólo la nada, Letras Libres, 24/06/2013
http://pitxaunlio.blogspot.com.es/2013/06/slavoj-zizek-exemple-dintellectual.html
http://pitxaunlio.blogspot.com.es/2013/06/slavoj-zizek-exemple-dintellectual.html
____________
Traducción de Daniel Gascón
Comentaris