Una història de monstres.

Desde la noche de los tiempos tanto el sabio como el ignorante han creído en monstruos. Para muchos los monstruos constituían una parte necesaria de la historia natural, ya fuese porque representaban el castigo por el pecado o la fecundidad y diversidad de la creación, y esta creencia se combinaba a la perfección con otras religiosas y mitológicas en demonios, espíritus, ancestros y bestias legendarias.
Equus maris (el caballo de mar). Iluminación de De animalibus de Alberto Magno
Los nacimientos monstruosos, de humanos o animales, provocaban pavor especialmente pero entraban en la misma categoría de lo extraordinario que los convertía en objeto de admiración, y colección. Esta categoría incluía objetos naturales curiosos como cuernos de formas inverosímiles, fósiles, pieles de animales extraños o cristales y minerales llamativos; obras humanas como los cálculos de vejiga también estaban incluidas. La contemplación de estas rarezas eran (son) dio (dan) lugar a toda clase de alegorías y comentarios. El folklore, la historia cultural, la medicina, las narraciones morales y la curiosidad científica se mezclan a la hora de interpretarlas, como se refleja, por ejemplo, en la obra de Alberto Magno.

Habitantes de la India según la Cosmographia universalis de Sebastian Münster (1544)

Con el resurgir del conocimiento en Occidente durante el Renacimiento y el constante descubrimiento de nuevas tierras y nuevas especies, todo parecía posible. El principio de plenitud, la creencia en un mundo sin huecos, de origen aristotélico, apoyaba esta idea. Con esta perspectiva comenzaron a publicarse enciclopedias de todo lo existente.

El unicornio en Historiae animalium de Konrad Gesner (1551)
Por ejemplo, Konrad Gesner en su Historiae animalium, publicada en Zúrich entre 1551 y 1558 en cuatro volúmenes, incluía animales reales e imaginarios (unicornios, sirenas), fósiles, monedas, minerales, plantas y mosntruosidades tomados de todo tipo de fuentes: el Antiguo Testamento, Aristóteles, Plinio, el folklore o los bestiarios medievales. Cada uno con su comentario erudito correspondiente.

Ulisse Aldrovandi, considerado por Linneo y de Buffon como el padre de la historia natural, preparó en Bolonia una enciclopedia de referencia en trece tomos que en su mayor parte se publicaría postumamente a lo largo de la primera mitad del XVII. Además de las especies conocidas, adjuntaba la historia natural emblemática, es decir, la simbología de buena parte de las especies como, por ejemplo, el cordero de Cristo. Eso sí, para que la enciclopedia estuviese completa no podía faltar un tomo dedicado a los monstruos: Monstrorum historia cum Paralipomenis historiae omnium animalium.

Estos autores ponían mucho énfasis en el significado de la existencia de los monstruos: eran castigos por el pecado, el resultado de maldiciones o criaturas con poderes mágicos. A estos libros le siguieron otros de enorme influencia en el siglo XVII como los del jesuita Atanasio Kircher. En Arca Noë(1675), aparte de describir cómo se pudo organizar internamente el arca y su logística para transportar todas las especies conocidas en su época, argumentaba que tras el diluvio pudieron surgir otras especies al transformarse las especies que viajaron en el arca al llegar a nuevos ambientes (los renos serían adaptaciones de los ciervos al frío del norte), y que otras podrían ser híbridos entre las existentes (los armadillos derivarían de las tortugas y los puercoespines).

Los museos y colecciones de curiosidades en los que las monstruosidades ocupaban un lugar central, por lo edificante que era su simbolismo, se hicieron muy populares en Europa, a menudo con el patrocinio de reyes y altos dignatarios. Uno de las colecciones que atraía visitantes de toda Europa fue la que mantenía Kircher en el Collegio Romano, actual Pontificia Universidad Gregoriana, recién fundado por Ignacio de Loyola en 1551. Pigmeos, sirenas, cocodrilos, mandrágoras, fetos deformes y otras maravillas naturales se exponían y discutían en muchos lugares similares durante los siglos XVI y XVII.

Durante el siglo XVII, y especialmente durante la Ilustración, fue común entre los filósofos naturales entender la vida como el desarrollo de una sucesión continua . Para los eruditos los mosntruos perdieron mucho de su simbolismo moral y pasaron a ser considerados como los extremos o las variaciones del desarrollo normal que podían ser útiles a la hora de estudiar los límites de la morfología animal. Una excepción fue Linneo, cuya creencia en la fijeza de las especies no permitía el concepto de sucesión continua. Para Linneo las deformidades violaban el plan de la naturaleza. Los monstruos, desde su punto de vista, no podían replicarse a sí mismos.

En el siglo XIX aparece la idea de crear vida…y los mosntruos asociados al intento de llevarla a cabo, como ilustra estupendamente Mary Shelley con su Frankenstein o el nuevo Prometeo (1818).

Monstruosidades. Ilustración de la Histoire Générale et Particulière des Anomalies de l’Organisation (1832-7) de Saint Hilaire
En 1822 Etienne-Geoffroy de Saint-Hilaire acuñó el término teratología para designar el estudio experimental de las malformaciones embriológicas. Estaba convencido que la inducción de estas malformaciones sería muy útil para entender la morfología y el desarrollo normales.

Robert Chambers, el periodista que estaba detrás del tratado panfletario Vestiges of the Natural History of Creation, publicado anónimamente en 1844 y que según Darwin preparó a la opinión pública para la publicación de On the Origin of Species (1859), creía que los monstruos eran una guía importante para el estudio del pasado evolutivo, atreviéndose a afirmar que las variaciones grandes en el desarrollo que daban lugar a los monstruos podían llevar al nacimiento de nuevas especies.

El propio Darwin estuvo interesado en deformaciones, malformaciones y aberraciones monstruosas. Se centró en el estudio de los pichones y en las propiedades y uso de las plantas abortivas.

Durante todo el siglo XIX y buena parte del XX, los monstruos continuaron ejerciendo su fascinación entre la gente corriente, como demuestra el auge de los llamados freak shows, que se iniciaron en Inglaterra en el XVII.

Tras los excesos terribles de la Segunda Guerra Mundial, la inducción de malformaciones y su estudio y exhibición pública comenzaron a ser mal vistos por la opinión pública. La preocupación creciente por el bienestar animal y humano, así como las consideraciones éticas, han hecho que los monstruos hoy día dejen de ser creados conscientemente. Y, los que aparecen, considerados como los que son, seres con problemas.

César Tomé López, Monstruos, Cuaderno de Cultura Científica, 29/08/2014

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